Capítulo uno

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—Soy Jennie

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—Soy Jennie.

—Soy Lisa.

Las dos se miraron de los extremos opuestos de la caja, sus manos tocaban el cristal y recorrían el cuadrado donde se encontraban.

—Esto... ¿Tú... Tampoco recuerdas nada? —
preguntó Lisa con cierta timidez, comenzó a peinar su cabello hacia atrás, cosa que hacía cuando se ponía nerviosa, la mayor no había necesitado mucho tiempo para darse cuenta de aquello.

—No —respondió la otra, sus ojos fueron hacia el exterior, a la oscuridad, algo de luz escapaba de la caja y se reflejaba en el suelo, de un sucio color gris, podía ver las grietas.

—Pues, te veo muy calmada para esta situación —Lisa sonrió de forma temblorosa, sus manos temblaban aún más, estaba por entrar en pánico de nuevo de pensar en aquel extraño encierro y situación.

Jennie la miró con expresión fría e indecifrable, habló con la misma frialdad.

—En situaciones como estas, una tiene que estar nerviosa por las dos, y otra calmada por las dos —ella miró sin saber qué decir—. Si las dos estuviéramos en pánico, esto sería una batalla a muerte —continuó—. Y si las dos estuviéramos calmadas esto sería un aburrimiento mortal.

Sus ojos se conectaron un momento, y Jennie pudo ver el segundo en que la chica comprendió y aceptó la verdad.

—Tienes razón —murmuró, mientras continuaba caminando, Jennie le siguió, continuando la distancia que las separaba.

No supieron cuánto tiempo continuaron haciendo eso, simplemente pareció eterno.

—¿Cuánto tiempo crees que haya pasado?

Lisa tragó duro, su vista fue al suelo.

—No lo sé... —murmuró—. Me da miedo todo esto, ¿sabes?

—Es comprensible —dijo Jennie—. También tengo miedo.

—Lo llevas mucho mejor que yo —comentó la rubia con una sonrisa temblorosa, sus manos volvían a agitarse—. No sé nada, ni dónde estoy, ni cómo llegué aquí, ni cuánto tiempo pasó... Estoy aterrada.

Jennie la miró temblar, se acercó a ella despacio, colocó sus manos sobre sus hombros, y Lisa la atrajo hacia ella y la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho, mientras su cuerpecito se agitaba por el llanto y el miedo, Jennie la abrazó de regreso, frotando su espalda, dejándola descargar todo lo que necesitaba sobre ella.

Sus gatunos ojos miraron hacia la luz cuando notó que está comenzó a ser cada vez más tenue, vió el lugar oscurecer, y todo tomó un color un poco más azul y apagado.

Cuando la menor se apartó del abrazo y encontró todo más oscuro abrió sus ojos con espanto.

—Con calma —murmuró Kim, llevó sus pulgares hacia sus mejillas, y limpio sus lágrimas—. Deben anunciarnos que es de noche, deberíamos dormir.

—¿Quienes? —preguntó.

—No lo sé... Pero debe haber alguien detrás de todo esto, ¿no crees?

Lisa asintió, se apartó de las manos de Jennie, miró en todo el interior de la caja, donde no había nada más que suelo.

—Supongo que tendrá que ser en piso —murmuró, y simplemente se recostó allí, Jennie se recostó cerca, mirando hacia arriba, hacia el infinito vidrio de más paredes que no terminaba de crecer.

—Desearía que fuera una cama —murmuró la castaña, y la otra asintió.

Y como si lo hubieran escuchado, el duro suelo se hundió ligeramente en la suavidad nueva de lo que se sentía como un colchón, ambas miraron alrededor con algo de sorpresa, al voltear, un par de almohada igual de blancas las esperaban, las tomaron con algo de duda, pero en verdad eran simples almohadas, que terminaran acomodando debajo de sus cabezas, Lisa medio abrazándola.

—Jennie...

—¿Sí?

—¿Puedo tomar su mano?

La mayor extendió su mano hacia la de ella, tomándola con suavidad, era delgada, suave, aunque podía definirla como esponjosa también.

—No sé cómo iremos a despertar mañana —murmuró Lisa—. Pero no quiero perderla, al menos no estoy tan sola...

—Tranquila, Lisa —dijo la mayor, su voz grave sonaba casi inmaculada, imperturbable—. No pienses en esas cosas, sueña un poco para escapar un rato, seguiré aquí.

La rubia sonrió, por primera vez, con más seguridad.

—Hasta mañana.

—Hasta mañana, Lisa.

—Hasta mañana, Lisa

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Lovely | JenlisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora