Mi corazón

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Rita llegó a su casa hasta la noche, pues había estado practicando en el Albert Hall todo el día con muy poco descanso. Tumbó sus cosas a un costado del sofá y se hecho en él. 

Comenzó a inhalar y exhalar para tranquilizar su respiración agitada. Recapacitó el hecho de que la única y última persona que había visto en el día fue a Paul, puesto que, al entrar en el Albert Hall, se encerró en uno de los espacios para danza, con un espejo frente. Creyó haber visto a Jude de reojo, pero ni siquiera lo tomó en cuenta

De pronto, vino a su mente otro recuerdo; la caja que Paul le había obsequiado.

Se levantó con más ánimos de lo común, jaló su bolso y esculcó entre sus cosas buscando la bolsa negra con la cajilla. De aquella bolsa negra sacó una pequeña caja musical de porcelana, y la primera reacción de Rita fue probarla. 

Dio vueltas a la llave que daba cuerda a la música y con la yema de sus dedos, retiró meticulosamente la tapa, dejando al descubierto una pequeña bailarina sonrojada de porcelana, acompañada de una melodía que pronto hizo que los ojos de Rita se humedecieran
Algo así: https://www.youtube.com/watch?v=OC-uPDyuwP8

Si había algo que le gustase a Rita al grado de sacarle algunas lágrimas, eran ese tipo de melodías tristes o de cuna. Continuó examinando el baile de “Petit” como decía en la caja, grabado en plateado. 

Pronto se dio cuenta de que había una segunda abertura, debajo de la plataforma. Sentía que algo más pasaría, le comía la curiosidad. Así pues, abrió la plataforma y esta vez quedó sin habla alguna
Había un collar con una piedra en forma de corazón, de color azul rey. 

La cadena era completamente plateada y a pesar de ser pequeño, era algo pesado.
La sorpresa aún no había terminado. Rita, estupefacta, sacó el collar para observarlo. Debajo había una pequeña nota escrita en un papel, con cierto olor a vainilla, que decía ni más ni menos con la caligrafía manuscrita de Paul:

“Se te verá hermoso en ti… Esa pequeña bailarina eres tú ¡Mi adorada Rita!...”

Rita no pudo evitar sonrojarse al imaginar a Paul entonando alguna melodía para ella. Pausó por un momento y frotó hacia ella la carta, percibiendo el mismo olor dulce del desayuno con él, imaginándose la posibilidad de que Paul escribiese la carta mientras ella se daba una ducha. Dio un gran suspiro y continuó leyendo

“Te espero mañana de nuevo, a las 6:00 de la tarde. Paul”

-Pero quién lo diría… – reflexionó Rita – enamorar ni más ni menos que a Paul Mccartney.

Como en cualquier película que Rita hubiese visto, acerca de gánsteres que tienen amoríos con alguna joven hermosa de los años 50’s, que les obsequiaban joyas y demás. Podía saber bien a que se atenía con su relación con Paul, por más que ambos se confesaran un gran amor. Verdadero, imposible.
Rápidamente, minimizó esas circunstancias y subió a su habitación junto con la caja y sus ilusiones en ella.

Paul tocaba algunas notas en el piano en el estudio, tan solo por gusto. Pensaba constantemente en Rita, la joven bailarina de la caja. Por esa razón le había de dar una sorpresa – además de la caja musical y el collar – simplemente le eran cosas materiales
Quería compartir con ella algo más que gustos musicales, culturales y demás. Contarle algo, que para ella era secreto. Dentro del grupo había cierta tendencia en probar cosas nuevas – y no solo musicalmente hablando – sino de “probar” literalmente.

Tocó un rato más y después salió de los estudios, camino a su casa.
Al llegar, fue directamente a su teléfono y, sobre una mesa cercana, logró observar una nota meticulosamente doblada. Quiso ignorar dicha nota para poder llamar a Rita, pero indeciso, tomó la nota y leyó una noticia que lo animó inmediatamente

“Querido Paul: Estaré fuera por dos semanas, para las escenas de la película. Jane”

Paul sintió un poco de culpa, puesto que estaba a punto de invitar a Rita a su casa, pero abandonó toda idea de angustia y continuó con su susodicha llamada. Fue la primera vez que Paul había estado nervioso o ansioso por la visita de Rita
Como si se tratara de telepatía, sonó el timbre de la puerta de entrada, haciendo que Paul diera un leve salto de distracción. Caminó hacia la puerta, para encontrarse con la responsable de todas esas ansias


-¡Mírate! Pareces un jitomate – masculló Rita entre risas, al ver el rostro de Paul algo sonrojado

-¡Ah! Si, si… - comentó Paul distraído. Dio un giro a su cabeza para contemplar la imagen de Rita quitándose el suéter que llevaba y dejándola en el sofá. Le parecía simplemente hermosa con el cabello suelto

-Bien, algo traes entre manos ¡y quiero saber que es! – exclamó Rita 

-¿Segura? – contestó Paul, misterioso. Recogía el suéter de Rita, pero ésta lo jaló, deteniéndolo en seco

-Primero una caja de porcelana, después un collar para…

-Ven… - Paul la silenció con un dedo tiernamente. La tomó de la mano para levantarla del sofá, pero antes de que ella dijera alguna palabra, Paul la levantó de las piernas y la cargó

-¡Pero que! ¡NO! – Espetó Rita entre risa y susto a la vez – ¡estás loco! ¡No puedes andar subiéndome cuando quieras a tu habitación!

-Siempre me lo dices… Verás algo que en realidad, te vuelve loco… - Paul continuó riendo al igual que Rita, mientras subían las escaleras – además, no siempre estás en mi habitación…

Cuando llegaron, Paul dejó caer levemente a Rita sobre su cama y él se fue encima de ella, besándola de nuevo, rindiéndose de nuevo ante su rostro con una sonrisa y sus ojos avellanados
Rita intentó quitárselo de encima al principio, pero se fue sintiendo más apretada hacia la cama, por la fuerza de Paul sobre ella.
Continuaron así un buen rato, incluso estuvieron a punto de volver a hacerlo por el frenesí de besos que se había desatado. Sin embargo, algo en Paul lo motivó a continuar con el objetivo de la visita de Rita

-¡Basta! – masculló Rita respirando agitadamente, mientras se ajustaba un poco la blusa y mientras veía con atención cada movimiento de Paul

-¡Bien! – Contestó Paul, subiéndose la bragueta – A lo que iba era esto… - se dirigió a un taburete con un cajón y de él sacó, nuevamente, una caja
-¿Otra sorpresa más? ¿De nuevo una caja? – dijo Rita sonriéndole detrás suyo

-¡No! –Contestó asertivamente – es esto – Paul sacó de la caja, un frasco que tenía unas pequeñas pastillas de color amarillo, o por lo menos eran algo así, que asimilaban a los “Salvavidas” y unos pequeños paquetes de un “polvo” blanco

-¡Que carajos es esto! – dijo Rita, anonadada. Quedó completamente inmóvil en ese momento. No creía el hecho de que Paul le gustara ese tipo de substancias, aunque no lo desalentó

-Son algunos alucinó…

-¡Si sé muy bien que son! – Espetó – mi pregunta es ¿Cómo? – ante tal pregunta, Paul soltó una leve risa y contestó 

-En Agosto del 64’, durante las primeras visitas de “The Beatles” en Norteamérica, un periodista llamado Al Aronowitz, nos presentó a Bob Dylan en la suite de su hotel… Y pues fue algo simple para él mostraros una “planta viajera”…

-Ni más ni menos que Marihuana… - masculló Rita, cruzada de brazos, pues sabía las intenciones de Paul en ese momento

-Así es – contestó Paul, más tranquilo ahora – ¡Vamos!

-¡¿Qué?! – Vociferó Rita – ni creas que probaré eso…

-Vamos Rita, tú no eres como de las chicas modestas. Te gusta probar siempre algo nuevo ¿no es así?

