Cercanía. 40

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Bruno seguía hablando con su madre, cuando de repente llegaron Julieta con Agustín y Pepa con Félix.

Ambas corrieron a su hermano mientras lo abrazaban.

—¿Ahora con qué estás atormentando a mi hermano, mamá? —Pepa respondió a la defensiva viendo a Alma.

—Tranquila, Pepa —Bruno la miró tomando su mano—. Estamos hablando solamente sobre todo lo que pasó

—Hija, sé que tú también estás muy enojada conmigo —Alma se levantó viendo a la pelirroja mientras esta hacía una cara de fastidio—. Pero Bruno y yo estamos tratando de arreglar las cosas

Pepa suspiró fuerte mientras Bruno asentía con la cabeza.

—¿Por qué no se quedan también? —Habló el menor de los trillizos

Pepa y Julieta se miraron entre sí mientras se sentaban. Félix y Agustín optaron por irse a otro lado para dejarlos hablar en tranquilidad

—Y bien —La pelirroja habló mientras miraba a su madre—. ¿Qué mentira nos dirás ahora?

—Pepa... —Julieta dijo bajito llamándole la atención a su hermano

—Mija, entiendo tu enojo, hablando con tu hermano ahorita, creeme que me hizo ver lo mal que estaba. Mi vida ha estado dedicada a servir a los demás, tanto que los metí a ustedes a este enredo desde que eran pequeños. Perdón por todo el daño emocional que te causé, perdón por hacerte reprimir tus emociones para mantener un día soleado, mi niña —Alma tomó la mano de Pepa—. Los días soleados no son los únicos preciosos. También es hermoso que llueva, que granice o que haga frío. Hermoso es que tengas la libertad de sentir

La expresión de la pelirroja fue cambiando a un puchero, sus mejillas se fueron poniendo rojas al tratar de contener sus lágrimas.

—¿Entonces por qué me presionabas para que siempre estuviera soleado? —Sus lágrimas recorrieron su rostro

—Porque estaba ciega, mija. Estaba cegada en esa falsa perfección que quería para todos. Estaba cegada por el miedo de perder todo de nuevo, que perdí lo que más me importaba, la confianza de mis hijos

Bruno comenzó a lagrimear también, mientras sostenía la mano de Julieta.

—Y mi Julieta, mi niña sanadora, te esfuerzas tanto tratando de sanar a la familia emocionalmente que te olvidas de ti, mija —Alma la miró—. Te pasé mi carga haciéndote cuidadora y me arrepiento tanto, tú también merecías que te cuidaran

—Yo quería jugar, no quería cocinar ni sanar a nadie —Habló algo resentida la mujer

—No saben lo mucho que me arrepiento de mi error, de lo terca que fui... Trataré de ser una buena madre para ustedes, sé que esto no recuperara el tiempo perdido pero... Quiero enmendar las cosas.

Pepa suspiró fuerte, le costaba mucho poder perdonar a Alma, Bruno miró a abajo solamente.

Todos los primos Madrigal y Elvira seguían tratando de animar a Camilo, quien se guardó sus sentimientos para volver a fingir ser tan alegre y carismático como siempre.

—¿Y qué tal es vivir con mi tío? —Preguntó el adolescente tratando de que ya no le siguieran preguntando cosas a él

—Es muy lindo —Elvira sonrió—. Claro, al principio ambos teníamos costumbres diferentes pero nos amoldamos, creo que es muy, muy lindo vivir con Bruno

—¿Han pensado en ya casarse? —Camilo sonrió diciendo la pregunta

Todas las primas Madrigal comenzaron a hacer bulla viendo a la de cabello corto

Nuestros Ojos Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt