Capítulo 52

24 3 4
                                    

Recordé el apoyo que le había brindado a Mirka durante la muerte de sus padres. Recordé las lágrimas que recorrían su rostro sin cesar, recuerdo como pensé —y sentí— que eran ciertas. Sentí verdadera pena por ella, compadeciéndome por estar atravesando un momento así. Permití que me tratase peor de lo que ya lo hacía, pensando que así la ayudaba. Que descargar su rabia sobre mí la ayudaría a superarlo.

Ahora todo tenía sentido.

Ante el mundo, Nandy criticaba a Mirka tanto como el resto. Conmigo, Nandy reflejaba una expresión diferente. Siempre sintió cierta pena por ella, sospecho que la engañó al igual que lo hizo conmigo. Recordé los momentos que Nandy pasó a su lado cuando los Banjaban murieron. Cuando Oldrich se marchó. Pensando que, quizá, fue entonces cuando Nandy le reveló lo que estaba ocurriendo entre su futuro marido y la sirvienta de aquel lugar.

Desconocía el porqué, pero me había vendido como si nuestra amistad jamás hubiese importado.

Después de todo, pensé que lo único real en Mirka era el amor que sintió hacia sus padres.

Algo que ni siquiera fue verdad, pues ella misma ordenó acabar con ellos.

—Mirka se encargó de ocultar aquel secreto, enterrando tu cuerpo y el de tu familia; tanto tus padres biológicos, como tu madre adoptiva.

Madre adoptiva.

Aquellas palabras dolieron mucho más de lo que pude reconocer.

Mi corazón latía sin ningún tipo de motivación.

Parecía estar a punto de desvanecerme, tal y como lo hicieron todos ellos.

—Todo eran cenizas, así que supongo que nunca sospechó que no te encontraras ahí cuando todo ocurrió. Le aseguraron haberte visto dentro y con eso pareció bastarle.

De nuevo, aquella expresión triste se reflejó sobre su mirada. Parecía estar tan roto y descompuesto como yo. Como si miles de noches hubiese soñado con este momento. Como si le hubiese atormentado durante aquellos seis años el no poder decirme la verdad.

—¿Quieres saber por qué no fui a tu entierro, Danka?

Me encogí de hombros, fue la única reacción que tuvo mi cuerpo. La única que, al menos, me permitió hacer. Todo giraba a mi alrededor, tenía la mente aturdida, mucho más nublada de lo que la había tenido en toda mi vida.

—Porque fui incapaz de procesar todo lo que había ocurrido. Te había perdido, Danka. No pude vivir con ello.

Recorrió los escasos pasos que quedaban entre nosotros y clavó su mirada en la mía. Yo estaba perdida, absorta en otro universo. Mis hombros pensaban, mi pecho era incapaz de tomar aire. Sin duda, parecía estar a punto de caer sobre el suelo. Él lo percibió, porque trató de consolarme con aquellos ojos color verde oliva, mientras admiraba como los míos se encontraban repletos de destellos. No de felicidad, de tristeza. De dolor.

—Descubrí que Mirka había dado la orden de ejecución bajo mi nombre, así que traté de coger a nuestra hija para escapar, pero ella me aseguró que si no cumplía con el matrimonio que había sido pactado entre nosotros el final de ella se convertiría en el mismo que el tuyo. Me obligó a aparentar que todo iba bien, que la amaba tanto como te había hecho pensar a ti días atrás. Lo hice por nuestra hija, no me quedaba a nadie que salvar; tan solo podía aferrarme a que ella tampoco se fuera.

Ahora lo comprendía. Mi mente razonó al fin, comprendió el porqué al parecido que aquella niña de cabellos dorados tenía conmigo.

Era igual que yo, una calcamonía de la que era su verdadera madre.

La leyenda de RachellaWhere stories live. Discover now