CAPITULO 9. UN HOMBRE ENAMORADO

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Dos enfermeras entraron por la puerta de cristal, sonreían mientras murmuraban anécdotas ocurridas durante su almuerzo; guardaron silencio al ver a la mujer que, durante los últimos días, les había hecho ver su suerte con el cuidado de una paciente en particular.

—¡Madre mía! Es que la abogada no tiene otra cosa qué hacer. ¿Acaso ya nadie tiene problemas legales? —susurró una de las enfermeras, mientras tomaban otro camino para evitar otra larga lista de quejas y sugerencias.

...

Carol odiaba los hospitales ¿Quién no?... sin embargo, estaba allí, instalada en esa sala llena de melancolía. A pesar de que había todo tipo de cortesías para hacer más digerible la espera... Carol no dejaba de presionar al personal para mejorar la atención de la paciente, por la cual llegaba todos los días, a la misma hora.

—Espero que de verdad alguien esté con ella —dijo Carol al pobre enfermero que tuvo el desatino de tomar esa ruta.

—Licenciada Rovira, le aseguro que...

—¡Carol!

El grito histérico de Raziel levantó a Carol de su asiento. Llevaba cinco días acudiendo a la clínica, en espera de que Andrés le dijera que Paula Usero estaba instalada en el área de recuperación, y que podía pasar a verla.

—¡Raziel...! ¿Cuándo llegaste? —preguntó Carol, cuando su colaborador se detuvo frente a ella; el enfermero, por supuesto, había aprovechado el momento para huir de su incómoda situación.

—Tomé el primer vuelo nada más enterarme ¿Cómo está mi mujer? ¿Ya puede hablar? —Raziel miraba con preocupación el pulcro hospital.

El hospital era para personas como Carol; que contaba con medios de sobra para un gasto de esos. No para Paula. Esa especie de museo-laboratorio se llevaría todo el capital que tenía ahorrado para liquidar el departamento de soltero que acababa de adquirir.

—No lo sé, no me han dado ninguna información ¿Por qué hasta ahora?

—No sabía que ella...

—No sabías ¿Cómo es eso posible? —masculló Carol—. Es tu esposa...

—Lo sé, ya lo sé, Carol. Desde que llegué a Canadá no he podido hablar con ella. Mi madre y mi hermano me decían que no estaba, que se estaba bañando... y cosas por el estilo. Me la han negado todos estos días.

—¿Por qué no le marcaste al móvil?

—Le marqué todos los días. Pero ella no contestó.

—Cuando una persona no responde el móvil en un lapso de cuarenta y ocho horas... es que algo anda mal. Debiste intuir que algo malo le pasó.

—Mi esposa es muy extraña, ya te lo dije. Es muy dada a negarse a responder mis llamadas... yo no sabía que esto iba a pasar... de lo contrario jamás habría aceptado el caso de la señora Paussini.

—Me imaginé que no lo sabías, porque no me entraba en la cabeza que lo supieras y no actuaras al respecto.

—Paula es toda mi vida —susurró Raziel.

Él se sentó abatido, destrozado, lágrimas resbalaron por sus mejillas.

—Mi familia me lo ocultó, porque no querían preocuparme... sabían que el caso Paussini era el más importante de mi carrera... jamás se los voy a perdonar.

Carol se sentó a su lado, lo abrazó por no tener otro remedio. El hombre se soltó en llantos y gimoteos.

—¿Qué harás ahora? Necesitas tomar muchas decisiones, levantar denuncia —murmuró Carol.

EL PÚRPURA EN TUS OJOS (fanfic Paurol)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora