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Lacey observaba los pies de Al escurrir agua. Reuniendo cabos se lamentó por haber sido tan estúpida.

-Oh no...dime por que favor que...-Lacey temblaba de la furia y la verguenza combinadas.

Oh si, pensó la virilidad de Al.

Él solo atinó a decir una cosa:

-¿Que demonios haces aquí?-sus brazos se levantaron haciendo que pequeñas gotas de agua cayeran sobre Lacey.

Ella seguía con la mirada baja. Al estaba haciendo un punto.

-¿Y tu que carajos haces desnudo?-Lacey golpeó el piso con un puño, marcando su punto.

Al observaba atentamente la cabeza de Lacey. El cuero cabelludo de ella quedaba a solo centímetros de su miembro.

Cada ciertos momentos, Al sentía los roces de los cabellos de Lacey en su erección. Era gloria, claro, pero eso no paraba a la verguenza.

-¿Será por que es mi maldita casa?-gritó Al.

Lacey enojada comenzó a levantar la mirada. Fué un acto tan instintivo que lamentó cuando su cabeza chocó con algo. Lacey se detuvo ahí, era algo duro. Pero cuando Al lanzó un suspiro Lacey lo entiendó.

Deseó que llegaran las arcadas, pero estas nunca llegaron.

-¡OH NO! ¡DIME QUE NO...!-Lacey se puso roja de ira y Al solo calló una risa para dar un pequeño jadeo.-¡PUERCO! ¡ASQUEROSO! ¡PERVERTIDO!...

Al la observó atentamente. Su figura subía y bajaba. Estaba furiosa. Se río.

Se suponía que él debía estar molesto, ¿no? Lacey se había metido en su casa. Y había invadido su privacidad.

-No deberías de emocionarte tanto-Al trató de actuar lo más desinteresado-Tu no la causaste.

Lacey tartamudeó tonterías que Al no logró entender.

-¿Perdón?

Probablemente la erección de Al nunca bajaría. Pobre de él.

Como sonido de fondo, mientras Lacey le contestaba, Al alcanzó a oír su dentadura rechinar y crujir de rabia.

-He. Dicho. Que. Habras. Más. Las. Piernas.

-Sucia.

Lacey gruñó y cuando Al separó sus piernas Lacey comenzó a gatear tranquilamente hacia el baño.

Quedando librada de esa erección, Lacey se levantó serenamente mientras pensaba en lo que acababa de ocurrir.

Al no se giró, dejó a Lacey dentro del baño. Mientras caminaba hacia la habitación oyó a la chica hablarle.

-Pudrete.

Un sonoro portazo retumbo en el pequeño apartamento y Al solo negó ironicamente con la cabeza.

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Orinar.

Si.

Eso haría mientras Al se ponía ropa.

También podía mirarse en el espejo. Para una porrista popular como ella no le era tan difícil observarse en el espejo.

Pero...también podía ayudarle a vestirse.

Con dos manos en su frente, sus codos en las rodillas y su vejiga liberando su orina Lacey lamentó haber llegado a la casa de Al.

Las lágrimas de Al.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora