Chapter six

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Tras los primeros días en la clínica, Johanna se sentía rara no estaba acostumbrada a estar viendo las paredes blancas las veinticuatro horas del día

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Tras los primeros días en la clínica, Johanna se sentía rara no estaba acostumbrada a estar viendo las paredes blancas las veinticuatro horas del día. Además que extrañaba a su familia, su hermano y sobre todo a su hija; Trixie.

Se tuvo que acomodar a las actividades obligatorias que su doctora le recomendó, armar bloques, hacer rompecabezas e incluso tenia un cuaderno donde escribía sus emociones. En una de sus actividades dirigidas por su psicóloga los reunía en círculo junto a más personas para que hablaran sobre su situación, según sus palabras era una manera en que podían apoyarse, pero ella aun no lo entendía y mucho menos estaba lista.

Johanna estiro la manga del suéter blanco que Alice guardo en su maleta, tomó asiento junto a los demás presentes asegurándose de que no la vieran, pero al ser la nueva las miradas no se esfumaban de ella. Se sentía como un pez nuevo dentro de una gran pecera, pensando que en cualquier momento un tiburón se la comería.

— Me alegra poder verlos una semana más — hablo con entusiasmo la psicóloga, como en cada cita. — Mecias, quieres comenzar — incito la doctora al mencionado.

Johanna pudo ver como un chico de cabello castaño algo alborotado se removía en su asiento incómodo, ella estaría igual si la hubieran puesto a hablar delante de extraños que muy apenas recordaba su cara, ninguno se conocía entre ellos lo único que compartían era el dolor y la perdida, heridas que latían brotando sangre dentro de su cuerpo con la esperanza de ser cerradas.

— Me.. me llamó Mecias — murmuro jugando con sus dedos sin mirar a nadie. — Soy mellizo, tuve una hermana, ella es mi mejor amiga, mi protectora, su nombre es... era... Lena — habló el chico como si mencionar a la persona le doliera.

Johanna entendió que hablaba en pasado, y sabía el dolor que estaba sobrellevando el chico, ella también perdió a un hermano. Perdió a su Sebastian.

La mirada de aquel joven se posó en ella un instante logrando que ella se sintiera incomoda. — Te... te pareces demasiado a ella, a mi Lia — una lagrima resbalo por la mejilla del chico logrando romper un poco más el corazón de Craven. — ¿Dónde estuviste mi Lia? Regresa conmigo.

El chico rompió en llanto, la tristeza inundo el pecho de Johanna de nuevo abrazándola como una capa de piel que no te puedes quitar fácilmente. Dos viejos amigos que no se habían visto en un largo tiempo.

— Johanna ¿quieres decir algo? — pregunto la psicóloga a la castaña.

En automático las miradas de todos se posaron en ella haciéndola sentir más incomoda de lo que ya estaba. Era normal que te confundieran con un rostro conocido, pero no llamarte como a otra persona y romper en llanto delante tuyo, eso la hizo sentir incomoda.

— No estoy lista, lo siento — fueron las palabras que pudo pronunciar antes que ponerse de pie y marcharse.

Sentirte una extraña bajo tu propia piel, así  era como se sentía en ese momento. Mientras intentaba avanzar un paso en su proceso de sanción la vida le golpeaba la mejilla para que retrocediera cinco pasos dejándola en el mismo instante en que empezó.

Había escuchado que existían diferentes fases para el dolor: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. Debía empezar a abrazar sus heridas y comenzar con su proceso o de lo contrario no podría regresar con su familia ni mucho menos con su amad Trixie.

Camino por la pequeña sala, la terapia en grupo había concluido todos estaban dispersos en la pequeña sala con las diferentes actividades que se daban ese día, los enfermeros entregaban algunos medicamentos a los pacientes.

Se abrazo a si misma esperanzada para volver a su habitación disimuladamente sin que algún enfermero la detuviera o sin la mirada de halcón de su psicóloga, encontró cerca de la ventana a un chico que se mantenía mirando por el jardín como si fuera lo más interesante dentro de su pequeño mundo de paredes blancas alejado a todo lo que ocurría detrás suyo.

Johanna se le acerco sin parecer una acosadora, ni mucho menos alguien que deseaba hablarle, no, ella solo quería saber porque mirar por esa ventana le relajaba.

— ¿Te asusto? — Johanna brinco al escuchar la voz del chico. — Lo lamento, ahora él que te asusto fui yo, me refería, ¿te asusto ese chico?

La joven Craven medito durante unos cortos segundos su respuesta sin sonar grosera o desinteresada, todos manteníamos una herida abierta. — Me sorprendió.

El pelinegro regreso su vista al frente, mirando aquel viejo árbol. — Perdió a su madre cuando era niño, a su hermano adoptivo y a su melliza, entró aquí hace un mes.

— ¿Hace cuanto estas aquí? — la pregunta brotó de los labios de Johanna sin darse cuenta.

El pelinegro de ojos grises giro su cabeza para mirarle recordando cuando fue que entro. — Casi ocho meses.

Se sorprendió sin ser evidente, casi un año llevaba allí. Un año lejos de su familia, de quienes amaba, ¿acaso ella también tendría que estar allí un año antes de poder volver con su hija?

— ¿Tienes familia? — el ojigris la miro sorprendido. — Quiero decir, no quiero parecer entrometida.

— Eres la primer persona en este lugar que se acerca a decirme más de dos palabras — hablo con sinceridad el joven. — Los demás creen que soy raro, que soy un monstruo.

— No todos los monstruos hacen cosas monstruosas — aseguro Johanna, lo miro con atención ese chico no podría tener menos de diecinueve o veinte años ¿Que maldad pudo haber realizado? — No creo que hicieras algo tan malo para que nadie te quiera cerca. No pareces la clase de chico que asesinaría ni a una mariposa.

El joven llevo sus dedos a su manga izquierda levantándola. Johanna contuvo el aire, esa marca la conocía, la había visto antes era el motivo de sus pesadillas. Era la marca tenebrosa.

El chico volvió a ocultar la marca con su pijama blanco, inspeccionando la reacción de la joven a su lado. — Es por eso que me repudian, es mi condena y se que tu también lo harás.

Johanna tenía cierto odio a algunos mortifagos, pero sabia quienes eran. Pero el chico delante suyo jamas lo vio, jamas le hizo daño alguno ¿porque odiarlo? Los dos eran víctimas de una guerra que los rodeó, una guerra que les quito, que les succionaba la vida a cualquiera a su lado.

— Tu no me hiciste nada — comenzó Johanna hablando con sinceridad. — Se quienes me lastimaron y en esa lista no esta tu nombre, no te recuerdo dentro de ellos.

Regulus Black dejo escapar un suspiro al escuchar las palabras de Johanna. Tal vez ella no lo conocía, pero él a ella si.

— Regulus Black — se presento.

— Johanna Craven — le sonrió. — Y no estas en mi lista.

Los dos estrecharon sus manos. Dentro de una clínica era de los lugares en los que no esperabas hacer amigos, pero dentro de paredes blancas, llanto, dolor, depresión, médicos que te piden expresar tu dolor, medicamentos para dormir y un constante dolor de cabeza debido al aburrimiento, dos almas rotas como lo eran Johanna y Regulus se encontraron.

— Lamento lo de tu familia — volvió a hablas Black. Johanna no pudo hablar, la puerta que indicaba las visitas se abrió. — Nos vemos mañana aquí, Craven.

Johanna se despidió de Regulus al ver a Alice acercarse junto a Frank, los dos manteniendo su promesa de visitarla cada que pudieran, era diciembre y dentro de poco sería navidad y ellos esperaban que al menos su amiga recibiera un regalo.

Sentado aun en el sofá alejado al bullicio de su alrededor, Regulus sintió un golpecito en su hombro por parte de alguien que conocía bien.

— ¿Quién era esa chica? ¿Ya hiciste una amiga? — pregunto Sirius mirando de reojo a su hermano sosteniendo un regalo en sus manos.

— Si, una amiga — hablo con seguridad Regulus. — Feliz navidad, Sirius.

— Feliz navidad, Regulus.

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⏰ Última actualización: Jan 02, 2023 ⏰

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