A el Sultán le gustan rubias o eso dicen los rumores.
- Será difícil acabar con Kosem y aún más con Aynur, después de todo yo misma la eduque - la Sultana Halime dijo observando la vela.
¿Qué mejor que una bruja para luchar con otra bruja?
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Sostengo con fuerza el cuerpo masculino contra el mío. Su mano se enrosca en mi cintura con fuerza, su pesada respiración en mi cuello me causa cosquillas aunque no debería reír, entierro mi mano en su cabello, los suspiros ahogados se mezclan con mi sollozar. Despacio con calma nos vamos separando, su cara frente a la mía, sus ojos húmedos son un mar de tristeza.
Con cierta brusquedad paso el dorso de mi mano por mi nariz.
- Lo siento - su voz suena apagada a diferencia de la primera vez que nos vimos.
- No me agradezca, no me molesta ser su hombro para llorar - dije con la mirada fija en los manos sobre mi regazo.
Una de sus manos se coloca sobre las mías dando un suave apretón. Alzo la vista para verlo sonreír.
- Mi hermano tenía razón, eres especial Fátima - Ahmed asintió e hizo una promesa asimismo, cuidaría de Fátima, aquella que dio felicidad su hermano - Puedes venir cuando quieras - me dijo, sus ojos mirando los alrededores.
- Gracias alteza - mordí mi labio inferior para evitar sucumbir ante el llanto.
Me levanté dejando mi lugar sobre el sucio suelo, hice una reverencia para posteriormente salir del lugar. La Sultana Halime a de estar molesta, he descuidado mis labores por llorar, aunque en estos días todo el mundo llora.
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° ° ° Era un tiempo de dolor y tanto yo como el Şehzade Ahmed encontramos consuelo en el otro, algo inocente, sencillo y sin trasfondo.
La Sultana Halime se encerró en sus aposentos teniendo que su pequeño hijo Mustafa fuera el siguiente, peor aún, la rabia y el rencor comenzó hacer cosechado.
Con el transcurso del tiempo me di cuenta que la Sultana Safiye era culpable y que tambiényo lo era. Yo llevé la carta de Halime Sultan con aquella mujer, una bruja; la respuesta llegó pero no a nuestras manos y eso trajo consigo muerte.
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