CAPITULO 4

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Ilenka

Salgo del hospital quitándome los lentes mientras Francis, la enfermera, cierra las puertas con llave, me despido de ella antes de irme caminando por el costado de la central para dirigirme al playón de estacionamiento mientras miro mi teléfono buscando un Uber disponible.

Paso por enfrente de los autos del personal que aún se queda trabajando hasta que me tengo que parar en seco del susto haciendo que mi bolso caiga derramando mis cosas por el piso ya que un idiota arranca el auto sin haberme visto que estaba pasando por enfrente.

—¿Qué mierda haces, imbécil? —Pregunto mientras comienzo a juntar mis cosas.

—Lo siento, no te había visto. —Se disculpa y reconozco la voz de Nicodem.

Resoplo y lo miro desde el piso. —Que novedad.

Se acerca para ayudarme y lo primero que agarra del suelo es una tanga de repuesto que siempre llevo en el bolso, las examina entre sus manos con la cabeza ladeada y una sonrisa juguetona.

—Lindas —Comenta y trato de quitárselas, pero las pone más alto de lo que llego—. No no, estas en quedan conmigo.

—No jodas Nicodem, dame las bragas. —Reclamo aburrida.

—Son estas o las que lle... ¿Acabas de decir mi nombre? —Pregunta interrumpiéndose y enarco una ceja cuando no veo ningún atisbo de que es una broma— ¿Qué? Sonó sexy, ojalá hubieses sabido mi nombre el día del bar.

—Eres un pervertido, dame mi ropa interior. —Le vuelvo a reclamar con más fuerza.

—Si tenemos sexo te las devuelvo. —Intenta chantajear y niego con la cabeza.

—Si claro, y luego te quedarías con las otras.

Alza los hombros. —Puede ser... —Pongo mala cara juntando mi bolso haciendo que me mire de arriba abajo— ¿Quieres que te lleve?

—Sí, ya que nunca me llego la dirección, tendría que ir a la casa de mi padre y eso no es recomendable actualmente ya que mi hermano no está, y una simple cena podría convertirse en una batalla campal.

Sonríe de lado y señala el auto con la cabeza. —Vamos, te llevo.

Subo al auto azul mientras hace lo mismo y es en este momento que me doy cuenta en el auto en el que estoy sentada, miro todo el interior tocando las butacas de cuero, mirando el tablero con fascinación hasta que noto que el rubio me mira como si fuera una loca.

—¿Qué te sucede? —Me pregunta con la cabeza ladeada.

—Es un Masserati... —Murmuro.

—Aja... ¿Y desde cuando te impresionas con un auto?

—No hables como si me conocieras... —Rueda los ojos— Me encanta este auto, mucho más desde que viví en un velero 7 años, caminé por todos lados.

Enarca una ceja encendiendo el auto. —Entonces... ¿Por qué irte? —Pregunta y frunzo el ceño— Digo, ¿Por qué irte si sabias que allí no podrías tener los lujos que tenías aquí?

Sonrío de lado y niego. —Porque allí tenía algo más valioso que un auto de miles de dólares, tenía libertad.

Asiente pensativo y voltea a verte sonríe de lado. —¿Quieres la libertad de conducir mi auto?

Me quedo un segundo mirándolo hasta que confirmo que no es una broma, sonrío como una niña pequeña haciendo que estacione al lado de la banquina.

Se baja y antes de que pueda abrir la puerta de mi costado me paso de un asiento al otro, ajusto la silla, y enciendo el auto mientras que termina de cerrar la puerta haciendo arrancar el auto llevando a fondo el acelerador.

DestinadosWhere stories live. Discover now