CAPÍTULO 10

16 2 0
                                    

El partido se hace más intenso y divertido de lo que esperaba. Estamos jugando tres contra tres, el trío de amigas contra los hermanos italiani. Hemos dejado que empezaran ellos, queríamos aprovechar la oportunidad de que creyeran que no teníamos mucha idea de este deporte. Pero lo que no saben es que estuvimos apuntadas en extraescolares mientras estábamos en el instituto.

Así que, al dejar que marcaran los primeros puntos, las tres nos hemos mirado con una sonrisa y nos hemos puesto un poco en serio. El primer mate que metemos provoca que los tres se queden atónitos. No os imagináis lo gracioso que es ver esa expresión en el rostro de Raffaele, el más inmutable de los tres. Al darse cuenta de que sabíamos jugar mil veces mejor de lo que ellos esperaban de unas tontas chicas ricas, se han puesto las pilas. He de reconocer que no son tan malos.

Me lo he pasado muy bien viendo las caras de frustración de Mattia, el que nos iba a hacer morder la arena, JA. Ha sido inevitable lanzarle un besito con cada punto que marcábamos. Y entonces ha sido cuando él y Dante se han intercambiado la posición. Reconozco que ahí la cosa se ha puesto más difícil, más interesante. Dante y yo nos hemos estado mirando de manera desafiante a cada momento que nuestras miradas conectaban.

Ay, de verdad que quiero renegar de esto, pero me lo he pasado genial. Ha sido muy divertido jugar casi en serio con ellos tres. No nos lo esperábamos, ni ellos tampoco.

Como es obvio, hemos terminado ganando, aunque ellos no se han quedado atrás para nada. Cuando decidimos que ya ha sido suficiente -cuerpos sudorosos, respiraciones agitadas, músculos cansados y agarrotados-, nos acercamos al campo del contrincante para chocar las manos -comportamiento profesional deportivo ante todo- y dar la enhorabuena por el partido. ¡Incluso se han acercado grupos de personas a admirar la manera en que jugábamos!

Cuando me toca saludar a Dante, es inevitable que una pequeña sonrisa aparezca en mi cara. A él parece sorprenderle, pero rápidamente cambia su expresión a una divertida.

-Nada mal -contemplo-, pero aún os queda mucho por hacer si algún día queréis vencernos.

-¿Eso es que habrá otra ocasión? -levanta las cejas sonriente.

-Quién sabe -me encojo de hombros y me giro hacia el resto.

Y aunque no le esté viendo, siento un escalofrío cuando clava su mirada sobre mi cogote.

Kari se acerca para darme un abrazo, aprovechando el momento para susurrar:

-Me alegro de que hayas solucionado tus diferencias con Dante.

Pongo los ojos en blanco sin que me vea, pero sonrío.

En estas estamos cuando un tono de llamada parece reventar nuestra burbuja. Nos giramos buscando la fuente de aquel sonido. Veo a Dante sacar un teléfono móvil del bolsillo de su bañador -la melodía hace unos segundos que ha cesado- y al descubrir qué es lo que con tanto ímpetu intentaba llamar su atención, su expresión, antes relajada y amigable, muta a todo lo contrario. La seriedad cubre su rostro y se envara en un segundo. Levanta la mirada, dirigida a Raffaele y luego a Mattia, cuyos cuerpos cambian al mismo estado que el suyo. Me echa un vistazo durante unos largos segundos, que hacen que me sienta algo incómoda ya que es esa mirada, la indescriptible, la que me inquieta, aunque creo entrever una pequeña nota de pesar. Sin mediar palabra entre ellos, se despiden de nosotras, disculpándose porque un familiar suyo necesita su ayuda y se marchan con prisa.

Vaya, después de esta tarde, me ha parecido una despedida un tanto... fría. No es que quiera más contacto, pero no sé, pensaba que habíamos avanzado -sin querer-.

-Es una pena -comenta Tina, suspirando-. Pero lo hemos pasado bien, ¿no?

Kari y yo afirmamos con la cabeza y una sonrisa, aunque una pequeña punzada de inquietud se abre paso en mi pecho.

El verano que fuimosOù les histoires vivent. Découvrez maintenant