Prólogo

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Lo que es antes de un inicio

—¿Me dirás de una buena ves donde está la reliquia?

Le preguntó Galia muy impaciente.

—Nunca— afirmó Helena sin dejar de apuntarla con la espada —Soy uno de los cuatrones del mundo. No sé, ni tengo idea de cómo derrotaste a Arne ya Karl, pero te digo que tendrás que vencerme primero para llegar a mi reliquia.

—Tus deseos serán odenes princesa Helena.

Helena le sonrió con autosuficiencia y, con una voz burlona comentó:

—Así me mataras, no obtendrás lo que quieres. Sabes que volveré.

Galia alzó las cejas; si no fuera porque estaba enfrentándola hubiera bajado su espada y le hubiera aplaudido.

—¡Exacto, volverás! Y esta vez tú me llevaras a donde se encuentra la reliquia del norte así que ...

Ella se acercó a la guardiana intentó apuñalarla con la espada, pero Helena la esquivó. El sonido de las espadas chocando era la canción de fondo que se escuchaba en las montañas de hielo.

Helena no atinó bien en donde pisaba y se tropezó, dándole la oportunidad a Galia para plantarle la espada.

Helena cerró los ojos con fuerza esperada el impacto, pero este nunca llegó.

¿Entonces que fue ese sonido?

De último momento llegó Alf; un ser que se transformaba en una lechuza blanca algunas veces y otras veces en un humano.

La salvó. Se interpuso entre ella y su final, giró el rostro con delicadeza.

—Te dije que te salvaría princesa, ¿o es que no recuerdas que yo lo sé todo? —Le sonrió con nostalgia y, en su último aliento de vida le sopló en la cara haciendo que Helena se transformara en una bellísima ave blanca.

Tan bella como lo era él. Una lagrima se le escapó, pero ya habría tiempo para ello después.

Helena voló y voló alto. Rápido, fugas, imperial, pero, en un abrir y cerrar de ojos sintió el impacto de una flecha en su ala. Vio que el piso se acercaba más y más; hasta que sintió el golpe. Frio, duro y mortal; sintió que la cabeza le iba a explotar.

Su cuerpo ya no era la de un ave; ella estaba en su forma más humana con la flecha atravesando su brazo.

Gali le sonrió mientras se acercaba a ella.

—¡Ahora pagaras por lo que le hiciste a mi hermana! — se acercó con su espada en lo alto para volarle la cabeza, pero Helena fue más rápida y en la palma de su mano dibujó un círculo, recitó algunas palabras en susurros no entendibles y palpó la nieve, la cual trazó un perfecto circulo alrededor de ellas. Hundió un dedo en su brazo, lo sacó con fuerza; ignoró el dolor, trazó el circulo de su mano, pero esta vez era rojo.

Todo esto distrajo a Galia. Entrando al círculo.

—Yo no maté a tu hermana.

—¿Entonces quien fue? —preguntó molesta e irritada. El circulo alrededor de ellas se tiñó de rojo escarlata.

—Fuiste tu. Tú la mataste.

Del círculo de sangre se levantaron escenas donde la actriz principal era su hermana mayor:

—Por favor, Astric, no lo hagas.

Helena y Astric estaban en una habitación lujosa donde la luna impactaba por las ventanas y que a pesar de las finas cortinas y de la oscuridad se podía ver con claridad gracias a una lamparita de aceite en la mesa de noche.

—Esta es la única solución que encuentro. Llévatelo princesa, escóndelo de esta locura.

Astric le entregó un bulto a Helena y se apartó.

Helena miró el bulto calientito que tenía en sus brazos y comprendió muy tarde la situación.

—Astric yo...—no pudo terminar la frase, Astric; la guardiana del Este se atravesó el pecho con una daga y calló encima de su cama.

Helena se acercó a su amiga y le cerró los ojos. Los guardias de la casa de Nun no tardaron en entrar a la habitación justo antes de que Helena saltara por la ventana abrazando el bulto contra su pecho.

Esa fue la última escena que vieron ambas. Galia estaba pasmada por la revelación, en su interior se desató una guerra; el defensor "quería rendirse" y el atacante "quería las reliquias". La acodicia ganó; pero ya era tarde. Mientras Galia peleaba consigo misma; Helena aprovechó el momento para atacar. Que seba la verdad de los hechos no la libraba de todos los actos atroces que hiso para llegar acá.

Se arrancó la flecha del brazo y se la incrustó en el estómago; Galia cayó al suelo al lado de su rival.

—¿Qué era ese bulto? —pregunto mientras se atoraba con la sangre que salía por su boca. Helena intentó acunar su rostro, pero los brazos le fallaban.

—Tu deberías saberlo. Mataste al que creías que era mi hijo de camino acá. Tu sobrino se parecía mucho a ella.

Tres lagrimas collerón en la nieve. Helena quería olvidar esas horribles escenas y no se dio cuenta que Galia extendió su mano y en un hábil movimiento tomó la daga que traía al lado de la cintura.

—Hasta la próxima vida, princesa...

Helena no atinó a lo que pasaba y cuando lo hiso la daga ya le atravesaba el cuello.

Una última lagrima calló a la nieve y los vientos del Norte, Sur, Este y Oeste chocaron entre sí. Envolviéndolas en una tormenta invernal color escarlata.

Un nuevo siclo estaba abierto. Las historias repetidas son las más contadas, pero las inusuales son las que te marcan. Lo que nadie sabe y todos cuestionan.

De antemano quiero que sepas que no quiero ofender ninguna religión o creencia que tengas amado lector. Tu verdad es tu verdad y eso se respeta.

No sé si soy la más adecuada para contar esta historia. Lo que veras a continuación te parecerá fictivo, y no te culpo por calificarlo así, sinceramente le diré a mi editor que clasifique este "lo quesea que sea" como fictivo, a si, tal vez tu pienses que es un libro más y no caerás en la tentación de buscar las reliquias para solucionar tus problemas monetarios o reponer tu corazón tras la ruptura con alguna idiota.

Muy bien, dejando esto en claro, no pienso revelarte quien soy ya que, en primer lugar, mi personaje no aporta nada en esta historia; a lo mucho intervendré un par de veces ... jajajaja, créeme, no seré quien tu piensas que soy, así que ahórrate la molestia de escudriñar mis textos en busca de una pista. En segundo lugar y motivo principal, diría yo; pues ...

¡Nah! .. Es porque soy un cobarde que no quiere problemas con los guardianes y pues, ni por toda la seguridad que me brinden estarías a salvo ya que, tarde o temprano vendrían a patearme el trasero. Y bueno, la tercera razón es ... Mmm.

No, no hay una tercera razón.

En fin.

Ponte cómodo o cómoda, esto tomará su tiempo. Y todo empieza a qui:

El antes del inicioWhere stories live. Discover now