Mara

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Ser hija de uno de los hombres más importantes de la región era difícil, pues su padre, además de ser respetado, era una de las personas más frías y duras que una persona podría conocer. Ella solo conoció el amor por parte de su madre, quien dentro de su bondad era incapaz de ver la oscuridad en su esposo, sino que solo podía pensar en aquel joven que llegó a la cima gracias a su impresionante mente y una fortuna heredada de la forma más extraña.

Él había crecido en medio de la pobreza, pero su ingenioso intelecto le abrió las puertas de un mundo de riquezas, gracias a haberle robado de niño a un millonario quien decidió apadrinarlo, tras atraparlo y ver potencial en la forma en que armó el plan para acceder a la casa y apilar algunas cosas hasta llegar a una placa de oro colgada en la pared. Pagó sus estudios y pasó como el mejor de su clase, incluso en la universidad, para luego volverse el contador de sus finanzas y tener mayor poder que la gran mayoría. Pasaron algunos años y, a falta de herederos por derecho de sangre, el único que aparecía como beneficiario en el testamento fue el joven que cuidaba las finanzas del empresario inmobiliario. Una jugada perfecta, como solía decir al terminar cada partido de ajedrez.

Después de casarse con la hermosa heredera de una noble familia sueca y amenazar a varias personas para vender sus terrenos por precios bajos —además claro de sobornar a algunos empleados para sacar rápido permisos de construcción—, su fortuna se consolidó y se convirtió en alguien temible y respetable, con más poder que muchos que lo obtuvieron al nacer.

Su crueldad en los negocios pasó a su hija, a quien desde pequeña le enseñó diversos juegos de estrategia, pero su predilecto era el ajedrez. También le enseñó a pelear, tirándola al suelo y obligándola a defenderse desde los tres años, cada vez con más brutalidad. Por más que su esposa lo persuadiera a ser gentil con su hija, él insistió en que serlo iba a convertir a su hija en alguien débil, quejándose después con sus amigos y reclamando porque la única vez que su depresiva y enfermiza esposa logró llevar  término un embarazo, resultó en la tragedia de que era una mujer. Así que, si solo tenía una hija mujer, la volvería lo más fuerte posible, "como un hombre". Una digna heredera de su poder.

Fue convirtiendo la bondad de la niña en dureza, hasta suprimir cualquier rastro de empatía y amor en ella, pues desde pequeña la golpeó en cada ocasión que hacía algo que, para él, no correspondía, como sentir tristeza al ver a un animal callejero.

Para él, el saber combate físico era una habilidad que consideraba esencial, una idea que le traspasó a su hija desde su primera pelea, obligando con castigos crueles a que le respondiera y quisiera ser mejor, creando en ella el deseo de ser más fuerte para poder vencerlo.

—Si quieres esto, tienes que tomarlo —dijo con dureza el hombre.

La niña, de ya unos ocho años, intentó quitárselo, pero su padre la tomó del brazo y se lo retorció, haciéndola gritar. 

—Pero tienes que hacerlo de la forma que no tenga consecuencias para ti, eso es un principio básico en la vida. Podemos hacer lo que está prohibido, siempre y cuando seamos lo suficientemente inteligente para no sufrir las consecuencias de ello.

Su madre llegó corriendo por los gritos de la niña, pero el hombre la apartó cuando intentó abrazarla.

—Si haces eso, va a ser débil, igual que tú.

Levantó a la niña tomándola del brazo, haciéndola sollozar. La tiró un metro más allá y la invitó a quitarle lo que tenía en la mano. Mara corrió y fue por detrás de él, pero su padre se volteó rápidamente y la empujó contra el suelo.

—Esta niña es demasiado débil —dijo él—. Dios me castigó con una esposa estúpida que concibió a una niña, en lugar de un varón.

Al escuchar que insultó a su madre, la niña se levantó con furia y se fue con su cabeza contra el abdomen del hombre.

Chicos Malos #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora