6: "Incubi e desideri notturni".

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Carlo Gambino miraba a las nubes ocultar las estrellas en una noche donde la luna era la protagonista, iluminando la noche con su resplandor mortecino, silenciosa espectadora de los devenires de los mortales.

De él no se podría decir mucho, pues otra noche más estaba apoyado en la puerta de Olivia, sentado en el suelo y apoyando los antebrazos en las rodillas, escuchando el lejano ruido de los coches y los transeúntes.

Así estuvo largas horas hasta que la escuchó a ella, primero de forma amortiguada, pero progresivamente más clara a medida que iba subiendo el volumen de sus lamentos.

- Ludovico? Ludo, dove sei?

Un sollozo lleno de angustia lo hizo ponerse de pie, mirando hacia la puerta, sin entender qué estaba ocurriendo o el significado de lo que estaba diciendo.

- ¿Estás bien? ¿Todo bien ahí dentro? -preguntó Carlo en voz alta, omitiendo decir su nombre a propósito, esperando unos segundos.

- No me grites. No he hecho nada... per favore, fidste di me. No me castigues...

Pronto, escuchó un gemido que sonaba muy parecido a un llanto ahogado, por lo que Carlo llamó con fuerza a la puerta un par de veces, consiguiendo que el ruido cesara de inmediato, pasando a ser una respiración bastante agitada.

- Ábreme, por favor. -pidió con un tono suave pero firme, sin dar lugar a réplicas.

Tras unos segundos, escuchó pasos y lo primero que vio cuando se abrió la puerta fueron los ojos llorosos de Olivia. Tenía algunos mechones pegados en las mejillas húmedas y parecía tener tatuada una expresión cargada de sufrimiento y dolor.

- ¿Puedo pasar? -preguntó Carlo con delicadeza, hablándole lentamente, como si fuera un animal herido.

Olivia asintió, apartándose para dejarle espacio y cerrando la puerta cuando entró, suspirando de forma entrecortada y bajando la vista al suelo, evidentemente avergonzada por su aparente fragilidad en ese momento.

- Fue una pesadilla. Non preoccuparti. Scusa...

- No... no te disculpes. Yo también las he tenido y no... es algo que puedas controlar. -Con mucho cuidado, llevó una mano hasta su barbilla, alzándosela para que lo mirara a los ojos y viera que la entendía. -No te sientas mal, ¿vale?

Olivia asintió y se lamió los labios, pues sentía la boca seca. Hizo un esfuerzo por no bajar la mirada y habló en un hilo de voz:

- Grazie, Carlo. Per tutti.

- No hay de qué... -Tras unos segundos en silencio, el rubio preguntó con cautela. -¿Quieres hablar de ello? Dicen que eso ayuda.

Olivia negó rápidamente y tragó saliva, removiéndose algo incómoda ante la mera idea. Bajó la mirada un segundo antes de volver a alzarla, tomando valor para preguntar:

- ¿Podrías... dormir conmigo hoy?

Carlo, que ya se había negado la primera noche porque necesitaba un tiempo para procesar todo lo que había ocurrido, no se negó esta vez, asintiendo sin palabras y haciéndole un gesto para que se tumbara en la cama mientras él se quitaba los zapatos.

Cuando fue a tumbarse en la cama, notó por primera vez que Olivia solo llevaba puesta su ropa interior de color negro, por lo que se obligó a apartar la mirada y tragó saliva, haciendo un esfuerzo para dejar la mente en blanco, pues aquel no era el momento ni el lugar para hacer nada.

- ¿Quieres que te deje mi camiseta para domir? -le ofreció mientras se tumbaba a su lado, mirando hacia el techo en todo momento.

- No... tengo calor -contestó Olivia en un susurro, también tumbada de espaldas y mirando al techo.

Así permanecieron unos minutos, tumbados a escasos centímetros pero sin tocarse, escuchando el sonido de sus respiraciones mientras el sueño los eludía por culpa de la incomodidad y expectación que se respiraba en el ambiente.

Olivia, que no aguantó más mirando las manchas del techo, giró el rostro para mirar el perfil de Carlo, observando el tatuaje de su cuello, su nariz aristocrática, su mentón afilado, sus largas pestañas, su rubio cabello y sus labios llenos y apetecibles.

- ¿Me puedes abrazar, per favore? -pidió de improviso, sorprendiéndose incluso a sí misma.

Pudo ver cómo la nuez de adán del italiano se movía y cómo parecía tensarse de pies a cabeza.

Justo cuando iba a darle una excusa para que no lo hiciera, Carlo se giró y pasó un brazo por su cintura, pegándose a ella mientras lo sentía aspirar su cabello.

Olivia, con el rostro apoyado entre el hombro y la curvatura de su cuello, pudo oler el perfume caro y masculino de Carlo, sintiéndose invadida por una sensación de calma y seguridad abrumadoras.

Era casi como estar en casa, como si su lugar estuviera entre aquellos brazos que la sostenían cuando el mundo parecía que le daba la espalda.

Sin palabras, alzó el rostro, notando los ojos azules de Carlo clavados en ella. No supo leerlos, por lo que su atención pasó a esos labios que parecían pedirle a gritos un beso; uno de los que curan miedos, sanan almas y entrelazan vidas.

Alzó el mentón y entreabrió los labios, sintiendo su barba pincharle las mejillas suavemente. Sus alientos se entremezclaron cuando sus labios se rozaron tentativamente, en una caricia que pedía más que aquel contacto lento y anhelante.

Justo cuando iba a cerrar los ojos y lanzarse, Carlo soltó un pequeñísimo suspiró y alzó el rostro, dándole un beso en la frente que la hizo pestañear, incrédula. Ese gesto no se lo esperó.

- Non voglio che il nostro primo bacio sia qui, o così -susurró Carlo, dejándole otro pequeño beso, esta vez en la coronilla antes de abrazarla con más fuerza. -Duerme, Olivia. Mañana será otro día y estarás mejor.

- Non andare anche tu, Carlo, per favore -pidió Olivia con la voz rota, encontrando consuelo al escuchar el latido de su corazón cuando apoyó la cabeza en su pecho.

- No me voy a ir a ningún sitio, Olivia. -Carlo tragó saliva para deshacer el nudo que se le formó en la garganta al pensar en la delicada situación de ambos. -Te prometo que voy a seguir estando en tu vida hasta que tú lo decidas.

- Resta sempre -pidió Olivia en un murmullo antes de caer dormida entre sus brazos, provocado que Carlo sonría con tristeza al verla.

- Ojalá sigas queriendo eso cuando lo sepas todo -dijo Carlo antes de cerrar los ojos, deseando poder pasar una noche sin pesadillas.

Carlivia Week IDonde viven las historias. Descúbrelo ahora