Capítulo 3 - En peligro de extinción

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Minutos antes del terrible suceso que asoló el planeta, prediciendo la debacle tras observar el agua sagrada de sus tinajas mágicas, el ermitaño Karin, el puente entre la Tierra y el cielo, le encomendó una última misión a su amigo rechoncho Yajirobai, el espadachín de los bosques.

— No tenemos tiempo de reacción, esta es la única salida que nos queda. Me aterra pensar en nuestra desaparición o sueño eterno, pero el agua sagrada no engaña — aseguraba el ermitaño Karín, un ser peludo muy sabio, de color blanco y con aspecto de gato, que había entrenado a Son Goku hace años —. Debes llevar este pergamino a la Guarida del Desierto. Solo tienes 7 minutos.

— ¿Qué? ¡Estás loco, siempre mandando recados imposibles! — replicó Yajirobai de mala gana.

— Si lo haces, te prepararé una buena cena con un filete a la salsa Cymbal. Ya solo te quedan 6 minutos y medio.

— Está bien... - Yajirobai saca del bolsillo una cápsula Hoi-Poi modelo platino y hace aparecer un jet 748 de propulsión nuclear —. Con esta maravilla que me regaló uno de esos indios llegaré a tiempo. ¿De dónde sacarán la pasta para comprar estos chismes?

FIUUUUUUUM

— Apártate Goku, con esto iremos más rápido. — Bulma saca de su estuche una misteriosa cápsula y la lanza por los aires —. ¡Hoi!

¡POI! ¡BOOM!

De la cápsula aparece una moto blanca alucinante.

— ¿Pero qué has hecho? ¡Eres una maga, lo sabía! — gritó el pequeño Goku perplejo, al ver que aquella chica que acababa de conocer había hecho aparecer un extraño vehículo.

— Anda que, mira qué eres paleto hijo mío. Esto que ves aquí es una moto, un vehículo con el que podremos buscar las Bolas de Dragón a toda velocidad. ¡Y no ha aparecido por arte de magia! - Bulma le muestra su estuche lleno de cápsulas numeradas —. Y esto que ves aquí son cápsulas Hoi-Poi, capaces de contener cualquier objeto en su interior, desde unas braguitas hasta una casa. ¡Son lo más normal en la ciudad!

— ¿Braguitas? ¿Qué son las braguitas?

— ¡Argh! Venga sube, o a este paso jamás llegaremos al oeste.

El jet 748 de propulsión nuclear hacía justicia a su nombre, y en un periquete Yajirobai llegó a la Guarida del Desierto.

— Así que el bueno de Yamcha ha reformado su antigua guarida. ¿Por qué demonios volvería a un lugar así con la de chicas guapas que tenía en West City? — Al mirar el reloj digital de su espada, comprobó que tan solo quedaban 20 segundos para que se cumpliera el tiempo —. Será mejor que me dé prisa. ¿Dónde he puesto el pergamino? Ah, aquí está. Ven con papá Yajirobai.

Al bajar del jet, se le empieza a nublar la vista. ¿Será cosa de la temperatura extrema del desierto? No, no es eso...

PAF.

Yajirobai cae fulminado al suelo, rindiéndose a un profundo sueño.

PAF.

Otro sonido similar se escucha dentro de la guarida.

— ¡Señor Yamcha, señor Yamcha! ¿Qué le ha pasado? ¡Despierte, vamos! — gritaba asustado Puar, un felino extraño, de color azul y marrón, que levitaba por toda la estancia —. ¡Buaaaaa! ¿Qué te está pasando? Sniff...

Entre sollozos, Puar miró de refilón por la ventana de la guarida y entonces lo vio.

— ¡Yajirobai! ¿Tú también? ¡Despierta! — Mientras intentaba reanimarle sin éxito, observó que debajo del cuerpo de su amigo había algo —. Va-mosss... tengo-que-ver qué... tie-nes ahí de... ba-jooo. ¡Buf, cuánto pesas! Ya ca-si... ¡Ay, por fin! ¿Qué es esto?

La aventura mística de Son GohanWhere stories live. Discover now