|Capítulo 21|

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Las criaturas medían más de dos metros, sin carne en sus huesos como si estuviesen desnutridos, ojos negros sin pupilas que ocupaban la mitad de su cabeza calva deformada, de piel grisácea con gran resistencia al fuego, alas grandes que recordaban a un murciélago, prominentes colmillos y larga lengua que sobresalían de su cavidad bucal. Fácilmente superaban a las miles, pareciendo un gran enjambre que salían de su nido en busca de su presa y era así. De pronto se escuchó el sonido de un cuerno proviniendo de la zona oeste, alertando la llegada de intrusos. Sin embargo no fue necesario para los Dragneel ya que estos lo habían observado desde la distancia.
_Caira_Zarel intercambió una mirada con su esposa y esta asintió al entender.
La de cabellos negros agarró al pequeño bebé entre sus brazos que lloraba fuertemente como si sintiera el miedo de su madre.
_Zeref, hijo, vamos_llamó Caira extendiendo la mano e intentando darle una sonrisa tranquilizadora pero no funcionó. El joven dragón sabía que algo grave pasaba y que estaban en desventaja. Aún así asintió y tomó la mano de su madre para adentrarse en la habitación de su tía.
Fiona y Zarel se lanzaron desde el balcón y Mavis se maravilló al ver como dos magníficas bestias ahora se alzaban en su lugar.
La hada siguió dentro a Caira que sostenía la mano de su hijo mayor mientras que cargaba al menor con su otro brazo. Fue en ese instante que ella lo supo, estaba en el día en que todo terminó. Se trataba de la caída de Lotos, la ciudad perdida de los dragones.

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Mavis nunca lo olvidaría, las siguientes horas fueron un infierno que no eran nada comparado a la caída de su tierra natal, la Isla Tenroujima. El sonido de los niños, ancianos y mujeres gritando producto del terror eran como una tétrica canción de cuna, siempre repitiéndose. El retumbar de las explosiones de poder, la caída desde el cielo de dragones y demonios como si fueran moscas al suelo impactaban con gran estruendo. La desesperación, la agonía y el terror flotaban a su alrededor. Mavis sabía que todo esto ya había pasado, que no era real pero para ella si lo era, como si en verdad estuviera allí. Caira sostenía a su primogénito entre sus brazos temblorosos y Zeref cargaba a su hermanito. Una opresión en el pecho del infante crecía sin demora al escuchar esos gritos feos provenientes de afuera, su padre y tía estaban allí. Podían lastimarlos, o incluso algo peor. Estaban ocultos dentro del armario, en una pequeña caseta oculta detrás de la ropa, como una pequeña habitación de pánico.
Caira y Zeref escuchaban el movimiento concurrido desde su escondite, como las personas corrían sin detenerse de la amenaza.
_¡No, por favor! ¡Alguien que me ayude!_el grito agonizante de una mujer se escuchó alto y claro como si estuviesen a su lado. Después de todo se hallaba precisamente en el corredor de la entrada a los aposentos de la reina.
El cuerpo de Caira se tensó en respuesta y los ojos de Zeref se abrieron en pánico, alguien estaba lastimando a una mujer. Aquellos seres le hacían daño a una persona inocente y ellos no podían hacer nada. Mavis sólo vio angustiada arrodillada el aspecto asustadizo de Zeref siendo solo un niño y su pecho se quebró.
_Mami_dijo impotente el pequeño hechicero mirando a los ojos negros que eran idénticos a los suyos. Un sentimiento de impotencia creció en Caira Larcade al no poder defender a sus hijos del peligro. Era débil, porque su parte draki había muerto cuando nació al igual que ocurrió con Zeref. Sin embargo sabía lo que debía hacer para proteger a sus crías.
_Zeref, necesito que me prometas una cosa ¿si?_su voz se volvió quebradiza hacia el final porque sabía que probablemente no sostendría a sus hijos nunca más.
_No_dijo Mavis al comprender lo que iba a hacer y negó frenéticamente.
Zeref asintió ante las palabras de su madre, él haría todo lo que dijera su madre porque era un buen niño y siempre cumpliría sus promesas.
_No debes salir de aquí por ningún motivo ¿entendido Zeref?_el infante susurró un tembloroso sí ante el tono duro y desesperado de su madre.
Caira al ver la expresión asustada y alerta por la forma en que se dirigió hacia él se obligó a calmarse.
_Mi dulce niño, tienes un gran corazón capaz de perdonar a todos. Eres amable, cariñoso y justo. Tu nunca albergarás odio y rencor ¿cierto, Zeref?_este asintió ante las dulces palabras de su madre, su corazón dio un vuelco ante su declaración. Se sentía como una despedida.
Caira le dio una sonrisa frágil e inestable por el nudo que obstruía su garganta aún así se separó de sus dos pequeños bebés. Se levantó del suelo y dejó arropado en su lugar a Zeref mientras acariciaba su cabellera negra pensando en que nunca más tocaría esas hebras absueltas de color.
_Mamá tengo miedo_confesó Zeref en un susurro sintiendo una pesadez en el cuerpo al saber que su mamá saldría del escondite, una premonición de que nunca volvería a verla.
Caira miró sus dedos fuertemente entrelazados con su primogénito como si tratase de impedir que saliera y eso fue suficiente para ella. No se arrepentiría de la decisión que tomó jamás porque lo hizo para protegerlos. Sabía que, tarde o temprano buscarían en esta habitación así que debía salir para no levantar sospechas de que alguien había sobrevivido, en otras palabras era la carnada. Mavis lo sabía por eso continuó negando frenéticamente.
_Zeref solo debes esconderte y no dejar que tu hermanito grite ¿entiendes kreenak kiech?_su pecho dolió al escuchar a su madre decirle pequeño cuervo en el antiguo idioma.
_Si, mamá. Lo prometo_dijo solemne cerrando su mano en un puño y colocándola sobre su corazón. Los dragones cuando prometían algo lo juraban con su honor.
_Me haces sentir tan orgullosa_ella besó su frente mientras las lágrimas comenzaban a bajar por sus mejillas. En ese instante se escuchó un grito agonizante fuera de la puerta indicando que pronto entrarían para revisar esta habitación.
_No salgas por ningún motivo Zeref_volvió a decir Caira sosteniéndole por los hombros y él asintió aceptando la orden de su madre.
Caira salió del armario cerrando sus puertas para que su hijo mayor no fuera testigo de su muerte, Mavis en cambio atravesó las puertas como si se tratase de un fantasma.
_Caira, no hagas esto. Debe haber otra forma_pero fue inútil, Caira no escuchó sus palabras porque era imposible. Incluso cuando se interpuso en su camino fue atravesada por ella.
Mavis lo único que pudo hacer fue observar, observar como Caira Larcade caminaba a su muerte para proteger a sus dos hijos pequeños ocultos en un armario mientras el reino de los dragones se sumaba en desesperación.
Segundos después Zeref escuchó el grito de su madre agonizando pero aún así no se movió del lugar.
_Se lo prometí a mamá_dijo él con el cuerpo tenso, el miedo brotando de sus poros y meciendo a Natsu en sus brazos. El pequeño hechicero escuchó cada lamento, cada grito de dolor, los crujidos de sus huesos siendo rotos por aquella alimaña y después...
                                                        Solo hubo silencio.

