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El inicio es la continuación de lo que sigue.

Cuatro monedas de oro collerón estrepitosamente al suelo, bailando en una especie de círculos. El muchacho se apuró a recogerlas del suelo.

—Disculpe mi torpeza señora, últimamente ando en las nubes.

—Los jóvenes de tu generación son iguales. Y no los culpo, en mi generación no nos exigíamos tanto. Ahora hay más competencia.

—Eso mismo dice mi abuela— el muchacho le sonrió compresivo.

—Bueno, anda mi niño, ve, se te hará tarde para la escuela.

El muchacho no dijo nada y se apresuró en irse. Para él ya era algo normal que lo confundieran con colégialos. Miró el reloj de mano y las agujas marcaban las 6:15, sonrió de lado; una casa más y...

—¿Nieve? —se preguntó mirando el cielo y su expresión cambio de preocupación a alarmante—¿Qué carajos? —soltó una maldición y se dispuso a correr hasta su casa, por suerte estaba cerca.

Cerró la puerta detrás de si con fuerza y suspiró, por poco lo agarra la tormenta ¿roja? ¿será algún fenómeno nuevo?

Negó con la cabeza; seguramente más tarde lo vería en el canal de noticias.

Sigilosamente caminó de puntillas hasta su cuarto, sacó del armario una pijama y se recostó al lado su esposa y su enorme pansa.

Su siesta no duró mucho ya que se vio interrumpida por los gritos de su esposa gracias a las contracciones.

—¡Cariño, ¿qué tienes?!—preguntó alarmado.

—Creo que daré a luz...¡ahh!—gritó mientras intentaba sentarse.

—Hay una tormenta afuera no sé si...

—¡¿Crees acaso que eso le importa al bebe?! No seas bobo y anda a buscar a mi madre, lo haremos a la antigua.

—¿Aquí? ¿Ahora? —preguntó intentando comprender el asunto.

—¡Si Héctor, si!¡Ahora que me...¡ahhhh!—la mujer se recostó en la cama mientas apretaba con fuerza las sábanas—¿Qué esperas Héctor? ¿una invitación al nacimiento de tu hija?

—Si, si amor, ya voy—dijo saliendo rápido de la cama rumbo al cuarto de su querida suegrita; ¿notan el sarcasmo?

Héctor despertó a la bruja, quiero decir; a su dulce suegrita quien al escuchar los gritos de su hija corrió más rápido que flash.

Al llegar a los aposentos de su hija le dijo...

¿Podemos saltaron esta parte? Es muy feo de recordar...Mejor lo abrevio porque, si no, ¿qué sentido tiene si lo corto? Se perderían la sorpresa....

—¡Puja Hatay, puja!

—¡Ahhhhhhhhhh!

—Ya casi hermosa, sigue. Vamos Hatay.

—¡Ahhhhhhhhhh!

—Aquí viene...

—¡Ahhhhhhhhhh!

Un llanto dejo callada por unos minutos a Hatay y a su madre. Pero no duró mucho su felicidad...

—¡Ahhhhhhhhhh!

—Pero...¿qué diablos? ¿dos? —murmuró su madre al ver nuevamente a su hija en labor de parto. Dejando a la bebe a un lado de la cama.

—No sé mamá, tal vez se escondió en mis costillas y por eso...¡Ahhh! Dios debería darme un bono por hacer demasiado trabajo al traer niños al mundo, ¡ahhh!

El antes del inicioWhere stories live. Discover now