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Algunos meses fueron pasando, Elvira y Bruno se iban acostumbrando a vivir juntos, aunque a veces tenían unas pequeñas y cortas peleas sobre porqué cuando Bruno tomaba algo de algún cajón dejaba la puerta abierta de este o porqué Elvira se levantaba de la cama y no la acomodaba.

Realmente ni siquiera eran "peleas" solo era algo que se resolvia con un "Ay, Bruno, de nuevo el cajón" o un "Elvira, la cama".

Fuera de eso, ambos habían aprendido mucho del otro. Bruno veía que Elvira cantaba cuando cosía la ropa que le encargaban o ponía música en el tocadiscos, si no, no podía concentrarse. También que bailaba mientras cocinaba y que no le gustaba barrer o acomodar las cosas, así que de eso se encargaba él.

Elvira notó que Bruno farfullaba mucho cuando estaba nervioso o que cuando escribía sus obras, él mismo leía el diálogo en voz alta para ver sí sonaba bien. Que contrario a lo que la gente creía, Bruno a veces podía ser muy desordenado o muy ordenado, no había punto medio. También vio todos las cosas que hacía para alejar la mala suerte, desde tocar la madera, arrojar sal y azúcar tras su hombro, aguantar la respiración al pasar por un pasillo pequeño o no pisar donde hubiera algunas grietas en la calle.

Bruno seguía yendo a trabajar con Félix y Agustín, mientras Elvira trabajaba con Mercedes. Realmente estaban viviendo una relación muy linda, ambos se estaban conociendo sus hábitos lindos y hasta los más extraños. Incluso ahorraban e iban comprando más muebles o decoraciones para la casa.

Incluso Bruno le había pegado la costumbre de tocar la madera a Elvira y él había adoptado el de cantar mientras hacía el quehacer.

Alma en este tiempo, jamás fue a ver a Bruno, solo su demás familia lo visitaba. Sus sobrinos pasaban bastante tiempo con la pareja y la familia estaba más unida que nunca, a excepción de Alma.

Era de noche, Elvira se recostó con Bruno, quien leía un libro y sus ratitas dormían en una mesita de noche que tenía una pequeña cobijita.

—¿Cómo te fue hoy, mi amor? —Bruno dejó el libro y la abrazó.

—Bien, tuve bastante trabajo y me piqué el dedo con la aguja —Elvira le mostró su dedo índice a Bruno, donde se veía un puntito rojo donde se había picado, la mujer hizo un puchero

—Ay, mi vida —Bruno tomó toda la mano de Elvira dándole un beso en esta

Elvira lo abrazó, mientras este se recostaba en el pecho de la mujer, escuchando los latidos de su corazón. Elvira comenzó a acariciar los rizos de Bruno

—Amor...

—¿Sí?

—¿Te molesta sí le escribo una carta a Bianca? Lo único que quiero hacer es disculparme, aunque debía parar esa boda, fue cruel para ella eso y solamente quiero pedirle disculpas

—Claro que no me molesta, me alegra que quieras arreglar las cosas con Bianca, creo que al final, Bianca merece que le pasen cosas buenas —Elvira le sonrió a Bruno, mientras le daba un beso.

Bruno se acercó más a ella besándola y acariciándola con suavidad.

A la mañana siguiente, Bruno se alistó para el trabajo, Elvira salió con él, pues era el día de descanso de ella, así que compraría las cosas de la despensa que hacían falta.

Se despidió con un beso de Bruno, mientras este se iba sonriente. La gente, como siempre, lo evitaba, pero Bruno ya estaba acostumbrado a eso. Aunque desde lo de la boda, la gente hablaba mucho más de él.

Las opiniones iban desde que "Porqué estaba con alguien más joven que él" hasta que "Sí le había pagado a Elvira por estar con él" o que en cualquier momento Elvira iba a encontrar a alguien de su edad e iba a dejar a Bruno, también estaba la gente que le alegraba demasiado que estuvieran juntos. Y aunque el canoso trataba de ignorar esos comentarios, a veces los sobrepensaba demasiado y lo hacían sentir muy inseguro.

Nuestros Ojos Where stories live. Discover now