Capítulo 32

1K 71 21
                                    

Todo mi cuerpo se encuentra tenso, y él parece notarlo, porque me masajea la mano, intentando deshacer el firme puño en el que se encuentra cerrada.

Siento su mirada, pero no dice nada.

No me suelta, yo tampoco hago el intento por zafarme.

No quiero que me suelte.

Noto que sigo temblando, él aprieta un poco más el abrazo.

—Tranquila —susurra con suavidad, siento sus labios rozarme la frente—. Estás a salvo conmigo, no voy a permitir que nada malo te suceda. Lo juro con mi vida.

Sigo sin poder hablar, y noto que la inflación en la garganta aumenta un poco más, al igual que el dolor.

Él me sujeta con la firmeza que necesito. Y su promesa de que me mantendrá a salvo, consigue aplacar un poco el miedo que se ha apoderado de todo mi cuerpo.

No sé cuanto tiempo nos quedamos así, pero, poco después, Peeta me alza un poco la cara, me mira el cuello. Noto desconsuelo en su mirada, pero de alguna forma intenta ocultarlo.

—Quizá tengamos que pedirle a tu madre que te cure.

Niego con la cabeza.

—Kat...

Vuelvo a negar con la cabeza, y como no consigo emitir algún sonido coherente, sólo lo miro, suplicándole en silencio que no lo haga.

No me discute, quizá por lo mal que me encuentro. Sólo suspira.

—De acuerdo —promete—. No se lo diré.

Me acaricia la mejilla.

—Intenta descansar un poco, quizá te ayude. Te llevaré a la cama, ¿de acuerdo?

Asiento con la cabeza.

Me lleva cargando a la habitación. Me recuesta con cuidado, me quita los zapatos, y me abriga con las mantas. Se sienta junto a mí, y me acaricia el cabello con suavidad.

No me dice nada, sólo me mira, y yo a él.

Parece que va a quedarse por ahora, pero seguro se irá cuando me quede dormida. Le tomo la mano, pidiéndole que no lo haga.

No me suelta, en cambio, se lleva mi mano a los labios. Acaricia mi piel con suavidad. Es como si me prometiera de alguna manera que no se irá, que se quedará conmigo.

Mi cuerpo consigue relajarse de apoco. Se me van cerrando los ojos, y cuando menos me doy cuenta, me quedo dormida.

Cuando despierto, siento tan inflamada la garganta, que apenas y consigo respirar. Me siento en la cama, intento guardar la calma y no desesperarme, porque seguro resultará peor.

No veo a Peeta por ningún lado, parece que después de todo sí se ha ido.

Intento levantarme, pero me detengo al escuchar que se abre la puerta. Es él, entra a la habitación, y tiene a Willow en los brazos.

—Fui por Willow —me explica, se sienta en el borde de la cama, junto a mí—. Pero regresé tan pronto como pude.

Asiento con la cabeza.

Bajo la mirada hacia ella, seguro ya tiene hambre.

Extiendo los brazos para que me la entregue, pero, antes de que él me la dé, veo que entra mi madre a la habitación.

Miro a Peeta confundida.

—Tiene que revisarte, Kat —explica calmado—. No tenía opción. Te escuché mientras dormías, y no conseguías respirar del todo bien.

Siempre has sido tú Where stories live. Discover now