CAPITULO 2

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Ilenka

Me despierto sobresaltada del susto por el incesante ruido de la cachiporra chocar contra el metal de la reja de la celda, me dejo caer sobre el fino colchón mientras abro mis ojos con somnolencia cuando veo al guardia, me quito un resto de baba que me quedo en la mejilla y resoplo mientras me pongo los lentes de sol para proteger mis ojos sensibles sentándome en el borde del bloque de cemento.

—¿Qué hora es? —Le pregunto frotándome los ojos.

—Son las 07.30 de la mañana.

—¿Qué imbécil me puede llamar a esta hora? —Pregunto y el agente enarca una ceja— ¿No se dan cuenta que tengo jaqueca? No debí beber ese último chupito. —Bromeo.

—Rosenstock, llevas una semana aquí y no has bebido nada.

Abro un ojo viéndolo aburrida mientras recuerdo todos los días que pase dentro de la misma celda.

—Igual, tengo dolor de cabeza.

—Tienes interrogatorio. —Me avisa y hago un mohín de disgusto mientras me levanto.

—¿Si? Qué raro que me interroguen siendo que no cometí un crimen. —Destaco mientras dejo que me ponga las esposas para salir.

—Solo sigo órdenes. —Se excusa y blanqueo los ojos.

Salgo de la celda acomodándome el mono amarillo que me dieron cuando me encarcelaron, comienzo a caminar por el pasillo bostezando mientras el guardia tira de mi brazo, metros después llegamos a una puerta que tiene una placa de "interrogatorios".

Me siento frente a una mesa en la habitación sobria, me esposa las muñecas a la mitad de la mesa y me recuesto en mi brazo acomodando mi cabeza esperando hasta que de un segundo al otro me duermo. Levanto la cabeza desorientada cuando un ruido estruendoso me despierta y comienzo a gimotear frotándome los ojos con mi hombro.

Miro que hay un directorio al lado de mis manos y levanto la mirada entrecerrando los ojos cuando veo a dos hombres, uno con más años que el otro pero que físicamente son casi iguales, de cabello negro y ojos negros, con inminentes alturas que se igualan a sus auras imponentes, suponiendo que quieren intimidarme mirándome desde arriba con los brazos cruzados.

—Creo que tendré que dejar las drogas para dejar de alucinar. —Dramatizo.

—No estas alucinando. —Me corrige mi hermano mientras se inclina sobre la mesa.

—Entonces todavía no me desperté de verdad. —Determino recostándome contra el respaldar.

—Bien, dejemos de decir idioteces y hablemos en serio. —Exige mi padre imitando la pose de mi hermano.

—Yo hablaba en serio sobre las drogas —Miento y me miro en el vidrio espejado— ¿Hay alguien haciéndome un estudio psicológico o algo detrás del vidrio?

Mi papa se pasa la mano por la cara comenzando a exasperarse estrellando la misma mano contra la mesa.

—¡Ilenka! —Exige concentración haciendo que me muerda el labio divertida— ¡Deja de reírte! Esto no es un juego.

—Nunca dije que lo fuera. —Lo molesto viéndolo tensar la mandíbula.

Resopla. —No puedo contigo... Te escapaste de la casa...

—Me fui de la casa —Lo interrumpo corrigiéndolo haciendo que cada vez tenga menos paciencia— se dice escapar cuando te prohíben salir.

—¡No me corrijas! Sigues siendo la misma inmadura que eras cuando te fuiste. —Acusa irritándome cuando me llama inmadura.

DestinadosWhere stories live. Discover now