six

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— ¿Qué haces acá todavía?

— Eh, no no, nada. ¿Vos qué haces acá? Pensé que ya se habían ido.

Lo miré frunciendo las cejas, estaba nervioso. Miraba a cualquier lado menos a mi, movía el meñique de la mano izquierda inconscientemente y se mordía levemente el labio.

Que lindos labios.

Callate pelotuda, no es el momento.

Me había olvidado el celular, pero eso no importa. Vos sos el que tiene que salir a calentar, Martínez.

Vi que cuando dije su apellido un destello raro cruzó por sus ojos. 

Rari.

— Ey ¿Por qué estás nervioso?

— No estoy nervioso.

— Ajá, y yo soy horrible. No nos mintamos.

Sonrío cuando dije eso.

— No contradigo verdades, pero no estoy nervioso.

— ¿Entonces?

— No sé, siempre fui seguro de mi mismo, pero la gente últimamente confía mucho en mí, y me tienen allá arriba. Que se yo, no quiero decepcionar a nadie.

— ¿Me estás jodiendo? Si la gente confía y tiene esperanza en vos es porque te lo mereces. La primera vez que te vi atajar en la selección no te conocía y me generaste una banda de curiosidad. Te agarrás a la pelota como si tu vida dependiera de eso, y pensaba porque nunca te había visto, porque muy pocos arqueros le ponen tanta pasión. Así que ahora anda y rompela, yo confío en vos Emi.

— Me gusta que me digas Emi. —Me dijo con una sonrisa preciosa en la cara.

— Se nota, ahora anda que si no te van a cagar a pedos. — le avisé mientras me corría de la puerta. — Te diría que tengas suerte, pero no la necesitás.

— Gracias Ro, posta me la re subiste. Lo re aprecio.

Me miró con esa sonrisa divina que tiene y me agarró de la cintura para darme un beso en el cachete. Estaba por cruzar por la puerta cuando se dio vuelta.

— No pienses que por esto voy a ignorar lo de anoche eh.

— Andate querés.

Los dos nos reímos y el se fue. Me quedé mirando la puerta sonriendo como una pelotuda.

Uy no.


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El partido contra los paraguayos llevaba poco menos de diez minutos cuando Di María se la pasa al Papu y él mete un golazo.

(Flasheen que si hay hinchas, onda que los estadios están completos)

Se escucharon los gritos de la hinchada y yo, que estaba sentada en el banco abracé a De Paul, que era el que estaba sentado al lado mío, mientras reíamos eufóricos.

Vi a mi Lio parado cerca mío y me acerqué. Cuando me vio  me abrazó tan fuerte que me levantó del piso.

— Pará que me asfixias a la nena y nos quedamos sin suerte! — Grito Lautaro, que raramente no estaba de titular, y todos se ríeron menos yo que me estaba asfixiando.

𝘳𝘰𝘮𝘢 -𝘦𝘮𝘪𝘭𝘪𝘢𝘯𝘰 '𝘥𝘪𝘣𝘶' 𝘮𝘢𝘳𝘵𝘪𝘯𝘦𝘻Donde viven las historias. Descúbrelo ahora