23.- 𝐋𝐀 𝐏𝐑𝐎𝐏𝐔𝐄𝐒𝐓𝐀

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A las cinco menos cinco, Harry y JJ fueron hacia el despacho de la profesora Umbridge, en. Harry llamó a la puerta y ella contestó con un meloso «Pasa, pasa».

Habían visto aquel despacho en la época en que lo habían utilizado cada uno de los tres anteriores profesores de Defensa Contra las Artes Oscuras. Cuando Gilderoy Lockhart estaba instalado allí, las paredes se hallaban cubiertas de retratos suyos. Cuando lo ocupaba Lupin, se podía encontrar en aquella habitación cualquier fascinante criatura tenebrosa en una jaula o en una cubeta. Y en tiempos del falso Moody, el despacho estaba abarrotado de diversos instrumentos y artefactos para la detección de fechorías y ocultaciones.

En ese momento, sin embargo, estaba completamente irreconocible. Todas las superficies estaban cubiertas con fundas o tapetes de encaje. Había varios jarrones llenos de flores secas sobre su correspondiente tapete, y en una de las paredes colgaba una colección de platos decorativos, en cada uno de los cuales había un gatito de color muy chillón con un lazo diferente en el cuello.

—Buenas tardes, señor Potter, señorita Anderson.

—Buenas tardes, profesora Umbridge —repusieron con frialdad.

—Siéntense, por favor —dijo la profesora señalando dos mesitas cubiertas con un mantel de encaje. Sobre la mesa había un trozo de pergamino en blanco.

—Esto... —empezó Harry—, profesora Umbridge... Esto... antes de empezar quería pedirle... un favor.

Los saltones ojos de la bruja se entrecerraron.

—¿Ah, sí?

—Sí, mire... Es que JJ y yo estamos en el equipo de quidditch de Gryffindor. Y el viernes a las cinco en punto teníamos que asistir a las pruebas de selección del nuevo guardián, y me gustaría saber si... si podría librarnos del castigo esa tarde y hacerlo... cualquier otra tarde...

—¡Ah, no! —replicó la profesora Umbridge esbozando una sonrisa tan amplia que parecía que acabara de tragarse una mosca especialmente sabrosa—. No, no, no. Los he castigado por divulgar mentiras repugnantes y asquerosas con las que sólo pretende obtener notoriedad, señor Potter, y los castigos no pueden ajustarse a la comodidad del culpable. No, mañana vendrán aquí a las cinco en punto, y pasado mañana, y también el viernes, y cumplirán sus castigos como está planeado. De hecho, me alegro de que se pierdan algo que desean mucho. Eso reforzará la lección que intento enseñarles.

Jade notó que la sangre le subía a la cabeza, sentía la sensación de que sus ojos querían cambiar de color, cosa que iba a demostrar que estaba extremadamente enojada. Pero la sensación desapareció poco a poco al sentir la mano de Harry tomando la suya.

𝐉𝐀𝐃𝐄 𝐘 𝐋𝐀 𝐎𝐑𝐃𝐄𝐍 𝐃𝐄𝐋 𝐅É𝐍𝐈𝐗Where stories live. Discover now