Leyes De Atracción ♡ ︎ Soukoku

Epílogo

Chuuya siente que le arden las mejillas al ver que Dazai le observa. Es irracional, en realidad, porque durante los simulacros de juicios que han estado haciendo en clase, Chuuya no se pone nervioso ni se distrae con facilidad.

Pero basta con que Dazai levante una ceja o estreche ligeramente los ojos para que sienta que le hierve la sangre bajo la piel. Aunque gran parte de ello puede considerarse una respuesta estimulante a estas alturas, sigue siendo muy...

Se estremece y levanta las manos para poder desabrocharse el botón superior de la camisa, aflojando un poco las cosas porque ya siente calor en todo el cuerpo, a pesar de que la nieve cae libremente fuera de la ventana de su apartamento.

— No te muevas — le ordena Dazai, manteniendo la voz firme a pesar de que Chuuya prácticamente puede ver la tormenta de fuego que se arremolina dentro de esos ojos mientras le miran con avidez.

Es muy irracional, la forma en que todavía siente el calor ardiente entre ellos, a pesar de que llevan tres años de relación y de que definitivamente han tenido sexo cientos de veces. Sigue siendo excitante, la caída en picada de una empinada montaña rusa, cada vez que sus ojos se encuentran o sus manos se tocan, o incluso cuando de repente le asalta un pensamiento aleatorio sobre el estilo de cabello mañanero de Dazai que se encrespa.

— Deja de darme órdenes — protesta Chuuya, aunque sus manos se aflojan y vuelven a caer sobre su regazo. Es él quien está completamente vestido y es él quien está imperiosamente rodeado de decenas de almohadas con la espalda recta contra el cabecero de su cama.

Por otro lado, Dazai está descaradamente orgulloso de su desnudez y de que ya se está encargando de solo devorar a Chuuya con la mirada. Dazai es el que ha perdido la apuesta sobre los resultados de sus exámenes, pero sin duda ha deformado el premio "mimar al ganador" para adaptarlo a sus propósitos.

Es otro recordatorio para Chuuya de que ser abogado realmente le conviene a Dazai: ganaría todos sus casos molestando a todos los que le rodean con la forma en que es capaz de abusar de las reglas y crear lagunas.

Dazai ha argumentado que no puede mimar adecuadamente a Chuuya porque la personalidad de este hace que siempre se preocupe por una serie de cosas (como que Dazai haga alguna estupidez y le provoque dolor de cabeza... hasta el punto en el que a Chuuya le duele la cabeza solo de pensar en esas posibilidades...).

Dazai ha hecho más argumentos sobre cómo la mejor manera de mimar a Chuuya sería asegurarse de que las preocupaciones de Chuuya se jodan en el fondo de su cabeza sin que él mueva un dedo.

...Así que, Chuuya está aquí, esperando a que Dazai siga adelante y haga algo aparte de limitarse a presionar hierro caliente sobre su piel cortesía de sus ojos. Lo verdaderamente bueno de que hoy sea el primer día de sus vacaciones de invierno es que Chuuya no tiene que soportar las miradas de lástima de sus compañeros de clase sobre el lamentable estado de su cuello que aparenta tener las secuelas de los ataques de animales salvajes.

Pero la verdadera lástima. Es que no conozcan el estado del pecho, la espalda y los muslos de Chuuya que consiguen tener un aspecto aún peor, ya que Dazai, como es lógico, tiene una meta clara por marcar a Chuuya.

— Me encargaré de todo — promete Dazai con una mirada lasciva y Chuuya hace una mueca —. Solo confía en mí.

— No hay nada de confianza en un pervertido — replica Chuuya, aunque no consigue reprimir el escalofrío en su cuerpo cuando siente que Dazai se pone encima de él como una pantera mortal, con toda la fluida eficacia de un depredador.

Unas hábiles manos desabrochan la camisa de Chuuya con destreza, la tela se separa como si fuera mantequilla cortada para exponer el torso de Chuuya al aire más fresco, algo que solo hace más evidente el calor que siente. Dazai lo inclina de modo que las uñas de su mano izquierda trazan una línea roja y opaca desde las clavículas de Chuuya, pasando por sus abdominales hasta el vello disperso que forma una especie de flecha rojiza que apunta a sus caderas. Chuuya sisea y siente que su abdomen se retuerce y se enrolla por el contacto.