Capitulo 03

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Tn se paró ante la puerta de las oficinas del hotel Choi y se alisó los cabellos por tercera vez, aunque sólo consiguió deshacer un poco más el elegante moño que se había hecho.
Tenía un aspecto frío y profesional, su trabajo le había costado lograrlo. No quedaba rastro de la mujer que se había entregado con tanta pasión dos noches antes.
Había esperado encontrárselo de nuevo. Por casualidad. A lo mejor conseguiría otra noche de pasión, aunque ella se había jurado que sólo sería una.
Tanto mejor así. Seguramente se había vuelto ya a dondequiera que viviese. Ella misma seguiría su camino en unas semanas, provista del dinero suficiente para costear sus viajes.
Consultó el reloj. Pasaban dos minutos de las ocho. Estaba citada a las ocho. Al parecer, la puntualidad no era uno de los puntos fuertes del señor Choi.
—Señorita Ta —a su espalda, la puerta se abrió y una mujer de mediana edad asomó la cabeza—, el señor Choi la recibirá ahora.
Tn sonrió y siguió a la mujer al interior del despacho. El señor Choi estaba de espaldas y hablaba por el móvil. Al oírles entrar, se dio la vuelta y la joven se paró en seco.
El señor Choi se limitó a enarcar una ceja en señal de reconocimiento antes de colgar.
—Ya puede retirarse, Martha. La señorita Ta y yo tenemos cosas de que hablar.
Tn tragó con dificultad mientras Martha salía del despacho y el señor Choi la taladraba con la mirada.
—Debes saber que no tenía ni idea de quién eras —dijo ella con voz temblorosa.
—Desde luego —contestó él con calma—. Lo noté por la expresión de espanto que tenías cuando me di la vuelta. Aun así, hace que las cosas resulten un poco incómodas, ¿no crees?
—No veo por qué —dijo ella mientras se acercaba a él con una mano extendida—. Buenos días, señor Choi, soy Tn, su nueva ayudante. Confío en que trabajemos bien juntos.
Él sonrió con cinismo, pero antes de poder decir nada, el móvil sonó de nuevo.
—Discúlpeme, señorita Ta —dijo con voz relajada antes de contestar al teléfono.
Aunque ella no entendía el idioma en el que hablaba, resultaba evidente que la llamada no le había agradado. Frunció el ceño y empezó a gritar antes de murmurar algo ininteligible y colgar.
—Le pido disculpas. Debo atender de inmediato un asunto. Reúnase con Martha en su despacho y ella se encargará de… instalarla.
Tn asintió mientras él salía del despacho. Con las rodillas temblorosas, acudió en busca de Martha mientras rezaba para conservar la compostura durante las siguientes cuatro semanas.
Minho bajó del helicóptero y se dirigió al coche que había ido a recogerle. Camino del aeropuerto donde aguardaba el jet privado, hizo una llamada.
—¿En qué puedo servirle, señor Choi? —contestó el jefe de recursos humanos del hotel.
—Tn—rugió él.
—¿Su nueva ayudante?
—Deshazte de ella.
—¿Disculpe? ¿Hay algún problema?
—Limítate a deshacerte de ella. No quiero que siga ahí —respiró hondo—. Trasládala, asciéndela o págale el sueldo entero del contrato, pero deshazte de ella. No puede trabajar para mí. Tengo una política muy estricta sobre relaciones personales entre empleados.
Tras unos minutos sin oír nada al otro lado del teléfono, soltó un juramento y colgó. La llamada se había cortado. De todos modos, no quería una respuesta. Sólo quería que se solucionara.
La ayudante de su hermano había vendido información muy valiosa sobre la empresa a sus competidores. Después de aquel desastre, todos habían adoptado políticas muy estrictas sobre las personas que trabajaban con ellos. No podían permitirse otra Lauren.
Aun así, sentía una opresión en el pecho mientras bajaba del coche y subía al jet. No podía negar que aquello había sido algo más que una aventura casual de una noche. Razón de más para cortarlo cuanto antes. No volvería a ceder ni un ápice de poder a otra mujer.
