Capítulo 27

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Capítulo 27

El poder de la mente y la sangre

I

El ascensor había llegado hasta la zona alta, devolviéndolos hacia un pasillo en su mayor parte color borgoña sobre el que se extendía el catálogo de libros, la mayoría de ellos con un estilo más contemporáneo.

—Llegamos— Liz dio un suspiro de alegría que se enalteció una vez escuchó el elevador de regreso, sabía que solo Nick podía ser el responsable. Por otra parte, Anika, no se mostraba tranquila; su agobio se transmitía con facilidad a Liz, entendía entonces el temor que la tierna niña habría conseguido despertar entre los habitantes de Reich der Finsternis— ¿qué te sucede?— preguntaba Liz con voz tierna aunque a su vez devorada por la angustia, agachándose para tranquilizar a la niña. Había llegado a un grado de alteración que nunca se había visto en ella.

—Los monstruos quedaron atrás— expresó. Liz sabía que por su condición Anika no le temía a las bestias — pero siento... algo... ¡viene por mi!— la última frase la pronunció levantando su voz, llorando y conteniendo las ganas de gritar.

Liz desenfundó su pistola, apuntó hacia cada dirección visible especialmente hacia un punto en el que Anika apuntaba con su dedo mientras temblaba estremecida por alguna fuerza maligna que aparentemente solo ella determinaba. La agente no lo entendía, hasta que un intenso dolor en el pecho la derrumbó, ella gritó; todo a su alrededor quedó cubierto por una penumbra gris que progresivamente se pintó de negro; los objetos inanimados de repente empezaron a moverse de por sí solos. Liz observaba el rostro agobiado de Anika, por lo visto ella también presenciaba la situación, así como unas voces risueñas que le susurraban cosas al oído mientras que su entorno se convertía en una sombría pintura surrealista en la que todos los objetos se distorsionaban creando figuras irregulares.

No veía, escuchaba ni olía nada fuera de lo común, Liz llegó a pensar que una vez más había perdido la noción de sus sentimientos. Anika seguía junto a ella, también temerosa de la niebla infernal. Solo una luz iluminó parte del panorama desolador sobre una mesa de roble estática; en ella se sentaba un hombre de unos cincuenta años, vestido con un elegante saco café oscuro y corbata roja, anteojos, cabello castaño en parte canoso peinado hacia atrás, pero era su voluminoso bigote lo que más sobresalía en su rostro, cubriendo todo su labio superior. El hombre leía un libro adoptando una pose característica de una persona de la alta sociedad mientras en su otra mano cargaba una pipa humeante que dejó sobre la mesa.

—Solo aquellos que no comprenden las capacidades de la mente sucumben ante tan raquítica demostración de nuestros dones— manifestó el hombre misterioso sin retirar la mirada de su libro, el cual cerró de golpe y ubicó sobre la mesa. Su acento alemán era marcado y refinado

Liz lo miraba con desconcierto, no había visto llegar al hombre por ninguna parte, a juzgar del estado de su piel, no consideraba que representara algún peligro para ellos, aunque Anika se llevó las manos a su boca cuando lo miró. El hombre se puso de pie y de dirigió a Liz.

—¿Quién es usted?— preguntó Liz sintiendo fuertes mareos. El hombre sonrió de forma sutil y retiró de su saco algo que identificó como una pistola de marca Luger. Ella intentó desenfundar su arma, pero sus escasas energías no se lo permitían.

—No habíamos tenido el honor de conocernos, señorita Sharrow— no le sorprendió que el hombre la llamara por su apellido— Herr Dr. Klaus Wilhelm Günther, es un honor— Liz recordó el nombre, aquel misterioso hombre era el responsable directo de las desapariciones de los ciudadanos americanos y de otras nacionalidades, aquel que como lo describían, parecía un hombre normal — no obstante, puede referirse a mi como doctor Günther — el hombre se retiró sus anteojos y miró a Liz detenidamente, fue entonces cuando sintió que su corazón ardía con fuego.

El legado de la sangre oscura (SPANISH ORIGINAL)Where stories live. Discover now