Capítulo 30

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Peeta

Despierto temprano, supongo que por la costumbre, y veo que Willow sigue dormida. Eso sí que es nuevo, ella casi siempre se despierta a esta hora en busca de comida.

Miro detrás de ella, y veo a Katniss, quien también está dormida. Parece estar tranquila, pero luce bastante cansada, sé que no ha sido fácil para ella, puedo verlo en su cara, en las ojeras que tiene bajo los ojos. Sin embargo, parece querer seguir aquí por convicción propia, no porque alguien la esté forzando.

Algo se remueve dentro de mí al pensarlo, surge un atisbo de alegría. Porque ella en verdad la quiere.

Cómo dolió ver que la rechazara desde el embarazo, cuando nació. Pero ahora todo ha cambiado, la cuida, se preocupa por ella, le demuestra su amor. Parece que, al igual que yo, está dispuesta a hacer lo que sea para protegerla.

No sé exactamente el porqué de su cambio, qué la hizo cambiar de opinión. Quizá sea debido a su instinto de proteger, algo que siempre ha hecho con los que ama. Y me alegra, porque siempre supe que ella sería una gran madre, a pesar del miedo que tenía por convertirse en una.

No me cabe duda de que lo es, no podría pedir a alguien mejor para mi hija. La manera en que está tan dedicada a Willow, en que la cuida a pesar del cansancio, simplemente me asombra.

Parece que Willow se percata de mi mirada, porque se despierta, y me mira.

Le sonrío, y le acaricio la barriga.

—¿Ya no tienes sueño? —susurro, para no despertar a Katniss—. ¿Cómo puedes estar como si nada a esta hora?

Ella bosteza, y estira las piernas.

Qué pequeña es.

Es tan irreal pensar que una pequeña parte mía y de Katniss pudieron formar a alguien tan especial como ella. A primera vista se parece mucho a mí, pero le veo mucho más parecido a su madre. Es como una pequeña copia de ella, pero con ojos azules y cabello rubio.

Cuando supe que Katniss estaba embarazada, sí que dolía pensar en la posibilidad de que pudiera tratarse del hijo de Gale, no del mío. Pero, al final, fuera de quién fuera, doliera lo que doliera, sabía que ese bebé no merecía el desprecio de su madre.

No merecía vivir lo mismo que yo.

De cierta manera comprendí a Katniss, podía verlo en su cara, estaba aterrada, porque uno de sus mayores miedos estaba haciéndose realidad. Intenté soportarlo, pero no puede tolerarlo por mucho, no toleré la idea de que ella se convirtiera en alguien como mi madre, que pudiera tratar a mi hija de la misma manera. Dolieron mucho las cosas que ella dijo, cuando rechazaba a Willow, cuando se negaba a darle de comer.

Y quizá debería dejar de una vez por todas todo eso atrás, porque ella está aquí, dispuesta a cuidar de Willow. Pero, aún duele, y es como si hubiera un montón de problemas entre nosotros detrás.

Esto es sólo como la punta del iceberg.

La amo, más que nada, pero necesito sanar. No tendría ningún caso volver, e ignorar todos los problemas que vamos arrastrando. Ambos necesitamos curar heridas, porque parece que ella también está dolida conmigo.

Saco a Willow de la cesta, y la cargo, para que no se ponga a llorar y deje dormir un poco más a su madre. Ella me mira, y en medio de este momento tan intimo para ambos, me invade la misma sensación que cuando la cargué por primera vez.

Ese día Prim llegó a la panadería, parecía angustiada, y me pidió hablar en privado. Me contó que Katniss había dado a luz, que era una niña, y que era idéntica a mí.

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