Prólogo

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Un respingo doble rompió el sepulcral silencio de aquella nada, ambas llevaron sus manos a sus corazones, que latían desesperados, fueron así largos segundos, hasta que la mayor de las dos alzó la vista hacia su compañera

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Un respingo doble rompió el sepulcral silencio de aquella nada, ambas llevaron sus manos a sus corazones, que latían desesperados, fueron así largos segundos, hasta que la mayor de las dos alzó la vista hacia su compañera.

La castaña tosió, con expresión de dolor, recargando su cuerpo sobre su brazo.

—H-Hey... ¿Estás bien?

La otro asintió, y sus ojos se encontraron por primera vez en lo que sus memorias recordaban, pero una extraña sensación de familiaridad les invadió a ambas.

Cuando sus miradas se desconectaron, vieron a su alrededor por primera vez.

Una nada gigante y cada vez más oscura las rodeaba, pero separándola de ella, paredes de cristal, lo que parecía ser lo único iluminado era esta caja gigante en donde se encontraban, el suelo de un impecable y brillante blanco.

Los ojos de la mayor viajaron hacia arriba y hacia arriba, donde el cristal infinito no terminaba, y tampoco veía de donde provenía esa luz.

—¿Qué es esto? —escuchó hablar a su compañera, notó a la chica acercarse al cristal, colocó su delgada y delicada mano sobre este, luego colocó la otra y sus asustados ojos vieron lo que la rodeaba, aunque no era nada más que la oscuridad—. ¿Dónde estamos?

La mayor negó, no lo sabía, sus pies retrocedieron mientras buscaba algo más en aquel lugar, pero nada.

Escuchó un golpe, y miró a la otra muchacha, quien comenzó a golpear el cristal con todas sus fuerzas, con los puños, a patadas, la escuchó gritar de furia, y tuvo miedo de detenerla y recibir uno de esos golpes, así que se mantuvo detrás de ella.

—Ya, ya, para... Para... ¡Que pares! —tomó su brazo y lo tiró hacia atrás, para su sorpresa, la chica sólo se rompió en llanto y la abrazó con firmeza, llorando en su hombro, haciendo que se sintiera incómodo—. Ya... —finalmente rodeó con sus brazos, dejándola desahogarse, porque no podía hacer nada más.

Mirando a la infinita caja, no supo qué más podían hacer a demás de llorar, de miedo, de impotencia o de ignorancia, quizás de todo eso y más.

Y mirando su cárcel de cristal no pudo evitar soltar unas lágrimas también.

Y mirando su cárcel de cristal no pudo evitar soltar unas lágrimas también

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Lovely | JenlisaWhere stories live. Discover now