21.OBJETO DE LA MALA SUERTE

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—¡Hola ragazza! Pensaba que no iba a saber de ti hasta mañana —escucho la voz melodiosa de mi amiga Berta. 

—¡Hola Bert! —le contesto de vuelta mientras que le doy un sorbo a una copa gigantesca, la cual lleva distintos tipos de fruta, hielo picado y dos pajitas de plástico.

—¿Dónde coño estás? Se escucha un viento de cojones.

Es verdad, el clima está empezando a empeorar y las nubes empiezan a cernerse sobre el cielo sereno. 

—Pues ¡espera! Te hago una videollamada mejor —digo rápido y corto la llamada enseguida. 

Cuando me contesta, analizo su imagen: esta tiene el pelo revuelto y los ojos hinchados. Está en la residencia en estos momentos. Lo cierto es que es casi la hora del almuerzo. Seguro que se acaba de despertar. 

—¿Te he despertado, Bert? —le pregunto insegura. 

—No. De hecho, Bram se ha ido hace media hora. 

—¡No me digas! ¿Bram ha pasado la noche en la residencia? —me rio contenta al ver que va todo bien en su "relación". 

Ella también lo hace y sus ojos brillan. Desprende emoción por todos sus poros. Y aunque ella no lo reconozca, pienso que está empezando a sentir algo por el chico.  

—Pues sí —me contesta rápido—. Anoche se quedó aquí, espero que no te moleste. 

—No, ¡para nada! —exclamo rápido—. ¿Y cómo vais?

—Bien. Muy bien —añade—. Anoche preguntó Adam por ti y ...—hace una breve pausa—... también me dijo que le gustabas. 

—Bert, ¿no le habrás contado sobre el profesor? —pregunto escéptica. 

—¡Que va! Pero venga, cuéntame tú. ¿Qué tal la noche? ¿Abro una botella de champán?

—¿Qué champán? Si lo máximo que hay en la nevera es un resto de una botella de coca cola —le digo y nos reímos las dos con ganas. 

—Tranquila que yo consigo esa botella. Pero en realidad prefiero festejar contigo mañana —me mira con ternura—. ¿Por qué hay algo que festejar, o no? —dice de nuevo impaciente. 

—Según como lo mires. Pero sí, creo que sí... —replico y me sonrojo. 

—¿Estás en la playa, nena? —continúa esta. 

—Sí, mira qué belleza —contesto animada y cambio el enfoque de la cámara hacia el agua. 

Miro alrededor y empiezo a grabar la playa para compartir con mi amiga lo que estoy viendo. Ahora mismo me encuentro en la playa privada del hotel, una zona restringida y reservada exclusivamente para los clientes. Hay distintas hileras de tumbonas y asientos fabricados especialmente de mimbres, con sombrillas imponentes; y también hay hasta una pequeña mesa al lado de cada tumbona. 

Observo que hay al menos treinta personas y muchas se están bañando o tomando el solo como las lagartijas. No hay tanta gente en el agua parece, posiblemente porque las olas están un poco agitadas y hay bastante viento. 

—¡Guau Lyn! ¡Espectacular! —grita Berta entusiasmada—. Nunca he estado en Miami, pero me encantaría ir. 

—Sí, la playa es preciosa. 

Ragazza, ¡habla ya, joder! Que me tienes intrigadísima. 

Berta y la intriga no hacen buenas migas. Ella necesita saberlo todo y sé que evadir el tema la está matando. Literalmente. 

El ProfesorOù les histoires vivent. Découvrez maintenant