Capítulo 1- El regreso de Son Gohan

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Hace muchos años, en un árido desierto, a miles de kilómetros de cualquier ciudad, un niño con rabo, huérfano de padre y arrancado del seno de su madre, la siempre sufridora Chichí, miraba con pavor al otrora rey de los demonios. Su nombre era Son Gohan, el hijo de todo un campeón mundial de artes marciales, el primogénito del saiyan Son Goku.

— ¡Si no dejas de llorar, te retorceré el pescuezo! — gritaba Piccolo, un ser altísimo, con antenas, orejas puntiagudas y... ¡de color verde!

— Sniff... Yo solo quiero ir con mi papá. ¿Dónde está? — preguntaba desolado el pequeño, que todavía no sabía que su padre había muerto para salvarle.

Odiaba pelear, pues su sueño era convertirse en un gran académico, bucear en un mar de libros infinito y hacerse con la mayor biblioteca del Monte Paoz, su lugar de origen.

El mundo que le tocó vivir le negó dicha tranquilidad, obligándole a pelear hasta la extenuación, viajar a planetas recónditos y coquetear con las puertas de la muerte en más de una ocasión.

Y todo esto, siendo solamente un niño.

— A mí no me gusta combatir, pero mi padre me ha confiado el futuro de la Tierra, porque sabe que cuando estallo de rabia nadie me puede detener, ni siquiera tú — dijo Gohan, mientras miraba con pena y desafío a un monstruo llamado Cell.

Con el paso de los años, descubrió que albergaba sangre mestiza, mitad humana y mitad saiyan, ocultando un poder inconmensurable con el que fue capaz de salvar la Tierra con sus propias manos. Incluso sintió de cerca la muerte y resurrección de su padre, como si fuera hijo de todo un dios, pero este suceso inverosímil, desencadenado al reunir 7 esferas mágicas llamadas Bolas de Dragón, no modificó su razón de ser. Ni tampoco el hecho de que un demonio lo entrenara cuando era un crío.

Son Gohan siempre había sido alguien muy especial, una persona tímida, humilde y pacifista que, paradójicamente, también era capaz de acabar con los que osaran aniquilar a los suyos. Su fuerza interior se diseminaba hasta las estrellas, así como su amor por Videl, una valerosa guerrera con la que decidió compartir su vida para toda la eternidad. ¿Y cuál fue el resultado de su unión platónica?

— ¡Vaya, así que estamos esperando un bebé, no me lo puedo creer! — festejaba Gohan al tocar el vientre de su amada Videl, mientras todos lo celebraban en el barco de la millonaria Bulma, la mejor amiga de su padre.

— Sí, y tengo el presentimiento de que será la viva imagen de nuestra pasión y fuerza interior. ¿Cómo la llamaremos? — se ruborizaba Videl pensando en ello.

Pan está de pie, frunciendo el ceño junto al río que atraviesa su barrio. Bueno, barrio por decirlo de alguna manera, ya que su casa y la de sus abuelos son los únicos hogares que se alcanzan a ver en el monte en el que viven.

Han pasado varios años de la buena nueva. Su padre la mira orgulloso desde la biblioteca, con un lápiz detrás de la oreja, mientras se dispone a ordenar una pila de libros. Su madre, junto a ella, le explica cómo concentrar toda su energía espiritual y, con suerte, dominar su técnica de vuelo. ¡La pequeña Pan sueña con dar la vuelta al mundo surcando los cielos! Siendo tan solo un bebé estuvo cerca de conseguirlo, pero de manera totalmente inconsciente, algo parecido a los ataques de rabia de su padre cuando era niño.

— ¿Lo conseguiré algún día, mamá? No quiero montar en la dichosa nube del abuelo, me entran ganas de comer solo de verla... Al menos me ha regalado un bastón mágico que me encanta.

— Ya verás, en tan solo un mes serás capaz de hacerlo. La esencia del poder se cimenta con la paciencia, aunque a decir verdad... ¡Yo también era la niña más impaciente de mi clase! — le consolaba Videl, viendo que su hija no podía contener los nervios.

— Eres la mejor mamá. Cuando domine el vuelo, te llevaré al sitio que me...

PUM FSSSS / PUM FSSSS

— ¿Qué está pasando? — Una gota de sudor frío le rasga la cara a Gohan. — ¿¡Pan!? ¿¡Videl!? ¡No puedo sentiros! ¿Dónde estáis? ¡No puedo captar vuestra presencia! ¡No, por favor, esto no puede estar pasando!

Hace unos meses, las esferas mágicas, capaces de conceder cualquier deseo, desaparecieron de todos los universos y marcos espacio — temporales, sin previo aviso, dejando perplejos a los dioses y seres sabedores de su existencia. Los entes que podían crearlas perdieron su magia y ni siquiera los míticos oráculos, conocidos como Uranai Baba y Zuno, daban con la resolución del misterio.

Fuera de sí, Gohan subió las escaleras para coger el cayado mágico que su padre le había regalado a su hija Pan, pero al tocarlo...

— No puede ser. ¿Qué es esta sensación tan extraña? — Gohan salió disparado a casa de sus padres —. No... ¿Qué te ocurre papá? Venga, no me hagas esto. ¡Despierta! ¿Pero qué...? ¡Mamá! ¡Abuelo!

Nada. Silencio sepulcral. Gohan sí podía percibir sus espíritus, sus cuerpos estaban vivos y delante de sus narices, pero no respondían ante ningún estímulo. Estaban muertos en vida, totalmente dormidos. Y tenía la horrible sensación de que jamás despertarían.

Con el paso de los minutos, y a punto de enloquecer, Gohan fue comprobando que todos sus amigos, todos los seres del planeta a excepción de los animales, habían caído en un profundo sueño, transformándose sus energías espirituales en una sombra de lo que fueron.

— No voy a permitir que esto me supere. ¡No voy a dejar que se repita lo que pasó con la nueva Red Ribbon! Esta vez no. Papá, Piccolo, podéis dormir tranquilos, no descansaré hasta arrasar con el origen de esta crisis, y lo haré con mis propias manos terrícolas, pero también con mi orgullo latente saiyan. Es algo que jamás podré cambiar.

El mundo, por primera vez en mucho tiempo, no tenía el salvavidas de las Bolas de Dragón, y Son Gohan estaba más solo que nunca.

Se abre el telón de su gran aventura mística.

La aventura mística de Son GohanWhere stories live. Discover now