CAPITULO 1: Los Recuerdos De Aquellos Días (Primera Parte)

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Ella está ahí sentada, con los ojos fijos mirando a la ventana. La verdad es que no sé qué tanto ve. Al otro lado no hay nada interesante, sólo un muro gris de concreto, un par de cables de corriente de electricidad que cuelgan y son agitados por la brisa del viento y parte de la rama de un viejo árbol. Un panorama bastante aburrido. Y pese a eso, ella no despega la mirada de aquel lugar.

Su rostro refleja tristeza. De nuevo, ha sufrido una recaída. No quiere hacer nada. No quiere comer ni salir y tampoco quiere hablar con nadie.

Me duele verla en ese estado.

Quisiera quedarme con ella y pasar más tiempo a su lado, pero el trabajo y las cuentas que llegan a casa sin falta cada mes me lo impiden.

Alguien llama a la puerta, debe de ser la nueva ayudante.

—Hola, buen día. Soy Georgina. ¿Es usted el señor Levins?

—Mucho gusto, Georgina. Jason a secas está bien —con un gesto de mano, la invito a pasar.

Georgia es una mujer robusta de unos cuarenta años, aproximadamente. Tiene grandes cachetes y una sonrisa muy amplia. Su cabello es oscuro y está amarrado con un pañuelo de color azul marino. Ella fue la única que respondió al anuncio improvisado que publiqué ayer: "se solicita cuidadora para persona en silla de ruedas".

—¿Es ella? —pregunta nada más verla.

—Sí, es ella. Bien, sígame, le mostraré el lugar antes de irme.

En pocos minutos, le enseño a Georgina el pequeño apartamento y le indico las actividades que tiene que hacer.

—Creo que de momento eso es todo. ¿Alguna duda?

—Ninguna. Todo está claro.

—De acuerdo, y... por favor, le encargo mucho que la cuide bien.

—Confíe en mí, joven Jason. Está en buenas manos.

Respondo con una media sonrisa.

—El horario de sus medicinas está en la nevera, y si surge cualquier cosa, también están ahí mi número, el número de una compañera del trabajo y el número de emergencias.

—Entendido. Espero que no sea necesario molestarlo. Me aseguraré de hacer un buen trabajo.

—Perfecto, ya sólo me despido de ella y me retiro.

Georgina asiente y procede a ir a la cocina.

Me acerco a la ventana (que es donde ella continúa) y me inclino para tomarla de la mano. Ella no reacciona. Aunque nos separan únicamente unos pocos centímetros, siento como si ella estuviera en otra parte, en algún lugar distante. Alejada de todo. Me parece que ni siquiera se ha dado cuenta de la presencia de Georgina.

—Volveré más tarde. Te quiero.

Sin despegar la mirada del mismo lugar, ella asiente despacio con la cabeza, pero no dice nada. Le doy un beso en la coronilla y vuelvo a levantarme.

Salgo del apartamento y bajo por las escaleras para dirigirme al restaurante en el que trabajo. Echo un vistazo hacia atrás y después, continúo avanzando. Mientras camino, pienso en varias cosas; como en lo diferentes que solían ser mis días antes de que toda mi vida terminara de este modo.

Al pasar por el estacionamiento del edificio, veo un espacio vacío con un cartel azul que indica que es un lugar reservado para personas discapacitadas. Inevitablemente pienso en ella, pero a mi mente también llega el recuerdo de otra persona. Una persona a la que no he visto en bastante tiempo, y a la cual, hice mucho daño.

Avanzando A Tu Lado © (En Revisión)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora