Sacudida

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Siempre hay que poner atención a lo que dicen tus profesores o todo se podría venir abajo....

Esa noche Tom no pudo dormir. Cada vez que intentaba concentrarse recordaba el momento justo en que quiso provocarle la mayor cantidad de daño, seguido del momento en el que olvidó el nombre de todas las maldiciones que conocía. Cada vez que ese pensamiento volvía a su mente, se levantaba y escribía en su diario una y otra vez. Como si de esa forma se fueran a escapar de su cabeza cada uno de los momentos previos a bajar la varita, y a sufrir la humillación de ser derrotado por April frente a un gran número de miembros de su casa.

Sabía que esa noticia no se escaparía de la sala común Slytherin, él era demasiado respetado para que se transmitiera esa información a algún miembro de otra casa. Pero aún así lo habían desautorizado. Necesitaba obtener el respeto de todos, o más bien lo que buscaba era el control, tener el poder. Dominar.

Necesitaba vengarse.

Puedo encargarme de ella.

Algunas veces cuando hablaba solo o deliraba por las noches, podía escuchar con toda claridad una voz silbante que solo él podía entender. Un suave susurro que desde las cañerías, lo aconsejaba e incitaba a continuar con su plan. Al escuchar su idea no pudo evitar sentirse tentado, pero desde hacía unos años había decidido que no utilizaría más (por ahora) a la bestia que habitaba la cámara secreta. Era muy peligroso que lo encontraran culpable y lo sacarán de Hogwarts antes de terminar sus estudios, pero tener al basilisco recorriendo por las cañerías era reconfortante.

El basilisco se llevaba sus problemas, era su confidente. Tom no tenía amigos, la serpiente era todo lo que tenía, al menos esta no podía contarle a nadie sus confesiones. El basilisco era un compañero silencioso, que no podía dejar encerrado en esa cámara, le gustaba poder contar con sus susurros nocturnos, lo liberaba algún tiempo para que se deslizara un poco. Tal vez una vez al semestre, no quería llamar la atención, sobre todo con el fantasma de esa molesta niña rondando. Luego lo hacía regresar a la cámara, a su antigua prisión.

Tom empezaba a quedarse dormido, y ella volvía a su mente. No era la primera vez que April lo desafiaba, pero nunca había sido así y nunca nadie lo había presenciado. En esa anterior ocasión él se había vengado, y había pensado que por fin había destrozado su fuerza, pero al parecer cada vez se hacía más fuerte.Era como si el el dolor la fortaleciera.

Tom pensó que por el bien de su plan necesitaba alejarse de April, aunque eso significaba perder a una aliada poderosa y ganar una espía incansable. Pero era preferible eso a desperdiciar todo lo que había luchado por 17 años, no se permitiría fracasar.

Al salir de la recamara al amanecer Tom no encontró a April esperándolo, como siempre, para bajar a desayunar juntos. Tal vez sería más simple de lo que supuso deshacerse de ella, seguramente estaba aterrada, o simplemente buscaba la manera de vengarse luego.

Tom bajó al desayuno solo. April era altiva, hacía preguntas incómodas y era una molestia, pero era una compañía grata cuando el murmullo en la mesa de Slytherin se dedicaba en absoluto a sus actividades nocturnas recientes.

Ella no se encontraba en el gran comedor.

La primera clase del día, Historia de la magia, se impartía en un aula grande y calurosa donde compartían con otra casa. El aula parecía un horno, todos se abanicaban las caras y nadie ponía verdadera atención. Fue uno de los días más calurosos de todo el año.

La clase transcurrió sin problemas, aparte de ese inusual calor para esa época del año. Tom tomaba apuntes en un rincón mientras observaba a un grupo de chicas hablar sobre él, no ocupaba saber leer la mente para notarlo. Ellas lo miraban y hablaban entre ellas y luego negaban con la cabeza. Tom sabía perfectamente a qué se referían y eso le recordaba que debía seguir mirando al pizarrón.

El Origen del Mal: Tom RyddleWhere stories live. Discover now