Capitulo 10

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Poco después de haber llegado a su habitación, Camila oyó que la llamaban a su teléfono móvil. Vio en la pantalla que era su hermana. Respondió susurrando.

—¿Eres tú?

—Pues claro que soy yo —Se impacientó Nadia—¿Cuándo me puedes mandar el dinero? Tengo algunos problemas con las facturas.

—¿Y qué pasa con tu novio? ¿No ha resultado ser tan generoso como creías? —Ironizó Camila, rondando los ojos ante lo estúpida que era su hermana, y ella aún más estúpida por seguirle la corriente.

—Déjate ya de sarcasmos, Camila, teníamos un acuerdo, ¿recuerdas? Si no lo cumples, voy a ir por Georgia y comenzaré el proceso de adopción. No la verás nunca más—Amenazó con tanta ira que Camila sabía que lo haría sin dudar. Sabía que no tenía salida. Era demasiado tarde para explicarle todo a Lauren—¿Cómo ha ido la boda? —Preguntó Nadia, empleando un poco de sorna—¿Fue como siempre deseaste?

—Sabes que no fue así —Espetó Camila con ira—Me sentí una farsante todo el tiempo.

—Pero no fuiste una farsante al llevar un traje blanco. Eres una de las pocas novias que tienen verdadero derecho a ir de blanco. Qué pena que no le gustes a tu esposa—No lo lamentaba, su tono era tan burlón que la odiaba.

—En realidad sí que le gusto —Contestó Camila irritada por el tono de voz de su hermana.

—Sólo porque se cree que soy yo. Si actuaras como tú eres en realidad, ni te miraría. Eres demasiado aburrida —Rio Nadia. Su risita burlona sacó de quicio a Camila.

—No creo que sea buena idea que me llames por teléfono. Si alguien contesta a mi teléfono... —Advirtió Camila, disimulando el mal genio que tenía.

—Voy a seguir llamándote hasta que tenga el dinero en mi cuenta —Amenazó Nadia sin siquiera interesarse en su gemela—Y si no consigo contactar contigo en este teléfono, lo intentaré en el teléfono de la casa.

—Vale, lo haré. Te mandaré el dinero —Masculló Camila con resignación.

—Astuta chica —Susurró con una sonrisa que Camila adivinada que era tan grande como el de Alicia en el país de maravillas—Sabía que al final lo entenderías. ¡Ciao!

Camila esperó a que sus dedos dejaran de temblar antes de teclear los dígitos necesarios para hacer la transferencia a través del ordenador. Una vez la hubo hecho, trató de dormirse, pero no se podía relajar. No era el dinero y lo que acababa de hacer lo que le impedía dormir. No podía dejar de pensar en la forma en que Lauren la había besado. Besaba con fiereza, haciendo que le hirviera la sangre.

Y que se le saliera por el labio.

No podía ignorar su creciente interés por ella. Sentía que se le erizaba la piel cada vez que la miraba con sus ojos verdes. No podía creer lo tonta que estaba. Se había enamorado de una mujer que lo único que sentía por ella era odio. Necesitaba hacer mucho ejercicio para cansarse lo suficiente y así poder dormir; no lo conseguiría de otra manera.

Pero era demasiado tarde para salir a dar una vuelta. Se acordó del gimnasio y la piscina que había en la planta de abajo, pero no sabía si ir por si Lauren Jauregui la oía. Antes de pensárselo más veces, rebuscó entre sus cosas para encontrar su bañador. Un baño en la piscina climatizada era lo que necesitaba y, además, seguro que Lauren ya estaba profundamente dormida.

Una vez en la piscina, sus músculos se empezaron a relajar a medida que iba nadando. Se detuvo a arreglarse el pelo y cuando se quitó el agua de los ojos vio unas piernas femeninas enfrente de ella. Despacio, miró hacia arriba y su mirada se encontró con la de Lauren, que estuvo mirándola durante un largo rato.

Soy otra mujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora