En contra del reloj

42 12 2
                                    

-Esperen!-gritó al ver como se cerraba la puerta del autobús, aunque sabía que no serviría de nada. Bajó con cuidado los últimos escalones de la entrecalle, cuidando no resbalar con el hielo, y suspiró pesadamente al ver como se alejaba su medio de transporte.

Tokio era una ciudad a la que a pesar del tiempo ella no lograba adaptarse.

Miró el reloj en su muñeca izquierda, el siguiente enlace tardaría unos veinte minutos más en llegar.

En otras palabras, sería amonestada por otra tardanza. La tercera en el último mes.

Caminó hasta la máquina de café que había en la farmacia de la esquina y debatió por un momento sobre el tipo de bebida que necesitaba su cuerpo.

-Definitivamente, un mocaccino-decidió-Lo que daría por unos malvaviscos!

-Rin!-escuchó la alegre, conocida e inconfundible voz de su amiga de internado, Kagome

-Pero qué!. Cuando has regresado?!-preguntó incrédula

-Justo ahora-respondió ella sonriendo- te he visto corriendo y te he seguido!

La última vez que habían estado juntas había sido cuatro años atrás. Cuando ambas salieron del internado pasaron algunos meses juntas y luego sus caminos se separaron pero no perdieron el contacto durante los pasados 10 años.

-Kagome, te he echado tanto de menos!-dijo olvidándose del café y abrazando a su amiga.

-Yo igual, hay tanto que quiero contarte. Vas tarde a tu trabajo, quieres que te lleve?

-Dios, mujer, eso me encantaría!

-Pues vamos, señorita, me estacioné mal y probablemente ya tenga una multa.

Caminaron juntas calle y media y poco antes de subir un policía motorizado dejó la multa en el cristal delantero.

-Cielos, parece que adivinan!-se quejó Kagome tomando el papel antes de abrir la puerta del auto.

Rin sonrió y subió al auto. Los años en Tokio habían transcurrido con una lentitud tortuosa. Antes de que Kagome se mudara al extranjero ella había conseguido un lugar pequeño en donde se instaló, amén del trabajo en una emisora que obtuvo por contacto de su amiga. Tenía un jefe gruñón, pero le gustaba su trabajo y ayudaba a pagar sus facturas.

-Rin dime que ya tienes novio, por favor-preguntó antes de encender el motor

Ella sonrió sin ganas, siempre la misma pregunta.

-No soy buena con ese tipo de relaciones, ya lo sabes.

-Eso no es cierto, cariño. Es solo que no le das oportunidad a ningún hombre.

Ya no contestó y se concentró en mirar a través de la ventana, pero estar callada no se le hacía fácil.

-Y has vuelto solo de visita?-preguntó Rin, rompiendo el silencio

-No, está vez me quedaré!-respondió emocionada Kagome avanzando por las calles casi sin tráfico.

-Me alegro! A ver cuando tienes tiempo para mí-bromeó ella mientras buscaba el labial en su bolso

De golpe el auto frenó, provocando un manchón rojo en el rostro de Rin.

-Lo siento-se disculpó su amiga-Ese tipo se me atravesó, ni siquiera vi de dónde salió!

Rin miró hacia el frente y se encontró con la silueta masculina causante de aquel pseudo accidente. Su corazón latió con fuerza en su pecho y por alguna razón las lágrimas se agolparon en sus ojos.
.
.
.

Esperó sentir el agua helada calando en su piel con los ojos cerrados mientras caía.

Qué pasaba? Había muerto al caer o acaso estaba inconsciente?

En lugar del frío río en el que esperaba estar, se encontró envuelta en una calidez inesperada. Palpó con sus manos y abrió los ojos lentamente solo para descubrirse en brazos de aquel ser.

Sesshomaru-sama la abrazaba con sus alas blancas, cubriéndola con un halo de luz casi encegecedor.

-Estás bien, Rin?-habló él y entonces ella notó como sus pies tocaban finalmente el suelo.

-Yo...-intentó responder, pero él se adelantó.

-Cuánto falta para que tengas 18 años?-preguntó mirándola con una intensidad para ella desconocida

-Unas...unas semanas-alcanzó a responder

-Cuántas, exactamente?-insistió él liberándola y separándose de ella poco a poco

-No lo sé...la madre superiora me encontró en primavera, casi al final de mayo, pero me bautizaron en junio. Por qué?

Sesshōmaru desenfundó su espada.

-Tú, has sido condenada a morir, eres la razón por la cual estoy aquí.

Rin parpadeó varias veces tratando de asimilar las palabras que escuchaba.

-Sesshomaru-sama, vas a matarme?

El hombre frente a ella alargó su espada, señalándola sin dudar.

-Me equivoqué al dejarte con vida esa noche, deberías haber muerto junto al resto.

-Fuiste tú?-preguntó dando un paso hacia él-Sesshōmaru, tú me dejaste en la aldea de Kaede-sama?

El frío metal acarició la piel de su cuello pero ella no retrocedió.

-No eres humana ni tampoco un ángel...-siguió explicando él

El viento frío sopló con fuerza meciendo los árboles que los rodeaban, las nubes se arremolinaban en el cielo presagiando la inminente lluvia, tan inusual durante la primavera.

-Gracias, por tí pude vivir todos estos años.-lo interrumpió sonriendo aunque con el pesar en el pecho de que fuese él, precisamente, quien debía hacerlo.

-Yo debo eliminarte-insistió él

-Fui muy feliz-le aseguró, ignorando la amenaza de su espada y sus palabras-Por la oportunidad que me diste, la madre superiora cuidó de mí, y tuve muchas amigas como Kagome, incluso llegué a conocerte, Sesshōmaru-sama.-terminó de agradecer con el rostro totalmente sonrojado.

No tenía miedo, aunque si una enorme tristeza. Si tan solo hubiera una forma.

Pero ella y él, era algo imposible. Y además ni siquiera tendría una oportunidad. Su tiempo terminaría justo esa noche.

Las primeras gotas de lluvia habían empezado a caer. A lo lejos escuchó la voz de su amiga gritando su nombre.

-Rin-él bajó la espada y tocó su rostro obligándola a mirarlo.

Su tacto era tan suave, tan cálido. Ella estaba tan llena de vida. No podía hacerlo.

Se separó de ella y apretó el mango de la espada poniéndola nuevamente en su sitio.

-Ni humana, ni ángel-murmuró para sí mismo-Vives en medio de ambos mundos.

-Sesshōmaru-sama?

- Sígueme, Rin-ordenó empezando a caminar.

-Pero y Kagome?, no puedo dejarla sola en mitad del bosque... además están esos tipos que nos estaban siguiendo!

Sesshomaru cerró los ojos y con cansancio giró nuevamente hacia Rin.

-Regresa con ella y espérame en donde nos conocimos. Me encargaré de quienes te molestan.

-Vas a matarlos?!

-Regresa y espérame-ordenó al pasar a su lado.

Kagome apareció poco después y juntas volvieron al convento casi sin hablar.

Era casi media noche cuando lo vio llegar.


La Muerte Y La FlorWhere stories live. Discover now