Tom vs. April Round 2: Celebración de verdad.

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En año viejo Tom recibirá el regalo más inesperado y más necesario que podría recibir.

Tom se despertó de sobresalto, sudando. Soñaba con ella, al igual que las últimas noches. En otras ocasiones habría corrido a escribir en su gastado diario aquella frase recurrente que no dejaba de repetirse con el propósito de por fin creerla. Ahora no podía, estaba atrapado y sin su preciado futuro horcrux, sin este y sin su fiel confidente de sangre fría, tendría que pensar una y otra vez en lo que pasaba con él. Lo que le pasaba con ella.

Tom no veía el momento de poder regresar a Hogwarts. Su hogar. Estar en casa de April le daba cierta ventaja a la chica.

Ya habían transcurrido seis días y seguían en la fabulosa mansión. Tom no podía quejarse, las comodidades eran exageradas, tenía a esa elfina que lo visitaba cada tanto tiempo para servirle en lo que le placiera, le llevaba cada tiempo de comida a su recamara perfectamente organizada y de un sabor en extremo placentero, además de llevarle un traje distinto justo de su talla cada mañana.

Aunque lo que más lo mantenía ahí era el acceso, sin autorización claro está, a la gran biblioteca del señor Tyler que no tenía nada que envidiarle a la sección prohibida del colegio. Libros llenos de información sobre familias mágicas ancestrales y con mágica reservada para personas con el prestigio del ahora residente de una celda cercana a la del igualmente puro tío de Tom. Aquí encontró mucha y buena información sobre los horcruxes, April nunca sabría que ella le había facilitado la creación de ellos.

Tom tenía la cabeza en otro lugar, lejos del lujo de la mansión y de la imponente biblioteca, no podía dejar de pensar en ella. No la había visto en el transcurso de la semana, y por más que preguntaba por ella, recibía la misma contestación ensayada de la elfina doméstica "la señorita Tyler se encuentra mal de salud y no podrán partir hoy".

Tom empezaba a pensar, al igual que Noah, que los elfos domésticos eran criaturas estúpidas que no hacían más que obedecer órdenes, que eran incapaces de utilizar su magia sin que alguien se lo ordenará. Ese pensamiento lo mantendría, muchos años después al utilizar un elfo doméstico ajeno como peón, nunca pensaría que podría arruinar su plan por menospreciar el poder mágico de estas poderosas criaturas mágicas que se toman por menos. Lord Voldemort perdería un horcrux en manos de un Black, aunque sería un pecoso pelirrojo quien terminaría por destruirlo.

Tom no se creía del todo la enfermedad de April, pero era posible después de todo April había pasado todo el día de navidad empapada. Aún así era muy extraño, él nunca había escuchado de una bruja que se encontrara enferma por tanto tiempo sin visitar San Mungo. Empezaba a pensar que April estaba planeando un golpe maestro, pero no podía hacer nada. Estaba a su merced, al menos lo tranquilizaba saber que ella no podía utilizar su magia fuera del colegio.

La mañana del 31 de diciembre Tom ya no podía soportarlo más, ya había devorado todos los títulos interesantes de la biblioteca y empezaba a sentir que había perdido la capacidad del habla. Esa mañana tomó la decisión de irse, no tenía mucho dinero pero sabía que podía llegar hasta Londres en el autobús noctámbulo y tomar el expreso que sabía saldría el primero de enero rumbo a su hogar.

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Esa mañana se vistió y decidió salir a desayunar, ver algo más de la casa. Abandonó su amplia y despampanante recamara y se dirigió al comedor. Ya había comido en ese lugar varias veces, aunque siempre solo, seguramente April le había ordenado a su elfina impedir que él y Noah se cruzaran por la casa.

Sin embargo esta vez fue distinto, cuando Tom entró al comedor encontró la larga mesa rectangular con múltiples sillas desocupadas y en el extremo donde generalmente se sentaría el "hombre de la casa" estaba Noah comiendo distraídamente cereal mientras leía un profeta. Llevaba una pijama lisa de color oscuro, algo poco usual en un pijama, al ver a Tom sonrió y cerró el periódico para poder contemplar a la visita.

El Origen del Mal: Tom RyddleWo Geschichten leben. Entdecke jetzt