Amanda

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Terminó de arreglarse la pestaña y se miró una última vez en el espejo. La castaña ya se había vestido y maquillado hacía un rato, pero todo el tiempo sentía que algo andaba mal con su apariencia, que si tal vez sus pestañas estaban caídas, o tal vez el contorno del labio quedó mal. Quizás, la ropa que se puso no era favorecedora.

Sabía que a ninguno de sus clientes le importaba realmente eso, ellos solo iban para verla quitarse la ropa, pero ella necesitaba saber que todo estaba bien con su aspecto.

—Dariana, ¿ya estás lista? —preguntó a su amiga y compañera de departamento.

—¡Ya casi! —exclamó desde la habitación que compartían.

Amanda revisó el porcentaje de batería de su celular. Era uno viejo, para no ser blanco fácil de los ladrones y poder seguirse comunicando con Dariana, pues eran lo único que tenían, aparte de aquella amistad que las identificaba como hermanas y que les llevó a dejar sus casas a los dieciocho años, en busca de una vida mejor para las dos.

—Vamos. —Sonrió la chica de cabello negro.

Amanda se colocó encima su abrigo largo. Salieron del departamento y bajaron en silencio, para evitar que alguna de sus vecinas saliera a decirles algo. Si bien en general no eran discriminadas por su trabajo, nunca faltaba la persona que aparecía para criticar e insultar. Después de todo, cada quien se ganaba la vida la vida como podía, pero no todas las formas iban a ser aceptadas por los demás, por más que se intentara lograr el respeto hacia todos.

Irónico que aquella vida fue a la que llegaron por buscar algo mejor.

—Recuerda mandarme un mensaje cuando termines tu jornada —le pidió Amanda a Dariana.

—Tú igual. Espero que regreses bien al departamento.

Cada una trabajaba a un par de cuadras de distancia, por lo que no podían cuidarse o ver siquiera con quién se iba Dariana. Amanda se alejó un par de calles y entró a un burdel, para tomar su otra identidad. Se arregló un poco el maquillaje y se quitó el abrigo que la cubría, para luego acercarse al escenario.

—Y con ustedes, la más gloriosa... ¡Afrodita!

Subió al escenario con su canción de fondo. Se sabía cada paso a la perfección ya, cada movimiento, el tener que acercarse a los clientes... ya todo era una rutina más que aprendida. No sentía una emoción siquiera al hacerlo, ni siquiera repulsión hacia sus clientes, como le pasaba al principio.

Al terminar su baile, tuvo que permanecer moviéndose alrededor de un tuvo, hasta que pagaron por un baile.

Y ese baile pasó a una insinuación. Una pequeña discusión de que ella no hacía eso, una cuantiosa suma de dinero y su jefe diciendo que fueran a una habitación, que por esa cantidad sí podía ir ella.

Lamentablemente, hasta esas situaciones eran una rutina ya. Siempre pasaba lo mismo, tanto así que si alguien le preguntaba cómo estuvo su noche, ella diría que fue normal. Aunque no fuera bueno, solo podía conformarse con que no fuera peor.

Intentó varias veces meter a Dariana al negocio, para que no estuviera en las calles, pero el dueño del local se negó varias veces, pues la chica carecía de gracia al moverse y ya tenían a suficientes chicas ahí.

Amanda le envió un mensaje a su amiga al terminar. Ya eran pasadas las cuatro de la mañana cuando la chica iba caminando sola por la calle, agradeciendo el tener su abrigo que la protegía del viento, además de cualquier buitre que pudiera andar por esas horas merodeando. Se asustó al no recibir una respuesta al mensaje y se apresuró en llegar al departamento, en especial porque Dariana solía reportarse antes que ella.

Chicos Malos #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora