Capítulo 4

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Alex vuelve dos horas después tal y como prometió, me despierto en el momento en que escucho al perro del vecino ladrar, me siento en la silla de su escritorio y espero a que suba a su habitación.

- Hola. - Sonríe. - ¿Estás mejor?

- Sí, eso creo.

- Me alegro. - Se sienta en el borde de su cama mirando hacia donde estoy sentada.

- ¿Recuerdas lo que hablamos el día antes que regresara de la universidad?

- Sí, te invité a almorzar y luego al cine.

- Si mi padre me hubiese dejado ir no habría estado en casa cuando los asesinaron, tampoco me habrían apuñalado.

- Lo sé. - Dice mirando el suelo. - No te habrían hecho daño.

- Así es la vida ¿No? - Me rio por la ironía. - Las decisiones que tomamos nos llevan por distintos caminos y consecuencias. - Suspiro con pesar.

- Sí, así es. - Dice aun sin mirarme a los ojos.

- También recuerdo que querías hablar de algo importante cuando nos viéramos ese día ¿Qué querías decirme?

- No era nada importante ¿Ya comiste algo? Puedo ordenar pizza hawaiana si quieres.

- Tu detestas la pizza hawaiana.

- Lo sé, pero a ti te encanta.

- Pide lo que quieras, solo quiero saber que tenías que decirme.

- No era nada importante, solo quería decirte que mi artículo fue elegido para ocupar la primera plana del periódico.

- Eso es fantástico, felicidades. - Sonrío ampliamente.

Sé lo importante que eso es para él, siempre me habló de que su primera meta como periodista era obtener la primera plana del periódico.

- Gracias. - Dice con una incómoda sonrisa

- Ahora dime que era lo que de verdad querías contarme.

Lo conozco tan bien que sé cuándo miente, él pone su mano derecha en la parte posterior de su cuello y la desliza lentamente hacia su pecho y desvía la mirada hacia la izquierda y hacía abajo para finalmente volver a mirarte a los ojos.

- Sólo era eso Halley. - Hace ese mismo tic, pero esta vez me ofrece una incómoda sonrisa.

- ¿Alex? - Digo un poco molesta.

- Bien, tu ganas. - Suspira mientras piensa. - Yo siento que ya tenemos mucho tiempo de ser amigos. - Se detiene unos segundos para pensar nuevamente.

Su teléfono comienza a sonar, lo saca rápidamente de su bolsillo y observa la pantalla, noto la seriedad que hay en su rostro, se levanta para salir de allí, imagino que quiere privacidad.

Confía o muere. (1/2) En EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora