Mateo y David

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David echó su silla para atrás. La clase de matemáticas era en definitiva la más aburrida.

No, literatura era peor.

¿O inglés?

No, la optativa de francés. Sí, esa era peor.

Aunque hubiera sido peor tomar la optativa de alemán.

Más bien, todas las clases eran aburridas.

Todas eran las peores.

 Y estaba seguro de que todos pensaban igual, pero tenían la suerte de al menos el resto tenía a alguien que volviera divertido el estar en clases. Él nunca fue del tipo de persona que quisiera de esas amistades típicas de películas o series que dan todo por el otro, solo quería divertirse y que le prestaran atención, pero cada vez que hacía algo, parecía ser mucho para sus demás compañeros, al punto de que algunos decían que estaba loco.

Él no estaba loco, los demás sí, por creerse muy normales cuando todos eran una mierda. No era su culpa que todos fueran tan hipócritas para pretender que eran santos y ocultar su verdadero ser.

Solo había un grupo de chicos que eran como él, pero estaban en otro curso. Además, les interesaba la música, cuando él a lo mucho le gustaba la parte de destruir cosas y no tanto el tocar un instrumento, pues incluso aprender eso le parecía aburrido.

Una vez más, se puso de pie sobre la mesa con su mochila en la mano y empezó a gritar. Sí, se veía estúpido y ni siquiera él le encontró sentido a lo que hacía, pero al menos sus compañeros se estaban riendo.

—¡Baje de ahí! —ordenó el profesor, pero no le hizo caso.

No se detuvo y, cuando su profesor caminó hacia él, decidió esquivarlo saltando de mesa en mesa, hasta bajar y salir corriendo del salón. Otro escape épico.

Aunque algo le faltaba... ¿qué era?

Oh sí: salir del establecimiento.

Maldijo por lo bajo, pues era muy difícil salir y solamente una vez lo logró sin salir lastimado, gracias a una casualidad. ¿El universo de nuevo lo iba a ayudar?

Se escabulló en una pequeña sala del segundo piso, con una ventana que daba hacia el techo de una casa. Era la única opción en la que podía amortiguar una caída —además de que casi todas las salas estaban ocupadas a esa hora—, pero de todos modos estaba a metro y medio y era muy fácil rodar hacia abajo, excepto la vez que estaba recién nevando y fue como tirarse a una manta —salvo por lo helado que estaba.

—¿Qué haces aquí? —preguntó un chico que se puso de pie, saliendo de su escondite.

—Trato de escapar —respondió David. Sabía que se trataba de uno de los chicos que era como él, solo que nunca hablaron antes de eso.

—¿Cómo?

—Por esa ventana.

—Te vas a desnucar. —Sonrió.

—Ya sé a qué parte saltar: al techo de la casa.

—¿Y cómo vas a bajar del techo? ¿Cómo saldrás de ahí?

—La dueña de la casa murió hace dos años y nadie ha ocupado la casa todavía. Es fácil subir la reja después.

—Bien, vamos entonces.

—¿Qué? ¿Vas a venir conmigo?

—También quiero escapar y tú sabes cómo.

—Solo sígueme entonces.

David abrió la ventana y miró a su alrededor. Además del metro y medio hacia abajo, había un metro de separación entre la casa y la escuela, por lo que debía dar un buen salto preciso, pues todavía había muchas cosas que quería hacer como para morir con solo catorce años.

Chicos Malos #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora