2: "Caffè e cuori".

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La cafetería de Olivia apareció ante ellos como un pequeño oasis color ocre en aquella ciudad gris. Ambos se refugiaron en su interior de la lluvia torrencial, sintiendo como si se adentrasen en un cálido pedacito de Italia.

- Ben arrivato! -Les saludó Luigi, que se acercó para quitarles las gabardinas mojadas y dejarlas en un perchero. Esbozó una sonrisa pícara y alzó las cejas con interés-¿Venís juntos para tomar algo, o...?

Olivia y Carlo asintieron al mismo tiempo, lo que hizo que Luigi sonriera aún más, evidentemente complacido con el rumbo que tomaba la relación entre ellos.

- Sentaos, yo os sirvo. Lo de siempre, ¿verdad?

Ambos volvieron a asentir y Luigi se retiró a la barra, empezando a poner en funcionamiento las máquinas y preparándolo todo, tratando de hacer ver que estaba ocupado y que no los miraba, pero fracasando al no ser sutil cuando les veía de reojo.

- Il tuo amico è...

- Chismoso -terminó Olivia por él, captando lo que quería decir. -Molto. Pero... se preocupa per me. Aunque... él piensa que eres bueno conmigo... y yo también.

- Me alegro de que penséis eso. -respondió Carlo bajito, mientras su postura se relajaba. -Tú... me sorprendes a veces.

- Io? -preguntó la castaña incrédula. -¿En qué sentido?

- No sé explicarlo, pero... eres más de lo que pareces a simple vista. Al principio me pareciste una chica muy dulce, pero luego descubrí que tienes carácter y que eres competitiva.

- ¿Y eso es malo? -preguntó Olivia bajando la voz, temiendo una respuesta afirmativa.

- No, no lo es. Pero me sorprendes, ¿sabes? Y es extraño, porque la gente no suele sorprenderme.

Cualquier respuesta murió en los labios de Olivia con la llegada de Luigi, que les había colocado ambos cafés en una bandejita. En la superficie de cada uno, había pintado un corazón de leche bastante bonito que les hizo abrir mucho los ojos.

- ¿¡LUIGI!? -reclamó Olivia con la voz chillona por los nervios. Carlo se mantuvo en silencio.

- Invita la casa. Que disfrutéis los cafés, pa-re-ja.

Luigi se alejó hacia la barra con una sonrisa de oreja a oreja mientras Olivia miraba hacia el suelo, presa de una oleada de vergüenza y murmurando entre dientes.

- Lo voy a matar. Lo giuro.

Carlo, que trató de mantener una fachada impasible aunque por dentro estuviera bastante nervioso, con toda la parsimonia del mundo cogió su café y le dio un sorbo, encontrando su sabor exquisito y deformando el dibujo sin querer.

- Está muy bueno. Aunque no tanto como el que me hiciste tú una vez.

- ¿Te gustó? -preguntó Olivia, alzando el rostro para mirarlo tímidamente, jugueteando con el borde de su taza para controlar los nervios.

- Molto. È il miglior caffè che abbia mai avuto.

- Grazie... Sei la migliore compagnia che abbia mai avuto.

Ambos se dedicaron un par de sonrisas que, vistas desde fuera, serían calificadas de íntimas, cómplices, propias de quienes empiezan a enamorarse. Al menos, así lo catalogaría Luigi, que no les quitaba ojo mientras permanecía en silencio.

No obstante, la atmósfera se rompió cuando el móvil de Carlo empezó a vibrar. El italiano lo abrió para mirar los mensajes y observó que eran del Cejas, reclamándolo para los negocios. Aunque le pesara, la salida debía terminar.

Los negocios eran negocios.

- Tengo que irme -Le informó Carlo, levantándose del asiento mientras Olivia le imitaba, mirándole con desconcierto y provocando en él la necesidad de excusarse. -Cosas del gimnasio, ya sabes... tengo que hacer de jefe...

- Va bene -respondió ella, conciliadora y entendiendo su posición al tener ella también un local a su cargo.

- ¿Estás libre mañana? -propuso Carlo de improvisto, sorprendiéndose incluso a sí mismo. Y es que la salida con ella le había sabido a poco. Aunque los negocios estuviera primero, quería pasar más tiempo con ella. -Sino, no pasa nada...

- ¡Sí! Sí que estoy libre... eh... -la castaña casi se sonroja por su delatora efusividad y carraspeó para calmarse y hablar más comedidamente. -Ci vediamo domani.

Carlo, que ya empezaba a conocerla y le encantaban esos momentos donde conseguía ponerla nerviosa, le dedicó una sonrisa mientras recogía su gabardina del perchero, colocándosela con elegancia.

- Entonces mañana paso a por ti. Y para que quede claro... es una cita. Ciao bella.

Tras guiñarle un ojo, salió de la cafetería exudando confianza en sí mismo. A medida que se alejaba, pudo escuchar un "OH, MIO DIO" procedente de Olivia y un par de chillidos de euforia, tanto de ella como de su amigo.

Carlo se montó en el coche con una enorme sonrisa y no se le borró durante todo el trayecto.

Carlivia Week IOnde histórias criam vida. Descubra agora