Capítulo 23

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No sé qué hora sea, pero seguro es de madrugada. Aún así, no consigo quedarme dormida.

Miro el techo, a pesar de la oscuridad, y suelto el aire por la boca.

Ya no hay marcha atrás.

No hay momento para arrepentimientos, ya he tomado una decisión, y debo actuar lo antes posible, antes de que sea tarde y ya no pueda hacerlo.

Nadie más sabe del embarazo más que Prim, eso me dará una ventaja.

Tengo todo planeado, sé cómo cubrirlo. Diré que fue un accidente, seguro ella lo creerá.

No sé qué pensará de mí si descubre la verdad. Nada bueno, eso es seguro, pero no puedo tener a este niño, no puedo permitirlo.

Paso casi el resto de la madrugada en vela, esperando que amanezca. Y cuando el sol se cuela por la ventana, me levanto de la cama y comienzo a vestirme en silencio.

Noto que las manos me tiemblan mientras me pongo la ropa, pero trato de ignorarlo. Me trenzo el cabello, intento comer algo, a pesar de que mi estómago se queja. Me pongo la chaqueta de cuero de mi padre. Y salgo.

Camino por la calle, y noto que sigue el temblor en las manos. Otra vez, intento ignorarlo, pero noto que el miedo aumenta.

Doy cada paso hacia el quemador decidida, obligándome a no echarme para atrás.

No hay momento para ser cobarde. No puedo permitírmelo.

—¡Katniss! —escucho detrás de mí. Me paralizo.

Volteo, y veo que Gale. Se acerca corriendo.

Intento disimular, aunque con él da igual. Seguro notará mi nerviosismo.

Seguro estará por irse a las minas. Pero no entiendo porqué esté buscándome, a menos que...

—Catnip —se acerca, parece un poco nervioso. Lo cual no es común.

—¿Qué ocurre? —pregunto, intentando sonar tranquila, pero seguro nota mi tensión.

Respira con dificultad, da unos cuantos pasos. Se acerca más.

—¿Estás embarazada? —pregunta sin rodeos. Se le cuela la ilusión en la voz—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

El sólo escucharlo, me pone mal.

Me tenso, y el pánico aumenta.

—Porque no voy a tenerlo —le suelto, mucho antes de pensar si es buena idea.

Lo veo en su cara, en la manera en que abre los ojos. He cometido un error al decírselo.

—¿Cómo que no vas a tenerlo? —comienza a alzar la voz, indignado. Su expresión se endurece—. Es mi hijo.

—No quiero niños —respondo calmada—. Y lo sabes.

—Catnip.

Niego con la cabeza.

—No puedes obligarme.

Por la manera en que me mira, parece que sí puede hacerlo. Y es que, sé que él no suplicará, ni explicará. Ni pensará que puede hacerme cambiar de idea con ruegos, porque él es el único que sabe cómo funciono.

—No vas a hacerlo —dice con autoridad. Me mira con dureza—. No lo permitiré. He sabido que mucha mujeres han muerto por eso. Personas que conocíamos, no permitiré que te pase eso a ti.

Siempre has sido tú Where stories live. Discover now