Capítulo 12

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Capítulo 12

Incapaz de dormir, Tn se puso a hacer la maleta. Aún no la había deshecho del todo por lo que no necesitó mucho tiempo. El resto de la noche la pasó sentada en la cama con las manos apoyadas en el colchón mientras reflexionaba en silencio.

¿Por qué se había casado con Minho? Se había sentido desesperada, pero no tanto como para acudir a Key. No, había llamado a Minho y luego le había permitido tomar las riendas de su vida y exigirle matrimonio.

«Admítelo. Eres una soñadora incurable».

Durante los últimos cinco meses se había dejado llevar por todo aquello en lo que no creía.

A las dos de la mañana se tumbó en la cama, a oscuras, mientras observaba la luna llena por la ventana. Acababa de cerrar los ojos cuando un agudo dolor le atravesó el costado.

Automáticamente dobló las rodillas antes de que otra punzada de dolor le desgarrara el abdomen. No podía respirar, no podía pensar, ni siquiera decidir qué hacer.

Cuando la agonía se suavizó, rodó hasta el borde de la cama. Sentía un terror tan fuerte como el dolor. Terror por su hija. ¿Iba a perder a su bebé?

Las lágrimas inundaron sus ojos. A punto de apoyar los pies en el suelo, sintió una nueva punzada y cayó pesadamente al suelo de lado, sin poder respirar mientras el dolor le desgarraba por dentro.

—¡Minho!

La voz surgió débil y la puerta estaba cerrada.

—¡Minho! —gritó con más fuerza antes de derrumbarse ante una nueva punzada de dolor.

Cielo santo. Él no iba a acudir y ella era incapaz de ponerse en pie.

Las lágrimas empezaron a brotar con fuerza.

De repente oyó abrirse la puerta. La luz se encendió y unas pisadas atravesaron la habitación.

—¡Tn! ¿Qué sucede? ¿Es el bebé?

Minho se arrodilló a su lado mientras con las manos repasaba el cuerpo de su mujer. Al intentar girarla, ella soltó un grito de dolor.

—Dime qué te pasa, 내 인생. Dime cómo puedo ayudarte —añadió desesperadamente.

—Duele —consiguió balbucear ella—. Duele mucho.

—¿Dónde?

—El costado, mi estómago. Abajo. Por la pelvis. Dios, no lo sé. Me duele por todas partes.

—Tranquila, yo te cuidaré —dijo él con voz suave—. Todo saldrá bien. Te lo prometo —la tomó en brazos y la levantó del suelo—. ¿Estarás bien si te dejo tumbada en la cama un momento? Tengo que vestirme y luego te llevaré al hospital.

Ella asintió, incapaz de decir una palabra.

Minho entró en su dormitorio y dejó a su mujer en la misma cama sobre la que habían hecho el amor la noche anterior. El masculino aroma la envolvió y, curiosamente, la consoló.

Pareció tardar una eternidad en vestirse, pero al fin volvió y la levantó en vilo antes de bajar las escaleras y salir a la fría noche.

—Te instalaré en el asiento de atrás para que puedas tumbarte —murmuró—. Enseguida estaremos en el hospital. Intenta aguantar, 내 인생.

El coche arrancó y ella se acurrucó y apretó los puños. Intentaba combatir su deseo de gritar.

«El bebé no. Por favor, que no sea el bebé».

Apenas fue consciente de que el coche se paraba y de que Minho la tomaba en brazos otra vez. A su alrededor sonaban voces, sintió un pinchazo en el brazo, las frías sábanas de una cama, luces brillantes y luego un hombre que no conocía que la miraba a los ojos.

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