Capitulo 10

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Odiaba hacer trabajos en grupo, siempre terminaba yo haciendo todo y los idiotas irresponsables se llevaban la calificación gratis

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Odiaba hacer trabajos en grupo, siempre terminaba yo haciendo todo y los idiotas irresponsables se llevaban la calificación gratis.

Para variar, terminando el horario escolar debía juntarme con Izan en la biblioteca, le había dicho a mamá que haría una tarea con Carla. Si supiera que era mentira y que días atrás nos encontramos con Izan de camino a casa, y vaya, vaya, que encuentro fue ese.

La verdad no me esperaba que Izan me besara y tampoco le tenía altas expectativas, pero su forma de besar estaba lejos de ser sutil, por el contrario no fue como el beso con el desconocido, el cual había sido espontaneo y atrevido, en cambio Izan expresaba pasión y deseo.

Ademas no sabía si reírme o molestarme por mi panty media rota, dudo que mamá quiera comprarme más y en este pueblo no vendían de mí estilo, así que en casa me había puesto unas color piel y un short apretado debajo de la falda para mayor seguridad.

Mientras esperaba a Izan al fondo de la biblioteca para que nadie nos viera, me puse a revisar las redes sociales comiéndome una manzana, cuando la terminé me volteé a votarla en el tacho de la basura que se encontraba cerca y al sentarme derecha di un salto y un grito de sorpresa al ver que Izan estaba sentado frente a mí.

—No se puede gritar en la biblioteca, bacteria. —Se cruzó de brazos apoyándose en el respaldo.

Llevaba una gorra azul oscuro con visera y la línea de su mandíbula se marcaba levemente redondeada. Y pensar que nos besamos.

Concéntrate.

—Me asustaste, no te escuché llegar —respondí.

—Me tomo en serio lo de no meter ruido en la biblioteca.

—Exagerado, no hay nadie. —Rodeé los ojos

—¿Y la carta?

—Para provenir de una familia con un poder económico considerable, eres bastante maleducado. —respondí.

—Heather, no tengo mucho tiempo ¿no te enteraste lo que ha pasado con tu compañero de clases?

—Si, la hermana de Gabriel.

—Exacto.

—Pues... yo tampoco tengo tiempo, tuve que mentir por tu culpa. —Me puse de pie—. Y te quedas con las ganas de saber —agregué para irme, pero me agarró del brazo jalándome hacia atrás, de modo que quedé sentada en la mesa al lado de él.

—¿A quién le mentiste? —preguntó sorprendiéndome su interés.

—A mis padres.

Me miró y se mordió el interior de su labio inferior, como si estuviera pensando. Claramente ese gesto suyo no me ayudaba a concentrarme.

—¿Por qué le mentirías?

—¿Por qué haces tantas preguntas? —Metí mi mano en el bolso—. Aquí tengo la carta.

Wyland ¿Libertad, castigo o salvación?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora