Capitulo 02

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Min Ho caminaba de un lado a otro de la habitación, poco acostumbrado a la inquietud que lo consumía desde que se había separado de la explosiva latina. Por tercera vez, consultó el reloj.
¿Aparecería?
La deseaba. La había deseado desde el instante en que la había visto a la puerta del hotel. Se había sentido hechizado por su imagen. Ardía en deseo de hundirse en esos cabellos y devorar sus carnosos labios. Nunca había reaccionado con tanta fuerza hacia una mujer.
Los suaves golpes de unos nudillos contra la puerta le pusieron en alerta. 
Al abrir, la encontró allí, deliciosamente tímida, mirándole con sus ojos, extraña mezcla entre deseo y timidez.
—Ya sé que me diste una llave —susurró ella—, pero no me pareció correcto entrar aquí sin más.
—Me alegra que hayas venido —dijo él cuando al fin recuperó la voz.
En cuanto estuvo dentro de la suite, la rodeó con sus brazos y sintió cómo la mujer se estremecía suavemente contra él.
Incapaz de resistirse, agachó la cabeza hasta que sus bocas se juntaron. Quería saborearla una vez más. Sólo una vez. Pero cuando sus labios se fundieron, olvidó su intención
Ella reaccionó con ardor y le rodeó con sus brazos. Las femeninas manos quemaban contra la masculina piel a través de la camisa. La deseaba desnuda. Deseaba estar desnudo contra ella.
La idea de seducirla poco a poco se esfumó mientras se impregnaba de la femenina dulzura. No estaba muy seguro de quién seducía a quién, pero en aquellos momentos tampoco importaba.
Los labios del hombre dibujaron un rastro por el cuello de ella mientras los dedos tiraban impacientes del cierre del vestido. Una piel suave y cremosa se hizo visible y la boca se dirigió impulsivamente hacia la piel desnuda.
Ella gruñó suavemente y tembló mientras la lengua de él se deslizaba por la curvatura de su hombro. El vestido cayó al suelo y ella quedó vestida sólo con una diminuta pieza de lencería.

Él se quedó sin aliento al contemplar la redondez de los senos. Los turgentes pezones parecían llamarlo a gritos. Jugueteó con ellos antes de tomar un pecho en la mano y agachar la cabeza para besar la areola color melocotón.
El sabor de Tn le explotó en la boca. Dulce. Delicado como una flor. Femenino. Perfecto. Dios, esa mujer lo volvía loco. Le hacía reaccionar como si hiciera el amor por primera vez.
Debía ir con calma. Primero la volvería loca, y sólo entonces la haría suya.
Tn sintió que sus rodillas desfallecían y se agarró a los atléticos hombros. Aunque no tendría que haberse preocupado por ello, ya que él la tomó en sus brazos y la llevó al dormitorio.
La tumbó sobre la cama y empezó a quitarse la ropa. Los negros ojos le quemaban la piel.
Lo primero que se quitó fue la camisa, revelando unos atléticos hombros, un robusto pecho y una cintura cuya musculatura sugería que no se trataba de un ocioso hombre de negocios.
Ella contempló con deseo cómo se desabrochaba el pantalón, que él deslizó hasta el suelo junto con los calzoncillos. La erección quedó, al fin, liberada en medio de un oscuro nido velludo. Los ojos de Tn se abrieron maravillados ante la imposible curvatura ascendente.
—¿Acaso alguien podría dudar de mi deseo por ti, 내 인생 —él se deslizó sobre la cama y sujetó las femeninas caderas con sus rodillas.
—No —ella sonrió.
—Te deseo mucho —dijo él con voz ronca antes de agachar la cabeza y besarla en los labios.
El cuerpo de la joven se arqueó para recibirlo. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que había buscado deliberadamente la compañía de un hombre.
Él le sujetó los brazos por encima de la cabeza hasta que estuvo inmóvil y desvalida. No se limitó a besarla, la devoró.
Los jadeos de ella resonaron en la habitación cuando él lamió y succionó un pecho y otro. La lengua inició un camino descendente hacia el ombligo, seguida por las manos que recorrieron cada curva hasta posarse en las caderas. Luego deslizó los pulgares bajo las pantaletas y presionó con la boca contra el suave montículo, aún cubierto por la prenda de lencería.
Ella no pudo contener un pequeño grito al sentir la sensación eléctrica de la masculina boca sobre el lugar más íntimo, a pesar de que aún no había tocado su piel.
Las manos de él siguieron descendiendo por las piernas, arrastrando la ropa interior con ellas. Al llegar a las rodillas, la desgarró con impaciencia en dos mitades antes de volver con dedos ansiosos a los muslos.
Con suma delicadeza, le separó las piernas y ella empezó a estremecerse violentamente.
—No tengas miedo —murmuró él—. Confía en mí. Quiero darte el más dulce de los placeres.
—Sí. Por favor, sí —suplicó ella.
—Dame tu placer, 내 인생 Sólo a mí —con un dedo, despejó delicadamente el camino antes de acercar su boca a la maraña de rizos que protegía su zona más sensible.
Ella se arqueó hacia atrás mientras gritaba salvajemente al sentir la lengua de él que se hundía en su interior. Era demasiado. Hacía rato que lo era.
Ella empezó a protestar al ver que él se echaba a un lado, antes de darse cuenta de que se estaba colocando un preservativo.
—Tómame. Hazme tuya —suplicó.
Él cerró los ojos antes de lanzarse al vacío con una fuerte embestida.
Tn quedó sin aliento, inmóvil y disfrutando de la sensación de sentirlo dentro.
—¿Te he hecho daño? —él abrió los ojos con evidentes signos de esfuerzo para controlarse.
Ella le acarició una mejilla. Los ojos emitían fuego y fue consciente de lo cerca que estaba de perder el control. Durante unos instantes, Tn se deleitó en su poder.
—No —contestó con dulzura—. No me has hecho daño. Te deseo. Tómame ahora. No te contengas.
Él hizo un último intento por controlarse, pero ella no lo permitió. Rodeando la masculina cintura con sus piernas, arqueó la espalda, acercándolo más a ella. Lo deseaba. Lo necesitaba.
Él se rindió con un gruñido y la atrajo hacia sí. La fuerza, cada vez más rápida y dura la desbordó. Sentía una deliciosa mezcla de dolor erótico y éxtasis sensual. Cielos. Jamás había experimentado nada igual. Era como montar a lomos de un huracán.

