XXIII

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—Hyunjin...— llamó, despacio, para que nadie más que él lo escuche. El mayor hizo un sonido con la garganta, indicando que lo oía.— Bueno... Yo...— Agh, odiaba actuar como tarado. Pensaba demasiado las cosas, ¿Por qué no podía hacerlo y ya? Se sentía algo tonto, tal vez su mayor solo quería un abrazo y que deje de sobre pensar todo. Ridículo, ni siquiera podía hacer eso.

—¿Jeong? ¿Está todo...— antes de poder arrepentirse y dejar que el mayor hable, se abalanzó sobre él, haciendo que Hwang caiga de espaldas y el de cabellos blancos, sobre este. Formando un abrazo solo mantenido por las manos del menor. Rápidamente sintió esa inseguridad de no ser correspondido. Espero unos segundos más, pero cuando aún no lo abrazaban de vuelta, decidió, amargamente, que era hora de recoger su pequeña dignidad y retirarse. Bah, ya que. Iría con Minho y pediría, no, exigiría mimos hasta que se le pase la tristeza, y su mayor por supuesto no podría negarse.

Las manos del más alto impidieron que se levante, colocándose en su cintura, apretando fuerte. Con su nariz sobre el cabello blanco, sintiendo olor a coco, realmente adictivo.

—¿Y esto por qué?— preguntó, algo confundido el mayor. Aunque no se quejaba, ese abrazo era algo que esperaba hacía mucho tiempo. Aspiró un poco más de ese olor adictivo y apretó la cintura contraria.

—Porque... Porqué quería hacerlo.— respondió Yang, algo avergonzado, pero feliz de estar en el pecho del mayor, recibiendo caricias que casi son pasadas por alto de tan suave que eran.— ¿Te molesta?— preguntó, de nuevo, inseguro. Pensó en las palabras de Jisung, eran su único consuelo cuando el mayor callaba y parecía no querer responder.

—No... Pensé que a ti, sí.— respondió el de cabellos largos, luego de unos minutos en silencio. Cerró los ojos y se permitió disfrutar de el movimiento de su estómago, que parecía tener una especie de mariposa mutante que quería ser liberada. Se sentía cálido.

—Bueno... Lo hacen. A veces.— Susurró el menor.— Pero no si son tuyos.— concluyó.

Estaban en el medio del pequeño patio de la escuela, era su horario para el almuerzo, pero el menor había decidido apartar al mayor de sus amigos para intentar hacerlo sentir mejor. ¿Debería preguntar por aquello? No sabía si Hwang estaba cómodo hablando de sus temas personales. Después de todo, el mayor debía considerar a Jeongin como un pequeño hermano que se entrometía en su vida. Escondiendo sus pensamientos de rechazo e inseguridades, decidió levantar su rostro para poder observar al otro, quien mantenía los ojos cerrados y una respiración calma.

—¿Estás bien?— preguntó Jeongin. Su boca se sentía seca y no sabía si sus latidos tan rápidos eran algo normal. El mayor no abrió los ojos y el peliblanco pensó que pudo haberse dormido en ese corto lapso de tiempo. Cuando los ojos contrarios se abrieron y se clavaron en su rostro, se sintió enrojecer.

—Mm. Un poco. ¿Lo estás tú?— Yang, quien ya observaba el pasto a su costado no sabía que decir. ¿Eso era una evasión a su pregunta? Bueno, tal vez aún no tenían un alto grado de confianza para que se lo cuente.

—Lo estoy.— respondió susurrando, en el intento de hacerlo lo suficientemente alto como para que el contrario escuche. Una mano fría se posó en su frente.

—Luces acalorado. ¿Tendrás fiebre?— preguntó el de cabellos largos. El otro no sabía si estaba jugando con él o en serio estaba haciendo esa observación, pero cuando vió la mirada preocupada, se levantó rápidamente del cuerpo contrario y tomó su mochila.

—Es que me pones nervioso.— murmuró el más bajo, intentó que no se escuchara, pero cuando vió la cara de confusión contraria, se sintió nervioso y como un tonto.

—¿Qué?— preguntó Hyunjin. No sabía si había entendido bien lo que el menor quiso comunicarle.

—¿Qué?

OodalWhere stories live. Discover now