cariño, despierta

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cariño, despierta

Se ahogaba en el frío. Las extremidades se le agarrotaban, las mejillas se le resquebrajaban. Las uñas de sus manos parecían a punto de desaparecer, sus ojos iban a salirse de sus órbitas. Harry no tendría tiempo de ver la sangre, solo sus venas moradas recorrerle el cuerpo. En algún momento explotarían. En algún momento su corazón latiría hacia la nada. Harry iba a morir, y el frío no dejaba que se apartara de esa idea. Todo era silencio y no había manera de pedir ayuda. De repente, un nítido pensamiento le hizo encogerse de dolor: todos sus seres queridos habían muerto. Silencio, le dolía la tripa y sabía que iba a morir justo en ese momento, pero del cielo, sin previo aviso, apareció una voz dulce.

—Cariño, despierta.

Harry alzó como pudo un brazo. Se puso de puntillas. Quería alcanzar el blanco celestial.

Unos ojos azules la miraban preocupados. Harry no se encontraba en la nada helada, sino en una cama. La luna iluminaba una fracción de la habitación y su corazón latía desbocado, pero no tanto como en un sueño. Sus manos no estaban plagadas de venas y, dentro de lo que cabía, estaban calientes. Su cuerpo retenía el calor y en la mesita de noche tenía un móvil que le permitiría contactar con su familia al instante. Podía pedir ayuda. Las personas que amaban no se encontraban incomunicadas. Estaban vivas y disponibles.

Una mano casi desconocida le retiró un mechón de pelo tras la oreja. Casi desconocida, porque aquella tarde la había estrechado. Aquella chica se llamaba Louise. De ella tan solo tenía una primera impresión: alegre.

—Estás sudando. ¿Quieres que vaya a pedir un vaso de leche caliente?

Harry negó con la cabeza y trató de levantarse de la cama apartando las sábanas de la parte inferior de su cuerpo. Sin embargo, sus piernas temblaban. Louise puso una de sus pequeñas manos en su muslo y la miró con dulzura infinita.

—Un mal sueño, Harriet. Pero ahora estás despierta. Todo va bien.

Sentía que no tenía saliva. Que no podía hablar. Volvió a negar con la cabeza y se concentró con fuerza para que palabras pudieran salir de sus labios. Solo necesitaba una palabra. Era importante.

—Harry —dijo.

—Harry. ¿Leche caliente?

Harry no quería leche caliente. Si estuviera en su casa, se refugiaría en las sábanas de su hermana pequeña, cerrando los ojos con fuerza y procurando que las lágrimas le salieran silenciosas. Se pasó la mano por la cara.

—No. Yo... yo...

—¿Qué necesitas? Dime.

Aquella Louise era demasiado amable. Su mano le acariciaba la espalda. Un mechón de su desordenado pelo corto caía sobre su frente. No podía creerse que estuviera a punto de decir aquello. Pero todo su cuerpo parecía no haber comprendido que aquella pesadilla estaba en su cabeza y no era real. Todo a su alrededor era cálido, pero ella seguía sintiéndose a punto de morir.

—¿Puedes dormir conmigo?

Vio cómo Louise trazaba una pequeña sonrisa en su rostro y asentía con la cabeza. Harry se dejó arropar por su nueva compañera de cuarto, dejó que sus brazos la abrazaran y su cabeza ocupara el hueco de su cuello.

—Cierra los ojos, cariño —la oyó susurrar mientras le acariciaba la mejilla —. No hay nada que temer.

morfeo ; fem! lsWhere stories live. Discover now