Vacaciones de Navidad

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Entre los profesores, salvo Snape, había una sensación de malestar y tristeza al enterarse de la inminente ejecución a Buckbeak, el hipogrifo de Hagrid. Supuestamente habría un juicio antes de ello, pero todos intuían cual sería el destino del noble animal. Esto solo le hacía recordar a Remus que si cualquier padre se enterase de su naturaleza canina, posiblemente le denunciarían por poner en peligro a sus hijos, y estando en el Consejo Lucius Malfoy, no sería de extrañar que buscase cualquier excusa o incluso atacase a su propio hijo para culparle a él. Tal vez le esperaría una vida en Azkaban, condenado a que tarde o temprano un dementor le besase en el lugar donde debería estar Sirius, pero Sirius siempre ha sido más listo que él para librarse de las cosas.

Otra vez pensando en Sirius, es inevitable, como un camino unidireccional del que no puedes escapar. Todas las calles te llevan a Sirius Black. Y huelen a perro mojado y whiskey de fuego añejo. Cómo echaba de menos ese olor, joder.

Era la mañana de Navidad y había un desayuno especial en el gran comedor. Todos intentaban disfrutar del desayuno entre bromas y charlas animadas. La mirada de Snape siempre estaba ahí, sospechando constantemente de las intenciones de Remus.

Hace tiempo que dejé de ser Lunático, Quejicus. Se decía esperando que Severus utilizase la legeremancia contra él. Hace años que las travesuras dejaron de tener sentido.

Los merodeadores hacía tiempo que habían muerto.

Intentó eliminar esos pensamientos de la cabeza y centrarse en la anécdota sobre los gemelos Weasley que estaba contando Mcgonagall.

Siempre supo que ella tenía que ser severa y era algo intrínseco en ella, pero también sabía que disfrutaba muchísimo de las bromas aunque nunca mostrase ninguna emoción ante ellas.

— Os lo juro, esos gemelos son como Remus y sus amigos cuando estaban en el colegio, me van a volver loca, pero tienen una cabeza privilegiada que sólo utilizan para crear el caos.

Esa frase le hizo volver atrás en el tiempo, pensando en todas las veces que habían pasado por el aula de castigo, en todas las travesuras realizadas con la capa de invisibilidad de Cornamenta y el mapa del merodeador.

La nostalgia le invadió inundando sus pulmones. Sentía que ya no sería capaz de volver a respirar. Se ahogaba pensando en aquella vez que se colaron en la sala común de Slytherin para echar polvos picapica en los calzoncillos de Lucius Malfoy. Se asfixiaba bajo el recuerdo del día que conjuraron las botas de Quejicus para que no pudiera parar de bailar.

Minerva se dio cuenta de lo que estaba pasando. «Será mejor que se retire a su cuarto, tiene mala cara». Le mostró su sonrisa más dulce y sus ojos sabios le miraron con comprensión. Y Remus no quiso perder la oportunidad de marcharse a llorar una vez más en su cuarto.

Antes de salir del salón saludó a Harry, Ron y Hermione con la mano. "Nos vemos ena cena, chicos".

Subió al aula de Defensa contra las artes oscuras y se metió en su cuarto. Se quitó el abrigo y se miró al espejo. "Dónde quedó Lunático, dónde quedo yo".

Las navidades siempre eran difíciles, no estaba James cantando villancicos terribles, no estaba Lily decorando el árbol con él, no estaba Peter para tocar la pandereta para los villancicos de James, y no estaba Sirius para pasearse sin camiseta pero con un gorrito de papá Noel.

Las lágrimas silenciosas empezaron a rodar por su cara y decidió que era el momento de felicitar las navidades a Maggie.

— ¡Remus, cariño! ¡Felices fiestas! ¿Cómo estás?

— Felices fiestas a ti también. ¿Qué plan tienes para esta noche?

— Ya sabes, comer, beber, echar de menos a Phil y desear que tú no eches de menos a nadie, aunque sé que eso no pasará.

Homo Homini LupusWhere stories live. Discover now