Capítulo VII: Cecily

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Jamás fue su intensión que eso pasara

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Jamás fue su intensión que eso pasara.

Escuchar los gritos de Marina despertaron en Cecily los recuerdos que se había esforzado por dejar atrás. Los gritos, el fuego… todo el dolor que había causado, volvía a estar frente a ella para atormentarla.

En algún momento sus gritos se confundieron con los de Marina, estaba en el suelo sosteniendo su cabeza, alejando las voces. No quería escucharlo, quería alejarse. Mich agitaba su cuerpo de un lado al otro esperando una reacción de su parte. Axel seguía inclinado sobre el cuerpo de Marina murmurando cosas que Cecily no podía entender. No sabía lo que haría, pero entendía lo enojado que iba a estar con ella una vez el caos pasara.

—Cecy, necesito que despiertes. Por favor, sal de ahí. No dejes que tu mente tome el control.

Estaba despierta, estaba frente a él, ¿a caso no podía verla, escuchar sus gritos? Mich, dejó de sostenerla y la dejó caer al suelo.

—¡Axel!

Fuego.

Las llamas insistían en salir de su cuerpo, escapar de su control. Desde donde estaba, inmóvil, lo primero que Cecily vio arder fue el cuadro que terminó pocos días antes de ese desastre. Los libros que Axel le había regalado, el material de pintura… todo fue consumido por las llamas, no quedaron más que cenizas.

Cecily intentó ponerse de pie, apenas consiguió mantener el equilibrio. Axel estaba en medio de la habitación con los brazos extendidos, intentaba mantener el control sobre el fuego. Si alguien podía lograrlo, era Axel. No había un Extractor más talentoso que él.

Observó a Mich sacar el cuerpo de Marina, lo tiró fuera de la casa como si fuera una bolsa de basura. No tenía tiempo para ser delicado. Volvió corriendo, se agachó frente a Cecily, le hablaba pero ella no podía escuchar lo que decía.

Su mundo había quedado en silencio.

Antes de escapar de la cabaña vio a Axel caer de rodilla con el fuego cerniéndose sobre él, gritaba. Movía las manos atrapando grandes cantidades del poder de Cecily, pero no era suficiente. Todo allí era salvaje, descontrolado, asesino.

Mich la dejó caer junto a Marina, volvió al interior. No dejaría a Axel en medio de aquel infierno, no. Él volvería por su compañero, no iba a permitir que el vínculo entre ellos muriera calcinado por las llamas de Cecily. Era fuerte, rápido y testarudo, ella lo amaba por eso.

—¡Cecily! ¡Tienes que despertar ahora!

«No, no tengo que hacerlo», pensó. «Puedo dejar que las llamas se lo lleven todo, entonces no tendríamos por qué huir. Podríamos estar en paz».

—Su brazo.

Mich levantó la manga de Cecily, empujó su cuerpo para llevarlo cerca de Axel. Él apenas podía mantenerse en pie, sus ojos estaban rojos, llameaban con la misma furia del fuego que se extendía por el bosque.

—Lo siento, Cecily.

Tenía que hacerlo, ella lo sabía. No le importaba. Todo lo que quería era escapar de ese poder, de lo que era. Si no tuviese esa magia, su vida sería más sencilla. Era  el mismo discurso de culpa que se repetía cada noche, cada vez que se sentía atrapada en los recuerdos. Eso no cambiaba que fuese cierto.

Había arruinado la vida de Axel, de Mich… y había acabado con Marina solo con tocarla. Cecily sólo quería salvarla, darle una oportunidad de escapar. Si lograba usar su influencia en Axel, entonces ella estaría bien. La conocía a través de sus ojos, de sus historias. Le agradaba, le temía y la envidiaba.

No merecía morir por su culpa.

Apenas logró asentir, eso bastaría para que Axel entendiera que estaba de acuerdo. Cecily estaría bien. El dolor físico acaba en un instante, aquel que acecha tu mente no se va nunca, se revive una y otra vez, Cecily podía con ello. Estaba acostumbrada a eso.

Axel presionó los dedos sobre su antebrazo, el poder divino se consumió en su interior, de la misma forma que Marina se había consumido por su fuego. Cada gota de poder fue extraída de ella, arrancada.

Había perdido un trozo de su propia existencia. Entonces, todo se oscureció.

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