-Puede que tengas razón… - Rita observó a Paul fijamente a los ojos, con algo de preocupación; éste la abrazó y le dio un dulce beso en la frente

-No pasará nada – susurró comprensiblemente – no tienes que hacerlo – hizo una pausa – es solo que quería, quería… compartir esto contigo sabes 

-Trae acá, ¡nena! – espetó Rita decidida, mientras arrebataba la caja de las manos de Paul y tomaba una bolsilla

-¡Dame eso! – contestó Paul, tomó una igual y devolvió la caja a su lugar. Paul se dirigió a una mesa pequeña que se encontraba cerca de la ventana, para lograr ver bien. Rita observaba paciente

Paul comenzó a inhalar poco a poco la delgada línea de polvo sobre la mesa, hasta no dejar absolutamente nada. Sacudió un poco la cabeza y dejó pasar unos minutos. Se volvió a incorporar, con un rostro atontado, con sus pupilas completamente dilatadas.
Miró a Rita fijamente y continuó

-Adelante ¡nena! – espetó retador, con una sonrisa escalofriante
-¡JÁ! – Rita repitió la misma acción de Paul y fue a inhalar en la mesa. 

Esperó unos minutos, cuando de pronto, empezó a marearse. Lo único que comenzó a ver fue un sinfín de imágenes que había visto a través de su vida, con colores, demasiados colores. Sintió como si fuera a caer al vacío por un momento. Memorizó el rostro y los ojos de Paul, esta vez, más verdes de lo normal. Sin importarle, se incorporó, tropezando y cayendo a los brazos de Paul

-Era despacio ¡acabarás con lo demás! – Comentó Paul sosteniéndola fuertemente, preocupado porque Rita no reaccionaba – ¡no debí! – Se sentó en el piso con Rita en sus brazos y esperó unos segundos con angustia – Rita… ¡Rita!

-¡Caíste! –Habló Rita – no sé si notaste que tus ojos son verdes, verdes – con una sonrisa de oreja a oreja

-¡Ahh! – Vociferó Paul, quien no dejó de ver a Rita con recelo – me diste un susto

-Si, si… lo hice ¡sí! – decía, con una voz más alterada que nada y en un ataque de risa ambos.

-Pronto lo sabrás dominar mejor

-Tú me enseñarás después… - susurró Rita, con una voz provocativa – pero por ahora… - bajó su mano hacia la bragueta de Paul. Éste se distrajo de su estado de adormecimiento un poco, captando lo que pasaba – me enseñaras otras cosas, Paulie…

-Pero…- Paul fue silenciado al instante por un beso y un jalón del cuello de su camisa. Rita lo jaló hacia el con fuerza y comenzaba a decir cosas algo extravagantes

-Sí. Tus ojos son grandes, muy grandes y verdes, tan verdes. Tienes una mirada que cualquiera podría hacerte el amor frenéticamente… - continuó Rita, sin dejar respirar a Paul por un momento

Pareciera como si Rita hubiese entrado en un trance completamente privado de la realidad, aumentando su adrenalina. Hubiera sido razonable, si Paul le hubiese dado una buena dosis de éxtasis, pero con marihuana era muy difícil que pasase eso

Rita lo tomaba y jalaba bruscamente hacia ella una y otra vez, jugueteando- aunque simplemente, Paul se dejaba ir por completo, puesto que a él también se le había subido algo la adrenalina- pero tenía en cuenta que Rita no estaba en sus casillas
Ambos volvieron, poco a poco, a despojarse de sus prendas. Rita hacia que Paul la besara desde la cintura hacia arriba, hasta llegar a su cuello y sin duda, ambos estaban envueltos en un frenesí.

A pesar de ello, al poco rato, toda esa energía se fue desgastando hasta terminar con ambos; ahora estaban abrazados, semidesnudos, como si les hubieran administrado por segunda vez un adormecedor

-¿Sabes algo Rita?
-Qué…- contestó recostada en él
-Eres increíble…
-Yo también te odio… -concluyó Rita, quedando completamente dormida.

Jar Of Hearts♥ (The Beatles)Where stories live. Discover now