Capitulo 1

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Los pasos hacían eco en aquel abandonado subterráneo, lleno de celdas vacías con una que otra ocupada por un cadáver en descomposición, un panorama que no sorprendía ni un poco a un azabache que mantenía una neutralidad profesional. Iba siguiendo de cerca a un vendedor de esclavos que le servía de guía a través de ese laberinto húmedo y oscuro.

–Es aquí — rompió el silencio el guía, señalando la última celda al fondo de aquel asqueroso lugar.

El joven azabache se acercó y entre la oscuridad pudo distinguir una débil silueta femenina que se mantenía sentada en el suelo inerte y apática de todo.
El esclavista la miró con repudio y abrió la celda de mala gana.
Se adentro y tomó la cadena que se conectaba al grillete del cuello de la chica y la jaló con brusquedad moviéndola, pero no lo suficiente para sacarla de la jaula.

Gritó con frustración y le dio una patada que la chica pareció no sentir o no importarle.

–Maldita perra, siempre es igual — se quejó con notoria molestia.

Es como una muñeca — pensó el chico que la miraba con atención, tratando de analizarla.

–No se va a mover, siempre es lo mismo, aunque la arrastres del pelo o golpees simplemente no reacciona — dijo prendiendo un cigarro nervioso — creímos que estaba muerta o algo pero le hicimos un chequeo y está viva, la tiramos aquí esperando a que muera ¡Pero ha pasado un mes y sigue viva! — dijo alborotando su cabello estresado — ¡Esta maldita perra realmente es..!

–No es problema para mi — lo interrumpió el azabache adentrándose en la celda y cargando a la chica en sus brazos.

–Realmente no sé por qué la quieren, pero al fin no es mi problema. — se encogió de hombros restándole importancia al asunto.

–¿Me la puedo llevar? — preguntó manteniendo su cortesía.

–Si, llévate a esa cosa, no es necesario nada más a partir de aquí — dijo haciéndole un ademán con la mano indicándole que se fuera.

El azabache dio media vuelta y empezó a caminar a paso regular cuando la voz del esclavista lo detuvo.

–Ace — lo llamó y este lo miró sobre el hombro. — dile a Barba Blanca que no se aceptan devoluciones — dijo tirando lo que quedaba de su cigarrillo al suelo.

El chico solo volvió a retomar su andar sin decir nada más.
Notó la delgadez de la chica en sus brazos a través de los harapos que llevaba puestos.
Ace realmente tampoco lo entendía, ¿Para qué quería su jefe una niña cómo esta?
Cuando llegaron a un lugar iluminado bajó la mirada para ver mejor que era lo que había comprado tan barato y se sorprendió al ver una hermosa joven que a pesar de la delgadez y la suciedad se podían notar las delicadas facciones de su pálido rostro, unos labios de un hermoso rosa pálido y un liso cabello castaño, pero de lo que Ace realmente no podía quitarle la mirada eran a esos ojos de mirada opaca y nublada.

–Como una muñeca — repitió está vez en voz alta.

La misión de Ace se veía sencilla pero terminó siendo un infierno. Tenía que comprar a esa esclava sin nombre y cuidarla, sin mayor detalle que ese.
Suspiró con frustración y se dirigió a su auto donde lo esperaban sus colegas que al verlo con ella en brazos no repararon en molestarlo.
Entre burla y golpes por parte del azabache el camino a su casa se hizo rápido.

–¿Crees que estarás bien Ace? El viejo está vez te puso en un aprieto — dijo Marco un amigo y colega de Ace.

–Estaré bien, no es la primera vez que cuido de alguien... O algo — agregó mirando como la chica no había movido ni un músculo durante todo ese tiempo.

Solo Contigo | Portgas D AceWhere stories live. Discover now