—Vamos —le dijo él al oído—. Tú primero.
Ella obedeció sin protestar y se rindió completamente a su voluntad. El orgasmo estalló, terrorífico y maravilloso al mismo tiempo mientras sus gritos se entremezclaban con los de él.
El hombre se movía cada vez más rápido, y con más fuerza, embistiéndola con salvaje intensidad. Los labios de él se fundieron con los suyos en un casi desesperado intento de amortiguar los gritos que, a pesar de todo, escaparon, duros y masculinos.
De repente se quedó quieto dentro de ella mientras sus caderas temblaban incontroladamente. Le acarició el dulce rostro y los cabellos antes de abrazarla con fuerza mientras le murmuraba al oído palabras que ella no entendía.
Después se hizo a un lado y se soltó del cálido abrazo para deshacerse del preservativo.
Ella esperó con anticipación. ¿Le iba a pedir que se marchara o que pasara la noche con él? Min Ho contestó su pregunta sin formular, tumbándose a su lado y abrazándola de nuevo. Minutos después, la relajada respiración le acarició el cabello. Se había dormido. Con cuidado para no despertarlo, Tn apoyó una mejilla en el pecho mientras lo abrazaba por la cintura y aspiraba el masculino aroma de su piel.

Durante un fugaz instante se sintió segura. Aceptada. Incluso querida. Si lo pensaba, era estúpido, pero aquella noche no pensaría. Aquella noche sólo deseaba pertenecer a alguien.
Incluso mientras dormía, él sentía la inquietud de la mujer. La abrazó con más fuerza y ella sonrió mientras cedía al placer de rendirse al sueño.
MinHo despertó sin saber qué hora era. Normalmente despertaba cada mañana antes del amanecer. Aquel día, sin embargo, el sueño le nublaba la mente y una inhabitual pereza agarrotaba sus músculos. 
Algo suave despertó sus sentidos. Ella aún seguía en sus brazos.
En lugar de apartarse de inmediato, se quedó inmóvil, aspirando su aroma. Debería levantarse y ducharse, dejar claro que la aventura había terminado, pero no quería echarla aún de su lado.
Ella se movió cuando le acarició la espalda y sus manos descendieron por las curvas de sus caderas. Deseaba poseerla de nuevo. Una vez más. A pesar de las señales de alarma, le giró el cuerpo y se deslizó sobre ella.
La penetró en el instante en que los marrones ojos se abrían somnolientos. Se hundió en su interior más lentamente, con más cuidado que la noche anterior. Quería saborear ese último encuentro.
—Buenos días —murmuró ella con una voz seductora que le hizo estremecerse.
Tn bostezó y se estiró como un gato mientras le rodeaba el cuello con sus brazos. Hermosa y suave, sus movimientos imitaron los de él en un dulce balanceo.
Si la noche anterior había sido una rugiente tormenta, aquella mañana era la suave lluvia.
Él le retiró los cabellos del rostro, incapaz de resistirse a la tentación de besarla una y otra vez. No conseguía saciarse. En su mente surgió la idea de que no quería que se marchara, pero la expulsó de su cabeza, decidido a no caer en una trampa emocional. 
Había vivido demasiado tiempo sin ataduras para permitir que volviera a suceder.
Ella lo envolvió en su abrazo mientras él embestía y se retiraba. El ritmo era lento, destinado a prolongar el placer.
Cuando ya no hubo manera de retrasar el exquisito placer, los llevó a ambos a la cima, quedando jadeantes y temblorosos, abrazados el uno al otro.
Se quedaron inmóviles durante largo rato, él aún dentro de ella. De repente, la realidad se impuso. Era de día. La velada había terminado.
Bruscamente, se echó a un lado, se levantó de la cama y buscó sus pantalones.
—Voy a ducharme —dijo secamente al ver que la mujer lo miraba.
Ella asintió mientras él entraba en el cuarto de baño con más pena que alivio. Diez minutos después volvió al dormitorio. Ella había desaparecido de la cama, de la habitación. De su vida.
Parecía, en efecto, que había entendido a la perfección las reglas del juego. Quizás demasiado bien. Por un instante se había permitido soñar con que quizás, sólo quizás, ella aún estuviera en la cama. Saciada del amor que él le había hecho. Saciada y suya

[FIC] My Secret [Andyka:9]Where stories live. Discover now