1: "Puoi venire con me".

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- Menos mal que esta vez tenemos más de diez minutos, porque con lo lento que va el ascensor...

Olivia soltó una pequeña risita al escuchar a Carlo refunfuñando y asintió suavemente, dándole la razón. ¿Quién iba a pensar que los ascensores del Big Ben iban a ser tan lentos? Ellos desde luego que no.

- ¿Será porque è troppo alto?

- Qué va, será porque esto es viejísimo y no lo renuevan. A saber en qué se gastan nuestro dinero, porque en arreglar esto no.

Olivia volvió a reír y su risa solo se vio sofocada por el timbre del ascensor, anunciando que habían llegado a la planta superior. Las puertas se abrieron y Carlo, caballerosamente, le hizo un ademán para que pasara ella primero.

Olivia esperó a que Carlo estuviera a su lado y se encaminaron hacia una de las barandillas, que les daba una visión absoluta de la ciudad apagándose, pues caía el atardecer sobre ellos.

- ¡Ohhhhhhh! ¡Se ve todo, Carlo! -dijo Olivia risueña, con una sonrisa gigantesca y los ojos brillantes por la ilusión. -¿Dónde crees que está la cafetería e tuo gimnasio?

Carlo, contagiándose del buen humor de Olivia, sonrió de una manera más discreta y se fijó en la ciudad, tratando de discernir algún edificio en el que guiarse, pero le fue difícil porque el cielo empezó a oscurecerse por momentos.

En cuestión de segundos empezó a llover.

- Oh, no -Se lamentó Olivia, haciendo un mohín. -Vamos a tener que tornare.

- No hay por qué -Carlo, de uno de los bolsillos de su gabardina, sacó un paraguas de mano y lo abrió, colocándolo sobre ambos. Olivia se pegó a él para no mojarse y Carlo sonrió un poco más, satisfecho. -Suelo llevar uno encima porque en esta ciudad siempre llueve.

- È una buona idea. -Reconoció la castaña, con la vista fija en el horizonte para no ruborizarse por la proximidad entre ambos, aunque no se estuvieran tocando. -Yo aún no me acostumbro...

- Normal... por lo que recuerdo de Italia, casi siempre hacía sol. Al menos, donde yo vivía.

Olivia no se estaba refiriendo a eso exactamente, pero no lo sacó de su error y aprovechó el tema para despejar su mente del calor que emanaba Carlo a su lado, haciéndola estremecerse contra el frío ambiental que calaba hasta los huesos.

- Sogno molto di tornare a casa. Londres no está mal, pero no es como Italia.

Carlo permaneció en silencio mientras la escuchaba. En parte la entendía, él también tenía ese sentimiento de nostalgia por el hogar, pero se había ido de allí tan pequeño y había viajado tanto, que sentía que ya no pertenecía a ningún lugar.

- ¿Volverás cuando pagues la deuda de la que me hablaste? -preguntó bajito, girando el rostro para mirar el perfil de Olivia.

Estaba preciosa en aquel momento, con la piel y el cabello ligeramente húmedos, los labios mojados y su mirada soñadora. Era toda una visión.

La castaña asintió suavemente y se giró para mirarlo. La luz de los truenos ocasionaban atractivas sombras en su rostro y sus ojos brillaban bajo las lejanas luces de una ciudad que se mantenía despierta.

- E tú? ¿Quieres volver también?

- No lo sé -reconoció Carlo, bajando la vista durante un instante antes de girarse de nuevo y mirar a la ciudad, cuadrándose de hombros en un movimiento inconsciente para tratar de endurecerse. -Ya no sé si tengo algo a lo que volver.

Olivia pudo sentir que sus palabras encerraban una honda pena que trataba de ocultar y sabía que esa era un historia para otro día, si es que alguna vez decidía contársela. Por el momento, a pesar de que no le gustaba mucho el contacto físico, movió su mano para rozar la de él.

Ambos contuvieron el aliento durante unos segundos, expectantes... y cuando notaron que ninguno se apartaba, tímidamente movieron sus manos hasta entrelazar sus dedos en un agarre firme y delicado al mismo tiempo.

Olivia se giró para mirar también la ciudad y pudo ver cómo unos rayos de sol sobresalían de una nube, dando una última pincelada de color a un panorama que se había tornado demasiado sombrío. Lo tomó como si fuera una señal del destino y, en un arranque, le propuso:

- Puoi venire con me.

Carlo se giró hacia ella con patente sorpresa y ella le devolvió la mirada, tragando saliva de manera nerviosa pero decidida a no echarse atrás en su propuesta.

- Sei importante per me, Carlo. Sei più di un amico... Si tú quieres... puoi venire con me. Vaya donde vaya, siempre tendré un lugar para ti.

Carlo buscó en sus ojos algún rastro de duda, de arrepentimiento, de engaño... pero no halló nada. Sorprendentemente, era una propuesta sincera y eso descolocó y conmovió a una parte de él a la que le costaba confiar en los demás sobre sí mismo.

- Grazie, Olivia... Per tutti... Lo voy a pensar.

Un nuevo trueno, más violento que los anteriores, pareció sacudir el cielo y el rubio pudo sentirla temblar a su lado, por lo que se aventuró a colocar una mano en su espalda baja, sin recibir ninguna muestra de rechazo por parte de ella.

- Vamos, te llevo a la cafetería o a casa, donde tú quieras. Hace demasiado mal tiempo para estar aquí y no quiero que cojas frío.

- Grazie... ¿Puedes llevarme a la cafetería, per favore? Podríamos... tomarnos un café juntos.

Carlo sonrió al notar que ella no quería que la "salida" -no sabía si llamarlo cita- acabara y, honestamente, él tampoco, por lo que aceptó de inmediato, ofreciéndole el brazo y escoltándola hasta el coche.

No dijo palabra, su mente estaba ocupada pensando en cómo sería salir con ella en un día soleado, donde pudieran navegar en góndola, caminar por la calle, bailar con la música de los artistas ambulantes, rodearse de arte y amar sin reparos.

Carlivia Week IOù les histoires vivent. Découvrez maintenant