Capítulo 29

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—¿Desde cuando?  —pregunta.

Me obligo a sostenerle la mirada.

—¿Desde cuando qué? —la voz me tiembla, al igual que el resto del cuerpo.

—¿Desde cuando te ves con el panadero?

—No te interesa.

Mi respuesta parece encolerizarlo más. Se acerca.

—¿Que no me interesa? —intento empujarlo, me agarra las manos con fuerza—. No seas cínica. Por eso estás aquí. ¿Qué le has dicho? ¿Que es su hija?

No contesto. Aprieta más el agarre, consigue lastimarme.

Intento soltarme, él aplica más fuerza.

Lo miro a los ojos, y parece saber la verdad, pero por alguna razón se resiste a creerlo.

—En verdad te subestimé —escupe con odio—. Decidiste meterte a la cama del panadero sólo para tener un poco más llena la barriga. No voy a dejar que mi hija sea criada por una cualquiera.

—Ni siquiera es tu hija.

Mis palabras parecen enfurecerlo aún más, me sujeta los brazos y me hace retroceder hasta que mi espalda golpea la pared con fuerza.

Un dolor intenso aparece por el impacto, intento recuperar el aliento, y la desesperación crece. Porque él es mucho más fuerte que yo, y porque, por lo furioso que se encuentra, parece dispuesto a lastimarme enserio.

—¡Yo soy tu esposo! —grita, no me suelta—. ¡Eres mi mujer! ¡Sólo mía! ¡Y esa niña es mi hija, no de él! ¡Y si no te ha quedado claro, haré que lo entiendas!

Willow comienza a llorar, la impotencia crece. Entonces, antes de que él pueda hacer cualquier cosa, se abre la puerta.

Ambos volteamos. Peeta entra, se queda quieto.

Sus ojos pasan de mí a Gale. Y parece que Gale acaba de encontrar a alguien más con quien desquitar su odio, porque me suelta, y se le acerca.

—¿Crees que lo has conseguido? —lo enfrenta, Peeta se mantiene tranquilo—. ¿Crees que no me daba cuenta de cómo no le quitabas la mirada de encima? ¿De que ella te interesaba? Pero fui yo quien se casó con ella. Ella es mi mujer, no tuya.

—Es tu esposa, es cierto. Pero no tienes ningún derecho de tratarla así.

—¿A ti qué te importa? —lo empuja—. ¡Lo que pase con mi mujer o mi hija no es de tu incumbencia! ¡No tienes ningún derecho de llevártelas!

—Es mi hija —se le tensa la mandíbula—, y haré lo que sea para que esté bien.

—¿Cómo lo sabes? —se mofa Gale, intenta intimidarlo—. Cada vez que llevaba a Katniss a la cama me aseguraba de hacer bien mi trabajo.

—Será mejor que te marches.

—No voy a hacerlo hasta que Katniss venga conmigo. No tiene nada que hacer en este lugar.

—No voy a ningún lado contigo —digo.

Ambos voltean a verme.

—¡Tú cierra la boca! —me grita Gale—. ¡No finjas que él te interesa! ¡Porque sólo le abriste las piernas para no morirte de hambre!

Parece ser la gota que derrama el vaso, porque Peeta lanza el primer golpe. Gale le responde, sacando toda la furia que tiene dentro.

Willow sigue llorando, me acerco y la saco de la cesta. Intento calmarla mientras ellos siguen golpeándose.

Decido no involucrarme, porque sólo empeoraría todo.

Peeta parece tener ventaja sobre Gale, no me extraña, porque era de los mejores en los torneos de lucha de la escuela. Pero, a pesar de ir ganando en la pelea, de alguna manera consigue controlarse.

Siempre has sido tú Where stories live. Discover now