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Miró por última vez su reflejo en el rojo cristal que formaba el rostro del neuro-dron, antes de dejar que la cabeza que recién había arrancado se resbalara lentamente de su mano. Su respiración era agitada y cada músculo de su cuerpo dolía como si hubiera recibido la tunda más grande de su vida, porque, de hecho, así había sido.

Hubo un momento en que estuvo sepultada bajo cinco de aquellas infernales máquinas, todas ellas lanzando golpes que podrían haber derribado un edificio entero cada uno, mientras ella bloqueaba, desviaba y esquivaba. Tuvo que llegar un manotazo salvador de Spectral Glimmer, que recogió a tres androides en su gigantesca mano de energía morada y los destrozó simplemente cerrando el puño.

Al cuarto lo abrió en canal con un kunai que formó en una de sus manos y al otro, el dueño de la cabeza que acababa de tirar, lo molió a golpes por el puro placer de hacerlo.

Los cuatro estaban exhaustos. "Glim", como le decía Woodbot, apagó su exo-esqueleto y cayó pesadamente sobre un montón de hojas y ramas trituradas que había sido uno de los brotes del joven mexicano; este, por su parte, acariciaba con cariño a una gran serpiente que se había formado con las guías de una enredadera decorativa. La criatura estaba muriendo; entre más grandes eran, más rápido consumían la energía que las formaba; esa era la gran tragedia del poder del chico, que, al final, terminaba por matar lo que más amaba.

Kraken se había dejado caer sobre el asfalto resquebrajado que recubría el techo del edificio y Steelworks se sentó junto a ella. La vibra entre ellas era extraña, la morena nunca había dado señas de ser les o bi, pero aceptaba todos los mimos y el cariño físico que Dalel le demostraba. Ahora, su armadura estaba desgarrada en varios lugares y sólo habían sobrevivido cinco de los minidrones que había creado. Suspiró y se dejó caer sobre las piernas de la pelirroja.

—Como calentamiento estuvo perfecto... ¿a qué hora irá a empezar la verdadera pelea?

Sólo Woodbot entendió el chiste. Las dos chicas apenas si le dedicaron una mirada extrañada a Kraken. La lluvia de aquel material rojizo y pesado continuaba sin cesar, pero un par palmeras animadas por Woodbot, se habían acercado a cubrirlos; en el resto del techo, los pequeños guijarros salpicaban en las carcasas y la gelatina morada que hasta hacia unos minutos eran las más letales máquinas que hubieran pisado la Tierra.

—¡Merde! —masculló Kraken por lo bajo —Yo y mi bocota...

—>¿Qué?< —preguntó Spectral Glimmer —>¿Qué ves? ¿Qué está pasando?<

—Deben ser unos dos mil —susurró Kraken en total desaliento.

—¿Dos mil qué, señori... Dalel? —Woodbot la miraba con la insistencia de un cachorro nervioso.

—¿Dal? —mientras Steelworks la sacudía levemente por un hombro.

—Chicos —dijo Kraken levantándose y sacudiéndose el polvo —fue un placer conocerlos, hemos estado juntos por menos de una semana, pero ya los siento como mis hermanos—. Los tres se le quedaron viendo, a medio camino entre la negación y la aceptación —Vamos a darle todo el tiempo posible a mi Pato querido y luego... —realmente no creía en Dios, pero en momentos como aquel... —que sea lo que Dios quiera.

Los otros tres chicos se levantaron y se acomodaron un poco la ropa, Alba se secó las lágrimas, Roger abrazó a una pequeña ave que había sido una dalia en un macizo floral y Dolores tomó la mano de Dalel, mientras los cuatro volteaban al cielo septentrional, donde una serie de luces y explosiones se veían cada vez más cerca.

Los otros tres chicos se levantaron y se acomodaron un poco la ropa, Alba se secó las lágrimas, Roger abrazó a una pequeña ave que había sido una dalia en un macizo floral y Dolores tomó la mano de Dalel, mientras los cuatro volteaban al cielo sep...

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