Tn permanecía sentada ante el escritorio de Martha rellenando formularios. Había pasado la mañana en un estado de permanente nerviosismo mientras esperaba el regreso de Minho.
A la hora de la comida, bajó a la cafetería y comió un bocadillo mientras contemplaba las zambullidas de las gaviotas ante los turistas que les llevaban pan. Si Martha le permitía usar el ordenador por la tarde, mandaría un mensaje a Key.
Era su único amigo, aunque apenas se veían. Le divertía el hecho de que fueran dos almas errantes. Ninguno de los dos poseía un hogar, y a lo mejor por eso se entendían tan bien.
Un mensaje ocasional, una llamada de vez en cuando, y alguna reunión cuando sus caminos coincidían. Era lo más parecido a un hermano o un familiar de lo que jamás había soñado tener.
Terminó el bocadillo, arrojó el envoltorio a la papelera y se dirigió al ascensor de los empleados. ¿Habría vuelto Minho? Sintió un cosquilleo en el estómago, pero reprimió su nerviosismo. De nada serviría que él supiera hasta qué punto le había afectado su relación.
—El señor Lee quiere verla de inmediato —fue el recibimiento de Martha.
Tn frunció el ceño. Con un suspiro de resignación, se dirigió a la oficina del director de recursos humanos.
—Señorita Ta, pase —el hombre levantó la vista al verla entrar—. Siéntese, por favor.
Ella se sentó enfrente de él y esperó ansiosa.
—Cuando fue contratada —él carraspeó y tiró del cuello de la camisa antes de mirarla a los ojos—, fue para un puesto temporal. Como ayudante del señor Choi mientras estuviera aquí.
—Correcto —ya habían pasado por todo aquello.
—Siento mucho comunicarle que ya no necesita una ayudante. Ha cambiado de planes.
—¿Disculpe? —ella lo miró estupefacta durante unos segundos.
—Su contrato ha terminado con carácter inmediato.
—¡Bastardo! —exclamó ella—. ¡Es un completo y absoluto bastardo!
—El servicio de seguridad la acompañará a su habitación para que recoja sus pertenencias —continuó él como si tal cosa.
—Señor Lee, puede decirle de mi parte, textualmente, al señor Choi, que es la peor de las escorias. Es una basura sin agallas y espero que se ahogue en su propia cobardía.
Acto seguido, se levantó y salió del despacho. El portazo retumbó por todo el pasillo.
No había tenido el valor de despedirla él mismo. Menudo farsante.
Dos guardas de seguridad se unieron a ella junto al ascensor, como si fuera una delincuente.
Subieron en medio de un tenso silencio y los hombres la siguieron por el pasillo hasta la habitación, apostándose cada uno a un lado de la puerta.
La joven se dejó caer sobre la cama como un globo desinflado. Maldito fuera ese hombre. No tenía dinero para seguir viajando. Había gastado hasta el último céntimo de sus ahorros en llegar hasta allí y ese trabajo debería haberle permitido recuperarse económicamente.
Pero en aquellos momentos sólo le quedaba una opción si quería tener un techo sobre la cabeza. Tendría que regresar a Daegu y al apartamento de Key.
Tenían un acuerdo. Cada vez que ella necesitara un lugar en el que alojarse, podía ir allí.
Sólo podía ponerse en contacto con él por correo electrónico. Tan sólo esperaba que no coincidiera allí con ella, en una de las escasas ocasiones en que regresaba a su casa.
Daegu pues, decidió al fin a regañadientes. A lo mejor encontraría un trabajo y podría ahorrar algo. Era una suerte disponer de alojamiento gratis, pero no le gustaba la idea de aprovecharse de la generosidad de Key.
—Maldito seas, Choi Minho — susurró. Ese hombre había conseguido convertir la noche más Tn de su vida en algo sucio y odioso.
Se sacudió mentalmente. No servía de nada sentir lástima de sí misma. Sólo le quedaba recoger sus cosas, seguir adelante y, con suerte, aprender la lección.

[FIC] My Secret [Andyka:9]Where stories live. Discover now