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—¿Qué demonios ocurrió aquí, Ngema?

Múltiples pequeñas explosiones habían destrozado la cerca exterior. Explosiones un poco más grandes y más concentradas habían derribado grandes porciones del muro interior. Finalmente, una sola explosión enorme había derruido uno de los muros más débiles del complejo interior. Casi todas ellas una simple distracción.

—Los videos de seguridad no muestran nada hasta el momento de la primera explosión, en la zona cinco del perímetro exterior. Fue un solo intruso, pudimos reconstruir su ruta de infiltración: entró por la zona seis del perímetro exterior, justo cuando uno de los artefactos explosivos detonaba en la zona alfa del segundo perímetro; enseguida...

—¡Nada de eso me interesa! —lo atajó Birgit Hofstadter, la nueva chief executive officer de Neotenia International Systems —Sólo hay dos cosas que quiero saber: ¿quién fue? Y, ¿dónde están mis activos?

Óscar Ngema, jefe de seguridad global de Neotenia, acomodó ligeramente el nudo de su corbata, al tiempo que le entregaba a su asistente una tablet donde se enumeraban todos los daños que había sufrido el complejo y que tenía copias de los videos de seguridad donde se mostraba al intruso de seis brazos secuestrando a los activos.

—No lo sabemos, madam...

—Doctora, doctora Hofstadter, señor Ngema.

—No lo sabemos, doctora Hofstadter. Lo último que las cámaras muestran de ellos es cómo son subidos a un helicóptero Flashlight 2/25, un prototipo que Flybus está desarrollando con dos de nuestras patentes.

—¿Los rastreadores que implantamos en los activos?

—Fueron inhabilitados en el momento en que el intruso los envolvió en estas redes —dijo Ngema recuperando su tablet y mostrándole uno de los videos.

—¿También son nuestras?

—No, pero hasta donde he podido averiguar, fueron desarrolladas en Japón para los Tokushu Kyūshū Butai, las unidades especiales de asalto de la policía japonesa.

—Pero usan tecnología de la Pyrsos.

—Así es, ma... doctora.

—Nunca debimos haberlo aceptado.

—¿Qué, doctora?

—Ese absurdo trato que nos obliga a compartir nuestras investigaciones en servidores abiertos a todo el mundo.

—No a todo el mundo, doctora, sólo a personal autorizado.

—Eso no importa, aquí está el resultado de esa anarquía informativa: no tenemos ningún control de todo lo que hay allá afuera: vehículos autopilotados, balas de Aleación Delta, drones con software de inteligencia qubyte, armaduras adaptativas, simuladores de realidad virtual hiperrealistas que se están volviendo más adictivos que la heroína... ¿sabías que una maldita productora de filmes porno está produciendo películas con personajes y escenarios animados con tecnología qubyte? ¡Los malditos sólo tienen que escribir sus horrendas fantasías en cualquier procesador de texto, introducirlas al sistema y la QC hace que los personajes las actúen! ¡Es una aberración! ¡Una aberración, te digo!

—Era imposible saber que todo esto pasaría.

—¡Claro que no! —gritó Hofstadter sentándose en el escritorio que había sido de Cartwright y arrojando a la basura la placa metálica con su nombre, ambos habían estado caminando desde el embarcadero hasta los niveles administrativos del complejo y ahora estaban de frente al enorme ventanal que daba al Mar del Norte —Es la maldita naturaleza humana, pervertir todo lo que toca, arruinar cualquier regalo de los dioses: el fuego de Prometeo, el Arca de la Alianza, la ciencia de la Pyrsos. Naturaleza humana, Ngema, ni más ni menos.

Juguetes rotosWhere stories live. Discover now