                         •●🖤💛●•

Un chico de cabellos azabaches sostenía el menudo cuerpo de una chica que dormía plácidamente en sus brazos como si soñase con prados verdes y hermosas estrellas fulgurantes pero él lo sabía, que ella no estaba viendo eso sino un cielo teñido de carmesí con la sangre de los caídos e inocentes. Ahora se arrepentía de su acto impulsivo, ella no merecía ser testigo de semejante crueldad pero el daño ya estaba hecho. No podía revertir el hechizo y ella vería la verdad sobre el pequeño niño que solo anhelaba estar junto a su familia en paz.
La hada abrió los ojos encontrándose con un cielo despejado y con el aroma fresco del río, sin la vista o el sonido de los cuerpos siendo desgarrados por los demonios. Se encontró con el rostro de aquel niño adorable que sonreía alegre pero ahora sus rasgos eran más duros y en sus ojos habían sombras oscuras que nublaban su belleza.
_Zeref_su voz se rompió y él entendió de inmediato. La sostuvo contra su pecho mientras de agarraba con fuerza a su ropa llorando de forma estremecedora.
_Ssshhh_silenció él para que no se forzará a hablar, no era necesario porque con su sola presencia bastaba.
_Lo siento mucho Zeref, lo siento tanto.
Mavis continuó disculpándose por lo que parecieron horas mientras el mago intentaba decir que no era su culpa, pero la hada no solamente se disculpaba por sus palabras sino por todo lo que tuvo que soportar ese niño de diez años oculto en un armario mientras sostenía a su pequeño hermano muerto, que escuchó como asesinaban a su madre y visualizó los cadáveres de su padre y tía entre los escombros junto a todo su pueblo. Lloraba por aquel niño que perdió la ingenuidad a tan temprana edad.

~Caricia de Muerte~ Zeref y Mavis. [COMPLETA]Where stories live. Discover now